El pasado domingo 15 de enero, en horas de la madrugada, ocurrió una triste tragedia en Nigeria. El sacerdote católico Isaac Achi fue asesinado —quemado vivo— por asaltantes que deseaban entrar a la casa parroquial y al no lograrlo decidieron quemar la casa con dos sacerdotes adentro. El padre Isaac no pudo salir y murió. El sacerdote Collins, que logró escapar del fuego, fue disparado por los atacantes. Dos nuevos mártires.

¿Por qué siguen siendo perseguidos los cristianos?

Esta es una pregunta que me hago constantemente. Vale la pena que pensemos y recemos por todos nuestros hermanos mártires, valientes testigos de la fe. Es verdad que dar testimonio del amor, de la fraternidad, del desprendimiento, de la entrega y del servicio es algo que incomoda a las personas que viven de manera contraria a la fe.

El bien siempre desenmascara el mal y hace evidente que este no trae la felicidad. Las personas cristianas que desean vivir de manera coherente el Evangelio se convierten en piedras vivas, que en muchas ocasiones se convierten en piedras en el zapato para muchos que desean hacer el mal. 

Los cristianos somos incómodos para ciertas partes de la sociedad que no quieren que se vivan los mensajes evangélicos, que no quieren que las personas salgan del pecado que los esclaviza. Hay poderes que quieren que nos quedemos callados y nos acomodemos al status quo.

Pero eso no es lo que nos ha llamado a hacer Cristo. Él, con su vida, nos ha mostrado que vale la pena vivir y morir por amor a nuestros hermanos. Nos ha dicho que solo la verdad nos hará libres… y Él es la Verdad.

Así que, por mucho que deseen callarnos, no podemos ser infieles a lo que Dios mismo nos ha enseñado: entregar la vida por nuestros hermanos. 

El odio se responde con más… amor

mártires

Creo que esto es lo más difícil. Amar al que te odia, amar al que te hace daño, amar al que te asesina. Esto ha sido lo que nos ha enseñado Cristo en la Cruz y de aquí nace toda nuestra fuerza. Somos hijos amados de Dios y Él lleva las riendas de todo lo que pasa.

Es verdad que Él no desea el mal, pero lo permite para algo bueno, algo mejor. ¿Qué podemos hacer nosotros? Rezar por nuestros perseguidores, arrodillarnos delante de Dios y darle gracias por lo bueno y —siendo muy difícil — por lo malo. 

Si confiamos solo cuando las cosas nos salen bien, realmente no confiamos en Dios. 

«La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos»

Esta frase de Tertuliano siempre me ha llamado la atención, y es verdad. Ponte a pensar en qué es lo que más te atrae: el amor.  Los mártires mueren enamorados de Dios. Seguramente tendrían miedo, aunque llenos de la fuerza que da la gracia para el martirio. Su mente y su corazón estaban puestos en Aquel que es la Vida misma.

Si las personas que ven la tortura del martirio, el dolor de la muerte que se vive con apertura hacia Dios y tienen la disposición del corazón para encontrarse ahí con Dios, lo hacen. Decir que en el dolor nos encontramos con Dios, es verdad. 

También nos encontramos con Él viendo a las personas que entregan su dolor y sufrimiento. Personas que viven el camino en este «valle de lágrimas», unidos a la Alegría. 

Esto es un misterio. Pero, verdaderamente, acompañar a morir a alguien que sonríe ante el final, que no maldice, sino que perdona; que no odia, sino que ama; que se entrega de manera confiada a Dios que lo recibe; que repite con Jesús «Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu»… es el testimonio de que Dios nunca nos abandona y está con nosotros en ese último aliento. 

Pidamos a Dios por todos nuestros hermanos, especialmente hoy por el sacerdote Isaac Achi, que Dios lo reciba en su reino y que descanse en paz.