En nuestro día a día nos vemos bombardeados de información. Desde posts en Instagram o Facebook, pasando por revistas de todo tipo hasta nuestros programas favoritos de televisión, cable o Netflix. Es innegable que la publicidad que estos medios de comunicación nos trae forja en nosotros ciertos parámetros, estándares e incluso prejuicios que asimilamos sin percatarnos.

Este acceso fácil e inmediato a información es en muchos casos una herramienta poderosa que podemos usar para nuestro propio desarrollo. El problema se genera cuando ésta no se procesa desde una visión crítica. Todos hemos escuchado, por ejemplo, del famoso caso de las “fake news” (noticias falsas) que se esparcían (o ¿se esparcen?) en Facebook. Este caso tomó especial relevancia cuando se descubrió que estas noticias, a pesar de ser información falsa, no recibían ningún tipo de veto ni censura. Por el contrario, eran compartidas casi viralmente. Lo grave de este tema son sus consecuencias, pues tanto la información como la desinformación pueden influir en las percepciones de la gente, modelar actitudes y comportamientos que afectan a decisiones de todo tipo, incluso al momento de votar por sus mandatarios.

En el video que les traemos hoy, vemos esta realidad reflejada en las revistas para mujeres. En ellas se ve que el mayor porcentaje de su contenido es publicidad. Es hasta cierto punto entendible que estas revistas tengan que financiar su publicación con anuncios de productos. El problema es el contenido tendencioso que se vende. Más allá de la publicidad que trata de convencerte de que tienes que adquirir tal o cual producto para ser socialmente aceptado y/o para ser feliz. Más allá de las imágenes de rostros y cuerpos editados con Photoshop, o peor aún, el uso de cuerpos irreales generados por computadora. Más allá de las estrategias poco honestas que puedan utilizar, está el mensaje. La idea de atentar contra tu autoestima y manipular la imagen que la sociedad y tú debes tener de ti misma(o).

Pero esto no solo se ve en revistas para mujeres; es una estrategia que se encuentra en todas partes: redes sociales, películas, series, videojuegos, prensa escrita, etc. La mentira que se predica va dirigida, por lo general, a una exaltación desmedida de la belleza, dinero, fama, consumo, etc.; generando en nosotros necesidades inútiles y/o sensaciones de carencia que antes no teníamos. En casos más extremos, se utilizan estos medios de comunicación para difundir propaganda política o ideológica e implantar agendas de lobbies de todo tipo.

Detengámonos un momento entonces y analicemos qué significa esto: ¿vamos a dejar de ver nuestros programas favoritos?, ¿dejaremos de usar nuestras redes sociales?, ¿es la respuesta aislarnos? Nuestro propio Señor nos responde: «No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad» (Jn 17, 15-16). Es decir, no, la respuesta no es aislarnos. Al contrario, el llamado de los católicos es no solo participar en nuestra sociedad sino llevar la luz de su Palabra a todos los ámbitos. Como dice en el Evangelio, debemos primero santificarnos en la verdad y a la luz de ella, discernir… En términos prácticos, san Pablo nos dice: «Todo es lícito, pero no todo es provechoso. Todo es permitido, pero no todo es constructivo» (1 Cor 10, 23).

¿Cómo adquiriremos entonces la sabiduría necesaria para discernir? Al respecto, el padre Bernardo Hurault comenta: «La sabiduría auténtica del hombre no es el puro conocimiento técnico, ni el arte de ganar dinero, ni la pura reflexión humana. La sabiduría es saber, ¿qué es lo que Dios pide al hombre?, ¿qué es lo que Dios pide de mí?».

Así, lo grave no es no tener el conocimiento necesario para discernir, o no ser bueno en eso, pues es algo que iremos desarrollando a medida que lo practiquemos y que profundicemos nuestra relación con la Verdad. La verdadera tragedia es comportarnos como autómatas, es recibir información (desde mera publicidad hasta propaganda) sin procesarla, sin aplicar filtros ni contrastarla con nuestros principios. Es ser ese tipo de personas de las cuales reprochan las escrituras: «no conocen los caminos del saber y ni se preocupan por élno añaden a la experiencia de sus padres» (Ba 3, 21).

Finalmente, comparto un comentario del Papa emérito Benedicto XVI, que ya en el 2011, estando consciente de este problema, no solo lo describe sino que nos da la solución para tener un discernimiento efectivo:

«En nuestros días, la Red se está transformando cada vez más en el lugar de las preguntas y de las respuestas; más aún, a menudo el hombre contemporáneo es bombardeado por respuestas a interrogantes que nunca se ha planteado, y a necesidades que no siente. El silencio es precioso para favorecer el necesario discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente importantes. […] Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial. Una profunda reflexión nos ayuda a descubrir la relación existente entre situaciones que a primera vista parecen desconectadas entre sí, a valorar y analizar los mensajes».

Cabe señalar que silencio en este contexto no debe ser entendido meramente como ausencia de sonido, se refiere más a una actitud de escucha, de oración, de apertura a la voz de Dios. Que el Señor nos conceda la gracia de analizar mejor el contenido que recibimos y de amarlo no sólo con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas, sino también con toda nuestra mente.

Te dejamos otro buen video que te puede interesar. Coméntanos qué piensas sobre este tema 🙂