Aaron y su madre han salido al parque para festejar su cumpleaños, él es un niño muy activo que está cumpliendo alrededor de 8 o 9 años. De repente, Aaron está jugando en los columpios y su madre lo pierde de vista, por lo que entra en desesperación y llama a su esposo, quien le da una terrible noticia, que en realidad ella ya conocía.    

Confieso que, al ver este video pensé que era un poco exagerado afirmar que alguien, después de tanto tiempo de haber tenido un aborto, seguiría recordando e imaginando al niño que nunca tuvo. Así que me puse a investigar un poco y tras leer algunos testimonios de mujeres que tuvieron abortos, entendí que sí puede suceder. Algunos estudios afirman que en la mayoría de los casos el aborto es un tema que no puede ser olvidado por quien lo cometió y se lo vive incluso como “un asunto en curso” (Boulind & Edwards, 2008; Fielding et al., 2014; Trybulski, 2006) que trae consigo pensamientos angustiantes e incluso fantasías y sueños con el hijo ausente. Exactamente como le sucede a la mujer del corto, quien vive una vida paralela con Aaron, el hijo que nunca llegó a tener.  

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La mamá de Aaron aparece en las escenas de su pérdida con sentimientos de desesperación y ansiedad. Cuando habla con su esposo y él le recuerda que nunca tuvieron al niño, ella se siente triste y desolada, como muestran los estudios de mujeres que han pasado por las secuelas del síndrome post-aborto. El sentimiento de culpa también ha llevado a muchas a consumir drogas, al alcoholismo y la depresión, que incluso ha terminado en suicidios (testimonios citados en Gómez & Henríquez, 2014).

A pesar de que es importante conocer estos datos y entender que las secuelas del aborto son realmente graves, también debemos estar conscientes de las situaciones extremas que puede vivir una mujer sin apoyo, con miedo y con poco conocimiento de sus consecuencias. Es por eso que existen muchos centros de apoyo de iglesias, organizaciones sin fines de lucro y personas particulares como las citadas en un artículo del New York Times, que generalmente han pasado por este doloroso proceso y por ello dan acompañamiento a estas mujeres que son las segundas víctimas del proceso.   

Superar estos traumas no es imposible y si se acude a la misericordia de Dios que es infinita, será más fácil aliviar las cargas. Con respecto a este tema, el Papa Francisco ha tomado una resolución importantísima en el año de la Misericordia, a través de la Carta Apostólica Misericordia et Misera, donde concedió a los sacerdotes la facultad de absolver el pecado del aborto, para el cual antes existía la excomunión.

El Santo Padre, a pesar de enfatizar enérgicamente que “el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente” también ha afirmado que «no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir». Y que la labor de los sacerdotes es la de guiar, apoyar y aliviar «a los penitentes en este camino de reconciliación especial». Finalmente, expresa que «la misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia, que manifiesta y hace tangible la verdad profunda del Evangelio. Todo se resuelve en el amor misericordioso del Padre».