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Catholic-link.com – La vida diaria trae consigo muchas tareas, responsabilidades y otras ocasiones muy buenas para el despliegue y el desarrollo personal. Como universitaria estoy acostumbrada a que cada día este lleno de planes sean académicos, sociales o de descanso. Desde una visión global, se puede entender que una vida activa, con quehaceres de todo tipo, es una vida completa. Esto podría ser así, pero yo matizaría esta afirmación ya que desde mi punto de vista esto es así sólo cuando la actividad está encaminada a un fin más allá de ella misma. Es importante encontrar un espacio para recordar cuál es el fin al cual encaminamos nuestros esfuerzos en las actividades que realizamos diariamente. Es fundamental ser capaces de hacer silencio cada día para reencontrarnos con el motor y la razón de nuestros esfuerzos. En sí mismas todas estas actividades son buenas, pero podemos correr el riesgo de que sean actividades vacías; que al final, en vez de ayudarnos, nos agobien y desperdicien nuestro tiempo. Las actividades deben ser medios que nos ayuden a llegar a nuestro horizonte, la santidad, la autentica felicidad. Una vida plena se alcanza cuando somos capaces de ver nuestro día a día como una oportunidad de alabar a Dios con nuestro actuar; y el ambiente universitario es una etapa muy especial para llegar a conseguirlo.