

¿Por qué tomar aventurarse y no seguir el camino fácil? Un hombre rema en una tabla inflable, arriesgándose frente al viento y a la marea, a quedar perdido a 200 kilómetros mar adentro en lugar de tomar el ferry. Y se pregunta, ¿por qué? ¿Por qué sacrificarse a dormir fuera de casa, en una carpa y comer comida enlatada?. Por «un vistazo a lo sagrado» y para recordar que «sigo siendo libre».
Para un análisis más amplio de este video -que cuestiona- damos paso a nuestros blogueros asociados.
Néstor Mora (España), autor del blog «EclesiasTIC»



¿Por qué actuamos de una forma u otra forma? Porque nos hacemos preguntas que necesitamos responder, aunque al hacerlo corramos riesgos. A lo mejor, los riesgos están en camino, pero también pueden estar en el inicio o el final de la “aventura” vital. Para elegir con verdadera libertad, necesitamos saber a donde nos dirigimos. Una elección que se realiza sin conocimiento del destino nos esclavizará tarde o temprano. ¿Por qué no coger el ferry?
La vida del cristiano es igual que la de las demás personas, pero la diferencia esta en que nosotros tenemos respuestas verdaderas, que necesitan vivirse para hacerlas reales. ¿Por qué no cogemos el ferry? Aunque sabemos hacia donde vamos, necesitamos ser nosotros quienes lleguemos. No nos valen realidades, ajenas, que nos transporten cómodamente. Hay realidades que son, al mismo, tiempo ciertas y falsas. Realidades que nos engañan. Necesitamos vivir las respuestas para poder ser testigos reales de la verdad.
Pilar V. Padial (España), autora del blog: ¡Vive!: Celebra la vida



Vivo personalmente, justo ahora, ante ese dilema: escoger un camino un poco arriesgado y muy sacrificado, o dejarlo por imposible. ¿Locura o comodidad? Depende de dónde provenga la locura. Hay que orar primero, ver si el intento es la voluntad de Dios o es solo temeridad de nuestra vanidad.
A veces ni siquiera estamos seguros de ello y hemos de sopesar peligros y ganancias para ver si el riesgo es lícito. Si nunca nos aventuramos, si no sufrimos, incluso si no amamos… no tendremos imprevistos e incomodidades. Pero tampoco haremos rendir los talentos que Dios nos dio. Seremos como quien ocultó su único talento bajo tierra, por miedo (Mt 25, 14-30). Rezar, reflexionar y, al final, decidir sabiendo que para acertar siempre solo hay que ofrecer a Dios ese intento por amor suyo y ponernos siempre confiadamente en sus manos.
El Papa Francisco dice: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias seguridades».
P. Joan Carreras del Rincón (España), autor del blog: «Nupcias de Dios»



Vivir es hacerse preguntas. Tenemos una inteligencia que está abierta a toda la realidad. Lucio Battisti declaraba en su famosa canción “I giardini di marzo” que “l’universo trova spazio dentro me”, expresando así hermosamente cuanto enseñaron los filósofos Aristóteles y Tomás de Aquino: el alma es en cierta manera todas las cosas.
El creyente sabe que la creación nos ha sido dada como un regalo, pero no como algo acabado sino como algo que nosotros construimos y embellecemos y si en ello nos entregamos, dedicando lo mejor de nosotros mismo, entonces damos culto a Dios. Hacernos preguntas supone estar abiertos siempre a la realidad, a no darla por supuesta, a no negarla, a no despreciarla ni manipularla. Lo importante no son las respuestas, sino el simple hecho de poder formular preguntas y de que no nos contentemos con cualquier respuesta. Quien formula las preguntas correctas en realidad ya sabe, de alguna manera, las respuestas. Quizá en el juicio nos pregunten simplemente: ¿qué preguntas te has hecho? No es ninguna tontería.
Manuel Rodriguez (Perú), autor del blog: «Roncuaz»



Nuestras preguntas configuran nuestra vida. Dejar de preguntar, de buscar, perder la curiosidad que es una humilde apertura al misterio de estar vivo nos impide vivir realmente. Cuando esto ocurre uno se convierte en consumidor, un anodino espectador de la vida que de forma autosuficiente juzga desde fuera mientras come algo enlatado.
El asunto es que nuestras preguntas en realidad no son nuestras porque las podemos inventar, sino que son nuestras porque nosotros mismos somos las preguntas: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué vale la pena hacer realmente con esta vida? Es entonces que el amor salta a nuestra conciencia como una necesidad ardiente, constante, a veces amenazante pero siempre desafiante. Tal vez la pregunta más importante sea: ¿hasta dónde, hasta cuándo eres capaz de amar?
¿Y a ti qué preguntas y acciones te suscita este video? ¿Tomas a diario el camino fácil o el difícil?
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