Hace un poco más de dos días un video de dos sacerdotes, el P. Ketih Romke y el P. Kyle Manno, haciendo «carpool karaoke» al mismo estilo de James Corden de «The Late Show» ha levantado polvo.

Ambos sacerdotes comparten un recorrido en auto, conversan y canta temas de ¡Justin Timberlake y Taylor Swift! (¿Qué cosa?) No solo esto, en el camino se les une nada más que el Obispo de Rockford, Mons. David Malloy, y juntos se dirigen a un evento vocacional en el que participaban jóvenes de entre 13 y 16 años.

Las reacciones por este simpático video no se han hecho esperar, muchos han visto el comportamiento de los sacerdotes casi como un escándalo. Pero hoy quisiera que nos detengamos un poquito y veamos el mensaje que creo yo estos hombres de Dios querían transmitir y lograron transmitir a los jóvenes que los esperaban en el evento.

Los sacerdotes son hombres como cualquier hombre, que han respondido a una llamada hecha por Dios, es cierto pero, su humanidad sigue ahí. Tienen hambre, les gusta cierto tipo de comida y de música, comparten con sus amigos, se divierten y ríen. Qué forma más cercana de acercarse a un joven, como a los que iban a dirigirse en el evento que manejando su mismo idioma, volverse sencillo como ellos y a la vez llevarles una historia de amor a Dios.

Durante el camino se da un momento muy importante, Mons. David Malloy, cuenta a los jóvenes sacerdotes cómo fue que sintió el llamado:

«Vengo de una familia de médicos y enfermeras y pensé que iba a ser un doctor. Todos mis estudios en la universidad fueron de ciencias y en ese tiempo iba a misa todos los días, también iba a la adoración eucarística y rezaba mi rosario. Uno también puede rezar el rosario y ser un buen médico. (…) El Señor me decía: «nunca vas a ser feliz hasta que me escuches, hasta que aceptes lo que te estoy pidiendo. Entonces fui al seminario y el resultado fue una vida muy feliz” “(…) no renunciaría a esto por nada”».

En un mundo donde la simple decisión de ser sacerdote, para muchos, es ya un escándalo, ver a estos sacerdotes despojarse de una imagen y mostrarse frágiles como cualquiera, creo que es refrescante, creo que a cualquier joven con un mínimo de inquietud vocacional lo anima a dar el salto y hacerse la pregunta completa: ¿Qué quiere Dios de mi?