Ha de evitarse el oponer oración vocal y oración mental, pues ambas constituyen como las dos etapas de la verdadera oración. Se refuerzan mutuamente y suelen mezclarse una con otra. Recitar unas frases, si no se piensa lo que se dice, no es orar. El espíritu debe estar ocupado por Dios, aun cuando vuele por encima de las palabras que nuestros labios articulan. — En lo secreto, pág. 99