¿Cuántas veces viste sufrir a un amigo o a un familiar y no supiste qué decirle? O más aún, ¿cuántas veces te preguntaste o te preguntaron sobre el sentido del sufrimiento?  Pues bien, a partir de este interesante video vamos a intentar hallar las respuestas a este movilizante interrogante de nuestra vida.

El video que vas a ver corresponde a una entrevista televisiva al célebre psiquiatra Víktor Frankl (1905-1997), fundador de la logoterapia. Ésta propone que la voluntad de sentido es la motivación primaria en el ser humano, todo esta teoría él la desarrolla en base a una experiencia pues es uno de los sobrevivientes de los campos de concentración del régimen nazi.

El sufrimiento entre el misterio y la prueba

Víktor Frankl nos dice que la desesperanza es igual al sufrimiento sin sentido. Esto nos lleva inevitablemente a preguntarnos: ¿cuál es ese sentido que percibimos los cristianos detrás del padecimiento? O antes bien, ¿qué es el sufrimiento? El Papa San Juan Pablo II, en su Carta Apostólica «Salvifici Doloris», sostiene que «el hombre sufre a causa del mal, que es una cierta falta, limitación o distorsión del bien» (Salvifici Doloris, 7).

El sufrimiento es, consecuentemente, la experiencia que el hombre tiene del mal, tanto en sentido físico como moral. Esto se debe fundamentalmente a las consecuencias del pecado original, por el cual nos hemos privado de la santidad y de la justicia original, y la causa por la que nuestra naturaleza «(…) esta herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento, al imperio de la muerte e inclinada al pecado»(Catecismo de la Iglesia católica, 405).

Hasta aquí el qué y el por qué del sufrimiento. Pero, ¿qué hay del sentido? ¿Existe realmente un para qué? ¡Sí! Pero primero debemos entender que este padecimiento existencial es un misterio –término con que la Iglesia designa a una verdad sobrenatural que está por encima de nuestra inteligencia finita–. Un ejemplo útil consiste en pensar en la relación de la razón con el misterio como un barco que se adentra en el mar. A medida que avanza, el horizonte le sigue pareciendo inalcanzable, pero si mira hacia atrás puede reconocer el camino recorrido. De este modo, tenemos que ser conscientes que nuestras explicaciones siempre parciales nunca agotarán la profundidad de la realidad sobrenatural, aunque seamos capaces de incrementar nuestros conocimientos al respecto.

Esto último guarda alguna relación con lo que afirma Frankl al manifestar que los seres humanos debemos aceptar nuestra incapacidad para reconocer intelectualmente el sentido último de nuestras vidas, pero no obstante podemos creer en ese sentido. Por ello la respuesta plena a estos interrogantes requiere de una fe que supla nuestras limitaciones.

Habiendo profundizado en estas cosas, es posible precisar que «el sufrimiento debe servir para la conversión, es decir, para la reconstrucción del bien en el sujeto» (Salvifici Doloris, 12) y que «en efecto, es siempre una prueba —a veces una prueba bastante dura—, a la que es sometida la humanidad» (Salvifici Doloris, 23).

Esta es una primera respuesta. Sin embargo, con cierta probabilidad, aún no estés completamente satisfecho con esta incipiente aproximación. Y es que «el amor es también la fuente más plena de la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Esta pregunta ha sido dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo» (Salvifici Doloris, 13)

Poner nuestro sufrimiento en las manos del Señor

La respuesta está en Jesús. Él da sentido no solo con sus enseñanzas sino ante todo con su propio sufrimiento, el cual ha asumido por nosotros. De alguna manera, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo. (Salvifici Doloris, 19) Esto es posible porque el sufrimiento redentor de Jesús –que nos ha reconciliado con nuestro Creador– «se ha abierto desde el comienzo, y constantemente se abre, a cada sufrimiento humano» (Salvifici Doloris, 24)

El sufrimiento no vale por sí mismo, solo cobra un significado en la medida en que lo aceptamos con amor y se lo entregamos a Dios para cooperar en la redención del mundo. ¡Es la mayor ocasión que tenemos los seres humanos para unirnos a Cristo amorosamente!

Seguramente en este instante te preguntarás:  ¿En qué medida el aceptar el sufrimiento y el disponerlo a Dios nos ayuda, además, a superar aquel dolor que desgarra nuestro espíritu? Pues, en la medida en que aceptamos nuestras dolencias, brota en nosotros la virtud de la perseverancia y con ella emerge la esperanza de que este sufrimiento no prevalecerá. «A medida que participa de este amor [brindado por Dios], el hombre se encuentra hasta el fondo en el sufrimiento: reencuentra «el alma», que le parecía haber «perdido» a causa del sufrimiento». (Salvifici Doloris, 23)

Y aquí Frankl tiene especial razón. El factor determinante es la decisión. De cada uno depende tomar el sufrimiento y  moldearlo en un logro, una tragedia en un triunfo personal. No es tarea fácil, muchas veces el pesar nos despedaza por dentro. Pero como cristianos siempre tenemos una alternativa: mirar a Jesús en la cruz y recordar estas palabras: «Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). En el amor de Cristo descubrimos el sentido salvífico del sufrimiento.

Espero que este recurso te haya ayudado. Si quieres profundizar en este tema te recomiendo la encíclica «Spe Salvi» del Papa emérito Benedicto XVI o la exhortación apostólica «Gaudete in Domino» del Papa Pablo VI.

Para el uso de este recurso comenzaría exponiendo el video y luego trabajaría las diferentes afirmaciones del entrevistado en el orden de exposición del post. Antes que focalizarte en el desarrollo de argumentos en relación al sufrimiento humano desde un punto de vista que se agote en lo intelectual, te recomendaría invitar a las personas a que reflexionen de qué manera pueden transformar las dolencias, obstáculos o limitaciones que enfrentan a diario, en experiencias de crecimiento personal.

Y para terminar les dejamos un último pensamiento:

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