

La publicidad del canal danés TV2 Denmark nos acerca a una idea muy interesante, la de “encasillar” a los demás, poner etiquetas a quien vemos o conocemos poco solo por nuestros estereotipos.
Poco a poco, mientras avanza el comercial, se va describiendo a todas las personas que aparecen en el estudio: «Los de altos ingresos y los que viven al día», «la gente del campo y los que nunca han visto una vaca» y con ello el locutor afirma: «están con los que compartimos algo y con los que no tenemos nada en común». Esta parte del video es maravillosa y tiene mucho de verdad, pues reconoce la riqueza de la diversidad y a la vez como podemos llegar a tener tantas similitudes entre personas por más distintos que parezcamos.
Además, evidencia que los seres humanos tenemos los mismos derechos y capacidades, así como que la tolerancia y el respeto son valores fundamentales que nos abren al encuentro con el prójimo. Sin embargo, el tema de las etiquetas ha sido muy utilizado (diría que demasiado) en este último tiempo e incluso politizado por fenómenos como el de la ola de inmigrantes, el racismo ocasionado por el Brexit o las políticas de Trump. También sale mucho a relucir en discursos feministas y de ideología de género, en los que se pretende usar esto para supuestamente luchar por la ‘igualdad’ entre hombres y mujeres sin distinción de ‘género’.
El video continúa con un presentador que empieza a hacer algunas preguntas para que quien se identifique pase al frente. Empieza con cuestiones sencillas como: «¿Quién ha sido el payaso de su clase?» o «¿quién ama bailar?», muchísimos pasan. Pero empiezan las preguntas más complejas y los que han sufrido abuso escolar pasan, pero también los que “han acosado” y se ven las caras de arrepentimiento de algunos en este grupo, pero, ¿de verdad están arrepentidos o avergonzados solo por decir que lo fueron? El testimonio es un recurso, que también es recurrente hoy en día para decir que “hablar te libera”, pero hay que preguntarnos si esto es suficiente. Debemos ir más allá, con una actitud de perdón y verdadero arrepentimiento, saber perdonar y ser perdonados no es tarea fácil, pero es un proceso esencial para poder superarlo a cabalidad.
Y ahora empieza de nuevo el locutor a describir a quienes pasan al frente «los que estamos muy enamorados», «los que nos sentimos solos», y continúa: «los que somos bisexuales» (en esa parte pasa un chico y todos le aplauden), «y los que reconocemos el coraje de los demás», refiriéndose a la escena previa. Y aquí nos preguntamos: ¿es aquello un sinónimo de coraje?, ¿por qué no poner etiquetas significa normalizar cualquier situación?
El video empieza como una idea genial que predica que todos debemos ser aceptados como somos, pero a medida que avanza, empieza a normalizar posturas que no todos compartimos. Entonces, es hora de hacer una aclaración: una cosa es tolerar a los demás como son –y por supuesto no vulnerar sus derechos jamás– pero otra es aceptar todo lo que el resto hace como algo que está bien. Los cristianos no podemos ser tibios, estamos en el deber de defender nuestras posturas y cuestionar lo que nos parece incorrecto.
El Papa Francisco ha hablado de la tibieza en varias ocasiones y llama a aquellos fieles que no aceptan “el estilo divino” y prefieren guiar sus vidas con “caprichos espirituales” alejados de la voluntad de Dios a no ser “cristianos a medias”, cristianos con “pero…”. El Santo Padre nos pide que no nos quedemos dormidos «en la tibieza, en la convicción de no necesitar nada, de no hacer daño a nadie», pues debemos ser fieles al proyecto divino.
La campaña que presenta el video puede confundirnos al hacernos pensar que se habla de una buena causa, pero a la vez presenta como normal algo que no necesariamente lo es, reproduciendo discursos de ‘igualdad’ que borran diferencias esenciales y discriminan (sí, discriminan) a quienes sí ven las diferencias (que no tiene nada de malo). Por ello es muy importante tener un criterio claro, así como la capacidad de discernir claramente y ser críticos frente a los pensamientos de moda.
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