

El trabajo es parte fundamental de la identidad humana y Dios lo ha querido así desde el Génesis, cuando nos dice a todos que consigamos el pan con el sudor de nuestras frentes (cf Génesis 3, 19). No lo dice como una condenación o un castigo, sino como una forma de vivir la dignidad de recibir aquello que Él nos quiere dar, tal como se lo da a las aves del cielo o las flores del campo (cf Mateo 6, 26-33). Entonces el trabajo es algo que no debemos pasar por alto en medio de nuestra vida espiritual, por muy poco espiritual que parezca; sobre todo en medio de condiciones laborales hostiles y precarias y en donde muchos de nosotros luchamos arduamente por llevar el pan a nuestras mesas y cuidar de nuestras familias.
San Alberto Hurtado no solo se preocupó de la dignidad de los pobres y desfavorecidos, sino que comprendía que un medio para alcanzar la dignidad humana era la educación y el trabajo, por eso cuando habla de este último nos enseña que la palabra trabajo debería sugerirnos a todos no solo un medio para ganar la vida, sino una colaboración social. Según esta concepción del trabajo, podría ser definido: «El esfuerzo que se pone al servicio de la humanidad; esfuerzo personal en su origen, fraternal en sus fines, santificador en sus efectos». Por el trabajo el hombre da lo mejor que tiene: su actividad personal, algo suyo, lo más suyo; no su dinero, sus bienes, sino su esfuerzo, su vida misma.
No queremos tomarnos esta realidad a chiste y bajarle el perfil, pero te compartimos este video para la reflexión. Es una caricatura de muchas realidades laborales (y por ende espirituales) que miles de personas deben enfrentar de lunes a viernes; y aunque exagerado en lo que muestra, no deja de ser real en muchos casos.
Convengamos algo: el trabajo, sin importar su tipo o características es un medio digno para realizarnos. Hace unos meses comentamos y compartimos un spot que se hizo viral, y que trata esta idea.
Entonces tampoco se trata de despreciar el trabajo esforzado o sencillo de algunos. Sino que se trata de mirar nuestras ocupaciones laborales, nuestro desempeño y actitudes en el trabajo, como las mira Dios. Por eso vale la pena preguntarnos: ¿Qué espera Dios de mí en el trabajo? en vez de preguntarnos si Dios quiere darnos un empleo mejor pagado o más cómodo.
Usando el video, te invito a que miremos su ficticia realidad laboral, dividiendo las aguas en dos: tentaciones y oportunidades, entendiendo que las tentaciones son situaciones que nos exponen a dar pasos en falso espiritualmente y las oportunidades son situaciones que nos permiten avanzar en la vida y alcanzar nuestro propósito siguiendo la voluntad de Dios. Todo esto acompañado de hermosas reflexiones de san Alberto Hurtado, que nos iluminan con su sencillez y profundidad al referirse al mundo del trabajo.
Tentaciones
El conformismo y la frustración: No se trata de ambición ni de estar constantemente desafiando los límites. Muchos de nosotros somos plenamente felices viviendo de forma sencilla y austera; con trabajos modestos y sacrificados. No podemos apelar al conformismo pensando que Gaby debería ser la gerenta de la empresa, y tú no puedes sentir que eres conformista solo por el hecho que no anhelas un auto nuevo o ganar más plata. No se trata de eso.
A veces el temor de enfrentar a los superiores para pedir oportunidades de demostrar nuestras capacidades y talentos nos puede frenar y, con el tiempo, sumir en el conformismo, en que nuestras aspiraciones quedan congeladas y no les permitimos florecer. Tan solo tener el valor de decir las cosas al jefe y la esperanza de ser atendidos cambia todo. Al mismo tiempo, cuántos de los que están arriba, a cargo de otras personas, no miran con amor ni potencian las fortalezas y talentos de sus subalternos.
«Así como hay condecoraciones para los que realizan hazañas bélicas o llevan adelante con éxito gestiones diplomáticas debería haber condecoraciones para los “héroes del trabajo”, héroes ocultos sin los cuales no progresa la humanidad… Un nuevo humanismo debe reemplazar a esta concepción decadente de la historia, un humanismo del trabajo, que encuentra la mayor grandeza en el Dios obrero» (San Alberto Hurtado).
El temor por el futuro incierto: Las decisiones grandes implican riesgos; tomar la sartén por el mango requiere de carácter y templanza; eso no es cosa fácil. ¿Somos capaces de pedir aquellos recursos necesarios para realizar nuestras tareas o tememos la respuesta y los compramos con nuestro dinero? ¿Si algo me parece injusto soy capaz de alzar la voz o el miedo a perder mis seguridades me paraliza? La invitación es a caminar con fe, dejar el futuro en manos de Dios y, estando en constante comunicación con Él, estar atentos para cuando llegue el momento de dar el salto al vacío. Hagamos lo que nos toca hacer, sin temor, obviamente tampoco con imprudencias, pero con la conciencia de que Dios tiene sus manos en nuestras vidas, nuestro hoy y nuestro mañana.
«Nada más desalentador que un esfuerzo cuya finalidad no aparece… Cuando el obrero, en cambio, descubre que su trabajo tiene valor para la comunidad, que es una contribución fraternal en bien de todos, su espíritu se ilumina con nueva luz, y sus músculos cobran nuevas energías. Esfuerzo sin sentido conocido es esfuerzo perdido» (San Alberto Hurtado).
La violencia y abusos laborales: ¿Cuántos andan por ahí con miedo y ese miedo les impide valorarse y hacerse respetar por sus superiores y colegas? Lamentablemente muchos reciben un trato abusivo, y cuando eso ocurre, la tentación es justificar que los demás tienen razón y que ser tratados así es justo y merecido. De este modo uno termina acostumbrándose a la situación, lo que en el futuro se convierte en heridas, falta de amor propio y resentimiento. ¿Cómo ayudamos a aquellos que están siendo abusados en el trabajo? y ¿qué hacemos nosotros cuando se abusa de nosotros? Tener el valor de pedir ayuda y de ayudar ciertamente implica riesgos laborales y en algunos lamentables casos, represalias; pero debemos cuidar al más débil, conocer las legislaciones laborales que nos protegen en cada país y, por sobre todo, estar atentos a los más débiles, que generalmente sufren en silencio.
«Por el trabajo el hombre da lo mejor que tiene: su actividad personal, algo suyo, lo más suyo; no su dinero, sus bienes, sino su esfuerzo, su vida misma. Con razón los trabajadores se ofenden ante la benévola condescendencia de quienes consideran su tarea como algo sin valor. Trabajar en condiciones humanas es bello y produce alegría, pero esta alegría es echada a perder por los que altaneramente desprecian el esfuerzo del obrero, no obstante que se aprovechan de sus resultados» (San Alberto Hurtado).
Oportunidades
El trabajo estable y digno: Gaby tiene la oportunidad de trabajar. Esa oportunidad que miles de personas en nuestros países y ciudades buscan a diario. Ella conoce la importancia de poder vivir con estabilidad y por eso valora el llevar más de seis años en el mismo empleo; sobre todo en tiempos difíciles y de crisis. Aquellos que tenemos la bendición de poder trabajar seamos agradecidos y rindamos conforme a la oportunidad que se nos ha dado, aunque no sea el trabajo soñado. Asimismo, busquemos formas de que más personas puedan acceder a empleos y formas dignas de ganarse la vida.
«Durante siglos se despreció el trabajo, sobre todo el trabajo manual, propio de los esclavos. Los filósofos llegaron a alabar el trabajo del espíritu, pero no así el corporal. El cristianismo dio al mundo la gran lección del valor del trabajo: Cristo, el Hijo de Dios, se hizo obrero manual, escogió para sus colaboradores a simples pescadores, Pablo se gloría de no abandonar el trabajo de sus manos para nos ser gravoso a nadie, los monjes han hecho del trabajo intelectual y aun del manual una razón de ser de su existencia religiosa. Todo trabajo, tanto el intelectual como el manual aparece reivindicado en el cristianismo. El trabajo intelectual y el manual valen más o menos no por ser tales, sino por la intención más o menos pura con que cada uno cumple con su deber» (San Alberto Hurtado).
Los sueños y anhelos de una vida futura: Aun dentro del conformismo, los abusos laborales y la falta de proyección laboral, Gaby sueña; tal y como todos nosotros soñamos. Aunque nuestros sueños sean sencillos, económicamente pequeños y probablemente infantiles, son nuestros, los amamos y hacen volar nuestra imaginación y nuestro corazón. El poder celebrar los cumpleaños de otros, el revisar Facebook, el ponerse de novia. No menospreciemos los sueños y aspiraciones de los demás solo por ser sencillos. Alimentemos la esperanza de quienes están en condiciones laborales más duras; que no dejen de creer y esperar. Que trabajar sea un espacio también para soñar y encumbrar nuestros anhelos hacia Dios.
La simpleza y sencillez del corazón: ¡Qué admirable es la sencillez de Gaby! Si Jesús vino para los sencillos y humildes de corazón, entonces vino para gente como ella; que no se complica, que hace de todo una bendición, que mira todo desde la mitad medio llena; que se contenta con cosas pequeñas como lograr conectar una llamada entre varias personas o conseguir dinero para comprar vasos plásticos. Que en nuestros trabajos, no solo nos alegren los grandes logros económicos, ascensos y promociones dentro de la empresa, sino que también nuestro corazón se contente con cosas sencillas; de esas que Dios nos regala a cada momento.
«El trabajo es un esfuerzo fraternal, es la mejor manera de probar el amor por los hermanos, responde a las exigencias de la justicia social y de la caridad. Una parte importante de la educación debería consistir en descubrir el sentido social de cada trabajo, pues el conocimiento de la finalidad del esfuerzo hará más interesante el trabajo mismo» (San Alberto Hurtado).
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