«Raya y el Último Dragón»: reflexiones imperdibles

No hay con qué darle, el hombre tiene sed de infinito, es impresionante. Estaba viendo «Raya y el Último Dragón» y me llamaba la atención el minuto a minuto de la película.

Parecemos perros persiguiendo nuestra propia cola, poniendo nuestra felicidad en algo que nunca vamos a alcanzar.

Hay algunos elementos de la película que pueden contrastarse con la fe cristiana para entender esto que se conoce como «semina verbi», entendida como «semilla del logos» presente en la razón humana.

En el arte cinematográfico sucede muchas veces que se dan manifestaciones de esta semilla del verbo, de esta verdad que está sembrada en la razón humana y que nos mueve a todos a buscarla y encontrarla.

Veamos el trailer y reflexionemos en dos elementos de «Raya y el Último Dragón», una de las últimas entregas de Disney.

1. Maniqueísmo vs. Cristianismo

500 años atrás en el tiempo, los humanos y los dragones vivían juntos en armonía en todo Kumandra. Hasta que un fatídico día, una fuerza maligna conocida como Druun, despertó y amenazó con destruir la paz.

Los dragones se habían sacrificado para derrotar a los Druun, y al hacerlo, salvaron a toda la humanidad. Debido a la mezquina codicia de adquirir el orbe que creó el dragón para defenderse de los Druun, los que una vez fueron reinos unidos se dividieron en cinco tierras separadas.

Más adelante en la trama, uno de los personajes revela que los Druun son criaturas de pura maldad, nacidas de la discordia humana. Existiendo únicamente con el propósito de consumir y destruir todo lo que se cruza en su camino.

Es evidente que el trasfondo de la narrativa es maniquea. Una lucha entre las dos grandes fuerzas del mundo: el bien y el mal. El mal en «Raya y el Último Dragón» es ontológico, es decir, tiene una existencia por sí mismo.

Se presenta como la fuerza antagónica que lucha contra los dragones, que son en la narrativa la personificación de todo lo bueno, la gratuidad en el dar, unidad a través de la confianza mutua, además del regalo de la vida.

En el cristianismo, la historieta corre de otra forma. Si bien coincide con la leyenda de Raya en el aspecto de tener un punto en la historia donde la armonía reinaba en la creación y había perfecta unión entre Creador y criaturas, se diferencian esencialmente en la aparición del mal en la historia.

Mientras que en la película el mal surge aparentemente de la nada, en el relato del libro del Génesis se detalla el momento exacto en el que el mal «hace su entrada» en la historia.

Para la cultura asiática, bien y mal viven en constante lucha y es responsabilidad de cada individuo encontrar el equilibrio entre lo bueno y lo malo, para nunca volcarse demasiado para un lado ni para el otro.

En el cristianismo, el mal es la ausencia del Creador o de su obra, por lo que el mal no se lo define con la palabra «es» sino con la ausencia de «ser», la ausencia de bien.

No existe una fuerza opuesta a Dios, Dios no tiene contrario. Dice C. S. Lewis:

«Ningún ser podría alcanzar una perfecta maldad opuesta a la perfecta bondad de Dios. Ya que, una vez descartado todo lo bueno (inteligencia, voluntad, memoria, energía, y la existencia misma), no quedaría nada de él.

Por tanto, diablo es lo contrario que ángel tan solo como un hombre malo es lo contrario que un hombre bueno. Satán, el cabecilla o dictador de los diablos, es lo contrario no de Dios, sino del arcángel Miguel».

2. La unidad en el cuerpo místico

Un tema que ha estado apareciendo en diferentes series (como por ejemplo «Falcon y el Soldado de Invierno») además de en esta película, es el de las ganas de que el mundo sea uno solo. Eliminar las fronteras, unirnos como humanidad ante las crisis que nos aquejan.

En los inicios de la Iglesia, en el libro de los Hechos, cuenta san Lucas que: «Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común. Vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno.

Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón».

¿Es esto un fundamento para defender el socialismo como una postura cristiana? No. Que los primeros cristianos hayan vivido una caridad fraterna extrema, poniendo todo en común no significa que hoy se deba hacer lo mismo.

Este pasaje del libro de los Hechos nos interpela a salir al encuentro de los más necesitados, de dar siempre y cuando esté en nuestras posibilidades.

En «Raya y el Último Dragón», este anhelo de unidad se hace presente en la persona de Benja, el padre de Raya. Quien soñaba con que Kumandra se convirtiera en una nación otra vez.

Cristo expresaba un mismo deseo para nosotros: «También tengo otras ovejas, que no son de este redil. También a esas las tengo que conducir y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo pastor».

Así como el sueño de Benja en «Raya y el Último Dragón» no anulaba la existencia de las diferentes tribus, el deseo del Buen Pastor no borra las fronteras.

Existen en el mundo estas ganas de eliminar fronteras, que seamos una sola nación. Pero eso no va a solucionar todos los problemas que hay de fondo.

Se necesita una conversión de corazón más profunda, un cambio radical en la interioridad de cada uno.

El cambio que necesita el mundo está dentro de cada uno, no afuera. Por eso el Señor nos invita a buscar su Reino y su perfecta justicia. Porque, al hacerlo, el resto se resolverá por añadidura.

«Raya y el Último Dragón» tiene más elementos para rescatar, pero estos dos me parecieron los que más desarrollo merecían. ¿Qué otras cosas pudieron reconocer en ella? ¡Dejen sus comentarios!