Shubham Banerjee es un niño de 13 años que inventó una impresora Braille cuando tenía 12. Y no, no es un personaje de ficción, es un adolescente que creó su propia empresa para producir impresoras para ciegos de bajo costo simplemente con legos y un dispositivo de Intel. Su inspiración fue un volante que llegó a su casa pidiendo donaciones para personas ciegas y se preguntó: “¿Qué haría yo si fuera ciego?” Y empezó a pensar en todas esas cosas tan sencillas de las que se perdería: “las caras de sus amigos, un partido de fútbol o leer un libro”.

¿Cuántas veces nos ponemos en el lugar del otro? ¿Damos por hecho lo que tenemos? Pero más importante que todo eso, ¿cuántas veces esas preguntas existenciales o ideas se quedan solamente en eso? En ideas… sin acciones.


Si un niño de 12 años es capaz de armar una impresora con legos, todo lo que digamos para no hacer algo por los demás, son pretextos. Como dice Shuban en este mini documental: “Inventar es genial porque no necesitas una fábrica, no tienes que tener cierta edad, tienes que ser quienquiera que seas”. Sí, cualquier ser humano que quiera poner sus talentos al servicio de los demás y salir de su zona de confort, puede cambiar vidas.

Pensemos en los apóstoles, dejaron atrás a sus familias y a todo lo que tenían para seguir a Jesús, para encontrar la verdad y transmitirla. Quizás si dejamos atrás los miedos y actuamos como instrumentos de Dios, podemos emprender cosas grandes, como decía la Madre Teresa de Calcuta: “muchos pequeños instrumentos en las manos de Dios pueden hacer milagros”.

La semana pasada, el Papa Francisco, en su visita a Kenia, destacó:

“La tolerancia, el respeto por los demás y la búsqueda del bien común”, como “el objetivo primordial” pero también dijo que “la experiencia demuestra que la violencia, los conflictos y el terrorismo que se alimentan del miedo, la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y la frustración”.

Sería bueno responder estas preguntas: ¿qué estamos haciendo para buscar el bien común? Talvez estamos sentados en un sillón mirando el noticiero y diciendo “este mundo está cada vez más loco”, pero más locos estamos nosotros que no hacemos nada al respecto.

El domingo, después del atentado de París, el sacerdote de la misa a la que fui decía que muchas veces con nuestras malas actitudes, con demostraciones racistas y gestos de desprecio al prójimo, estamos contribuyendo indirectamente a los grandes conflictos. Porque esos niños y jóvenes que crecieron en ambientes hostiles son quienes de una u otra forma empiezan a involucrarse en bandas que buscan venganza y odio, porque no podemos esperar recibir amor si damos lo contrario. Y hacía un llamado a que seamos “hacedores de paz”, a que hagamos el esfuerzo de acoger a los “otros”, a los que son distintos a nosotros, a los que viven en nuestras ciudades porque han escapado de situaciones difíciles, a tener detalles que brinden alegría y en resumen, como decía San Francisco, a ser “instrumentos de paz.”

Qué tal si en este mundo competitivo de títulos y reconocimientos empezamos a ser licenciados en solidaridad, ingenieros del bien común y obtenemos un máster en paz…

Empecemos a respondernos la pregunta que hace este video: Y yo, ¿qué voy a hacer?