

Como probablemente casi todos ustedes, todos los días recibo un montón de imágenes por el whatsapp. Memes (muy graciosos si se burlan del equipo de fútbol rival), frases alentadoras (asegurándome que todo lo puedo si de verdad quiero), frases piadosas (algunas muy bonitas por cierto), frases cuestionadoras y, por supuesto, citas filosóficas atribuidas a Einstein o al Papa Francisco (que probablemente nunca pronunciaron).
Cada cierto tiempo, sin embargo, recibo una imagen que decido guardar. La última de éstas fue una relacionada a la Virgen María. Decía algo así: «querer a Santa María es llegar al Cielo y escuchar a Jesús decir: adelante, mi Madre ya me ha contado todo sobre ti». Quizás la hayan recibido por ahí.
Creo que me gustó especialmente porque me recordó lo mucho que está relacionada la vida cristiana con las relaciones entre personas y el irnos conociendo. Se me ocurrió entonces pensar que la vida cristiana puede estar dividida en etapas parecidas a las que recorremos cuando conocemos a alguien. Nadie tiene miles de amigos, pero seguro sí tenemos algunos (aunque los contemos con los dedos de una mano) en quienes se cumple lo que dice el Eclesiástico: «El que encuentra un amigo encuentra un tesoro». Se me ocurrieron las siguientes etapas…
1. Tener interés
Sea por la razón que sea. No siempre nos acercamos a Dios con la más pura de las intenciones. Tengo amigos que se encontraron con Cristo porque asistieron a un encuentro de jóvenes católicos con el interés de conocer a una chica. La gran mayoría de amistades se inició con un encuentro entre desconocidos, del cual quedó un interés por algo más. Nosotros nunca hemos sido un desconocido para Dios, pero quizás sí lo fue Él para nosotros… hasta que hubo un primer encuentro en que algo en Él nos cautivó… Una primera atracción, una curiosidad por un misterio que apareció delante de nosotros.
2. Conocerlo
El interés no basta. Es como una pequeña chispa, pero que en cualquier momento se apaga. Cuanta gente interesante hemos conocido que luego hemos olvidado… Poco a poco toda amistad requiere el conocer cada vez más a la persona. ¡Igual es con Jesús! La fe inicial, sea poca o mucha, requiere una formación para irla conociendo cada vez más. Hay muchas maneras de conocer a Jesús… para empezar la mejor manera es conocerlo en los Evangelios y en los Sacramentos. Recomiendo también estudiar un poquito… quizás el catecismo o buscar algún amigo que nos instruya. ¡El que busca encuentra!
3. Darme a conocer
Ninguna amistad prospera si no me doy a conocer. ¡A veces sin embargo es tan difícil! Nos cuesta confiar, no queremos terminar heridos, o a veces ni siquiera nos conocemos lo suficiente para darnos a conocer. Me tengo que dar a conocer a Jesús, no porque Él no me conozca, sino porque quiere que yo le abra libremente mi corazón. El ámbito más bonito para darnos a conocer a Jesús es la oración. Ahí no hay barreras, y ante su mirada, todos podemos ser libres. Así también crecemos en humildad, que es andar en verdad.
4. Tener paciencia…
Por más que queramos a los amigos, a veces también les tenemos que tener paciencia. Y ellos a nosotros. En la vida cristiana la paciencia es clave. Jesús nos tiene una paciencia infinita, y nos pide que la tengamos también. No cualquier paciencia: es la paciencia que nos propone San Pedro, que se llama hypomoné. Una paciencia llena de esperanza, porque está llena de confianza en Dios. No es solo soportar estoicamente. Es saber que de la mano de Dios, todo va a salir bien. Me atrevería a decir que también le tenemos que tener paciencia a Jesús, que muchas veces nos cambia los planes que queríamos… ¡pero lo hace siempre para nuestro bien!
5. Imitar lo bueno
El buen amigo nos da buen ejemplo. El mejor de ellos, Cristo, nos da el mejor de los ejemplos. También están los santos… ¡Cada uno es único, y siempre hay uno dispuesto a ser nuestro amigo! Están ahí, esperando ansiosos que se lo pidamos… En la vida cristiana no está mal mirar las virtudes de los demás. Ciertamente no para envidiarlas, que a veces nos pasa, sino para emularlas. O sea, para querer imitarlas. Todo vale si nos lleva a ser mejores de verdad.
6. Demostrar el cariño
O lo que es en realidad: amar. El afecto en la amistad no solo es necesario, sino que también debo demostrarlo. Y lo importante es lo que está detrás: amar a los demás. A veces lo hacemos solo en nuestros términos, pero es importante que la otra persona se entere. En la vida cristiana el culmen es la caridad, que debe llevarse a las obras, pues no basta “amar” en la mente o en las intenciones…
No es tan difícil hacer un paralelo entre ir construyendo una amistad y el recorrido que hacemos en la vida cristiana. No lo es por una razón muy sencilla: caminar por la vida cristiana es siempre irse haciendo cada vez más amigo de una persona: Jesús. Probablemente se pueden añadir muchas otras etapas porque las relaciones entre las personas, y más aun con Jesús, son increíblemente ricas. También llenas de riesgos, pero son riesgos que vale la pena asumir para encontrarnos con Dios y dejar que Él se encuentre con nosotros, que es lo que más quiere.
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