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Hoy es el día en el que todo el mundo se «acuerda» de «ponerse romántico». Y entonces somos testigos de expresiones de «amor» como las que vemos en este divertido video de publicidad. Pero no hay que confundir romanticismo con amor. Son tan distintos como un huevo es distinto de un ladrillo. Y no es que tenga nada en contra del amor romántico, del amor galante o de las demostraciones públicas de afecto. Son componentes necesarios del amor, son un condimento que le da gusto y sabor a la aventura de amar. El problema de esta época es que muchas veces el amor se queda ahí, en solamente eso. Y lo que debería ser un condimento, un aditivo para realzar el amor se convierte en el ingrediente principal.



El amor pasa por varias etapas, la primera de las cuales es la de infatuación donde vemos a parejas ponerse frenéticamente en ridículo como esta pareja del video. Es la etapa de la atracción física y sentimental, la etapa en la que las hormonas y los instintos juegan un rol principal. Esa es conocida por todos, se la llama enamoramiento, metejón, camote, apego, estar templado, flechados, estar empelotado, encarretado, camotudo… Cada país tiene cientos de sinónimos para definir lo mismo: están los dos hechos unos perfectos idiotas por el otro. Pero el amor no puede quedarse allí, por la misma razón que dice el video: porque lo dulce no cambia la sed. Ese apego, esa ansia de compartir todo con el ser amado es el ansia de infinito de nuestro corazón, como decía San Agustín: «Nos hiciste, Señor, para Ti e inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en Ti»

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El problema es que nos enamoramos de un ser finito, de un ser con muchos defectos y esa ansia de infinito se agrava mientras estamos enamorados. Nuestro corazón está inquieto, y cuando pasa esta etapa, llega una etapa de «caer en la realidad». Muchas personas inmaduras no logran superar esta etapa, y abandonan a su «gran amor» para ir a buscar el frenesí de las hormonas, los instintos, el amor puramente sentimental en otro o en otra. Esas personas comienzan a ser promiscuas o a buscar cualquiera que le pueda seguir el ritmo de sus hormonas. Pero nada duradero puede surgir de este amor superficial, instintivo, sentimental. El Papa Francisco lo dijo en San Valentín el año pasado:

[su_quote]»Estamos juntos hasta que nos dure el amor»… Pero, ¿qué entendemos por «amor»? ¿Sólo un sentimiento, una condición psicofísica? Ciertamente, si es así no se puede construir sobre ello nada sólido. ..Si el amor es una relación, entonces es una realidad que crece y también podemos decir, a modo de ejemplo, que se construye como una casa. Y la casa se edifica en compañía, ¡no solos!.. No querrán construirla sobre la arena de los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa: que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza[/su_quote]

Una verdadera historia de amor es un triángulo amoroso: «Si Dios no construye la casa, en vano se afanan los que la construyen» (Salmo 127, 1). Nuestra historia de amor tiene que incluir a Dios no como un empleado al que recurrimos cuando estamos necesitados, sino como el componente principal de nuestra relación. «Te amo, no sólo porque eres bella (o por cualquier otra cualidad que tengas), sino porque eres hija de Dios» La condición de hijos de Dios no cambia nunca, y cuando amamos a nuestro novio, o cónyuge en esa dimensión trascendente, entonces sí, ese amor calma nuestra sed de infinito.

Este video, por más tonto que parezca, nos puede mover a reflexionar: ¿Qué calma nuestra sed espiritual? ¿Tenemos a Dios como eje de nuestra vida? ¿Amamos realmente a Dios sobre todas las cosas? ¿Amamos a nuestro prójimo como Dios lo Ama? ¡Qué hermoso poder llegar un día a amar a todos los hombres como Dios nos ama a nosotros!