Hace un par de meses vi una película maravillosa: «Vida Oculta» de Terrence Malick y ha estado resonando mucho en mi cabeza en estos días de confinamiento. Ahora les cuento por qué.    

Esta película está inspirada en la vida del beato Franz Jägerstätter, un campesino austriaco católico que se dedicaba a cuidar la tierra, a sus animales y a amar a su esposa y a sus hijas. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, Franz es llamado por los nazis a sus filas, como todos los hombres de su pueblo. Pero se niega, porque cree que es una guerra injusta y porque además no le simpatiza para nada Hitler. 

Parece una historia muy triste, ¿verdad? Pero curiosamente, en «Vida Oculta» hay muchísimos elementos maravillosos para rescatar, sobretodo en este tiempo. Te comparto el trailer para que te animes a verla, aunque el estreno de la película se ha dado en distintas fechas al rededor del mundo y tal vez aún no llegue a tu país (por la pandemia), puedes encontrarla por ahora en Apple TV

La magia de lo cotidiano 

Si han visto películas de Malick antes, saben que sus historias están llenas de descripción y detalles. Y en esta, especialmente, hay muchísimos detalles de la vida cotidiana de Franz y su familia. Desde cómo se toma de las manos con su esposa, cómo caminan juntos por el pueblo y hacen las labores del campo, hasta las miradas de sus enemigos y sus oraciones en la cárcel. 

Y esto es precisamente lo que ha resonado tanto en estos días. El valor de la vida cotidiana para esta sencilla familia de campesinos que están llenos de amor y de fe en medio de sus tareas ordinarias: pastando a sus vacas, arando la tierra, horneando pan y jugando en las praderas.

Es justo eso a lo que hemos vuelto en estos días de confinamiento: la familia y las tareas más simples con las que demostramos nuestro amor por los demás y nuestra fe. Nos hemos dado cuenta de que realmente necesitamos mucho menos de lo que pensábamos para estar tranquilos y felices.    

Dios está en todas partes

La vida de este beato nos hace un bonito recordatorio, nos permite darnos cuenta de que Dios está en todas partes: en las nubes del cielo, en la sonrisa de las personas amadas, en un plato de comida caliente y en esa mariposa que se cuela por la ventana. Y en el caso de Franz, quien lo encuentra también en la cárcel y en la mirada de sus enemigos: rezando, en silencio y demostrando solo con gestos su amor a la verdad.   

Fiel a la verdad

En un punto de la historia, uno se empieza a preguntar por qué Franz se mantiene tercamente en la verdad, a pesar de saber que es probable que muera y que deje a su familia en una situación tan difícil. Pero poco a poco, lo vamos entendiendo a través de la paz que él siente y de la comprensión de su esposa, que entiende su fidelidad a la verdad y al bien. 

La alegría de la eternidad

A pesar de la situación que estaba viviendo y con el anuncio de su muerte a cuestas, Franz parece estar viviendo ya en el cielo. Él logra transmitir esa calma y alegría propias de quien se siente plenamente sostenido por Dios. Su seguridad descansa en la eternidad que estaría a punto de recibir y aquí el papel de su mujer es muy lindo también, porque en el fondo, lo acompaña generosamente en este deseo.

Franz Jägerstätter fue beatificado en junio del 2007, durante el pontificado del papa Benedicto XVI en la ciudad austríaca de Linz, con la presencia de su esposa y sus tres hijas. ¡«Vida Oculta» es una película más que recomendada!