

¡Hay tantas heridas que no se pueden sanar así no más! Desengaños, traiciones, resentimientos, faltas de amor, faltas de perdón, ausencias… Esas situaciones en las que no entiendes bien por qué te sientes herido. Cuando alguien te decepciona, cuando esperabas algo más de una persona, cuando te cuesta mucho perdonar, cuando no puedes cumplir las expectativas de los demás, cuándo te cuesta mucho superar algún problema… Cosas que parecen insignificantes, que nos hacen sufrir y que buscamos remediar (no siempre de la mejor manera).
Hay un parche para cada situación, de eso no hay duda. Algunas veces bastante efectivo y otras no tanto. Depende de dónde está puesta nuestra confianza.
Sería interesante que, hoy después de ver este video, nosotros nos preguntemos cómo «parchar» nuestra vida. Pero no parcharla como suele parcharla el mundo (con curitas temporales) sino permitirnos experimentar esa mano amorosa y paciente que nos consuela, nos ama y nos sana. Dejarnos amar por Dios y por los demás; pues para poder ser sanados no tenemos que tener miedo de mirar nuestras propias heridas y llorar por ellas (como muy bien lo hacen los pequeños del video). Tampoco tener miedo a pedir ayuda y dejarnos sanar por los demás.
Este video, además, me hace pensar mucho en como es Jesús con nosotros, en especial ahora que estamos en Pascua. Él nos dice que el dolor nunca puede amordazar nuestra alma y que cuando sufrimos estamos también resucitando. Que Él no se ha avergonzado de sus manos heridas, así que nosotros tampoco debemos tener miedo de las nuestras. Que Él, por hacerse uno de nosotros, ha hecho suyo nuestro dolor y nos ha ayudado a comprender que el llanto y las heridas son compatibles con la resurrección.
«Es verdad: las llagas de Jesús son llagas de misericordia. Jesús nos invita a mirar sus llagas, nos invita a tocarlas, como a Tomás, para sanar nuestra incredulidad. Nos invita, sobre todo, a entrar en el misterio de sus llagas, que es el misterio de su amor misericordioso. A través de ellas, como por una brecha luminosa, podemos ver todo el misterio de Cristo y de Dios: su Pasión, su vida terrena –llena de compasión por los más pequeños y los enfermos–, su encarnación en el seno de María.(…) Por eso, ante mis pecados o ante las grandes tragedias del mundo, me remorderá mi conciencia, pero no perderé la paz, porque me acordaré de las llagas del Señor. Él, en efecto, ‘fue traspasado por nuestras rebeliones’. ¿Qué hay tan mortífero que no haya sido destruido por la muerte de Cristo?”, se preguntó. “Con los ojos fijos en las llagas de Jesús Resucitado, cantemos con la Iglesia: ‘Eterna es su misericordia’» (Papa Francisco).
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