

Me has escrito: «Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?» ¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias… flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tratarse! — Camino. Pag, 8