Les dejo un video que se ha hecho viral en estos días cercanos a la Navidad. Me ha gustado mucho y quería compartir con ustedes dos ideas que se me han venido a la mente: la primera es que así como pensamos en qué regalar a las personas que queremos, pensemos también en qué regalarle al Niño Jesús. Quizá no tiene que ser algo especial, quizá también puede ser ese pedacito de nuestro corazón donde necesitamos que Él entre y nos salve. La segunda idea es que, así como las personas de este video se dieron cuenta de que el mejor regalo son ellos mismos, su presencia, su tiempo, su propia existencia; el mejor regalo para nosotros es la presencia de Jesús en nuestra vida. No tiene que ser la última Navidad para que nos demos cuenta que Él es la persona más importante. Su presencia entre nosotros ha hecho que todas las situaciones, aún las más dolorosas, se hagan nuevas, cobren sentido y nos hagan, a pesar de habernos perdido, volvernos a encontrar. Y así como Él se hace presencia para nosotros, hacernos nosotros presencia de Dios para los demás (van a entender a lo que me refiero cuándo vean las respuestas finales del video).

Para terminar, les dejo un bonito texto que explica mejor lo que quiero decir:

«¿Qué es verdaderamente la Navidad para nosotros, los cristianos? Tal vez ustedes me respondan que son los días de la ternura, de la alegría, de la familia. Pero yo, entonces, volvería a preguntarles: ¿Por qué en estos días nuestra alma se alegra, por qué se llena de ternura nuestro corazón? La respuesta la sabemos todos, aunque con frecuencia no la vivamos. Yo diría que la Navidad es la prueba, repetida todos los años, de dos realidades formidables: que Dios está cerca de nosotros, y que nos ama.

Nuestro mundo moderno no es precisamente el más capacitado para entender esta cercanía de Dios. Decimos tantas veces que Dios está lejos, que nos ha abandonado, que nos sentimos solos… Parece que Dios fuera un padre que se marchó a los cielos y que vive allí muy bien, mientras sus hijos sangran en la tierra. Pero la Navidad demuestra que eso no es cierto. Al contrario. El verdadero Dios no es alguien tonante y lejano, perdido en su propia grandeza, despreocupado del abandono de sus hijos. Es alguien que abandonó Él mismo los cielos para estar entre nosotros, ser como nosotros, vivir como nosotros, sufrir y morir como nosotros. Éste es el Dios de los cristianos. No alguien que de puro grande no nos quepa en nuestro corazón. Sino alguien que se hizo pequeño para poder estar entre nosotros. Éste es el mismo centro de nuestra fe» (José Luis Martín Descalzo).

¡Feliz Navidad para todos! 🙂