Hace algunos años, cuando empecé a viajar con más frecuencia mi mamá me regaló un dije con una imagen de la Virgen de Guadalupe y me dijo: «te encomiendo a la Virgencita en cada viaje que hagas», desde ahí siempre llevo mi dije a todas partes. Esta vez, fui a la Ciudad de México con mi esposo, y por supuesto no podíamos dejar de visitar la Basílica de Guadalupe y agradecerle por todo su cariño y protección. Pero como María y Su Hijo nunca se dejan ganar en generosidad, tuvimos una experiencia más linda de lo que imaginábamos.

Llegamos al mediodía a la Basílica de Santa María de Guadalupe y había una misa especial para las personas del estado de Chiapas, así que la Iglesia estaba repleta de peregrinos y al final hubo bailes típicos de la región ofrecidos a la Virgen. Al salir de misa, nos encontramos con el Padre Eduardo Chávez, Director del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos y postulador de la causa de Canonización de Juan Diego, a quien mi esposo conocía. Desde ahí empezó un recorrido maravilloso.

Al pie del Cerro del Tepeyac

El lugar exacto donde María se le apareció a Juan Diego, está la nueva Basílica, donde está la imagen original de la Virgen de Guadalupe impresa naturalmente en la tilma de Juan Diego. A la izquierda, la primera Basílica construida en los años 1600 y un poco más adelante, en el lugar más sencillo y pequeño, con piso de tierra, está la primera capilla que construyeron los indígenas para la Virgen, donde estaba originalmente la imagen. En esta etapa del recorrido, el padre Eduardo repitió las palabras que le dijo María a Juan Diego, emocionado hasta las lágrimas con todos quienes estábamos escuchándolo, que también llorábamos por la emoción de su explicación en ese preciso lugar y porque de alguna manera podíamos reconocer el inmenso amor de nuestra Madre.

La aparición de la Virgen de Guadalupe es impresionante por donde se la mire

El Códice Guadalupano, que tiene todo el simbolismo que quería transmitir María en cada detalle de su imagen; además de la forma en la que se conserva la tilma, prácticamente intacta más de 500 años después de haber sufrido malos cuidados, accidentes y hasta un atentado. Pero lo que más me conmovió del recorrido y la explicación del Padre Eduardo, fue vislumbrar un poquito el inmenso amor que tiene nuestra Madre por sus hijos. Comprender que eligió manifestarse a Juan Diego, un laico indígena en un contexto en el que la Iglesia era completamente dominada por los españoles y los indígenas no eran considerados dignos para pisar la Iglesia.

Un verdadero llamado de justicia, amor y servicio hacia los más desfavorecidos, que en ese contexto eran representados en México y toda Latinoamérica por los indígenas. Es un sacudón que sigue vigente más de 500 años después, porque la indiferencia continúa, pero ahí está nuestra querida «Morenita» para recordarnos la necesidad de ser inclusivos y amar a todos por igual.  

Y como les decía al inicio, fuimos con la intención de hacerle una visita a la Virgen de Guadalupe y salimos con el mejor regalo de bodas de todos. Salimos con el corazón rebosante de alegría, sintiéndonos bendecidos por poder iniciar nuestro matrimonio con una experiencia tan increíble y con muchísimas ganas de ponernos al servicio de los demás.