Para este post les vuelvo a traer un video que muestra una campaña para concientizar sobre el consumo del alcohol. En este caso, quería proponerles reflexionar sobre la importancia de vivir nuestro presente.

En el video, vemos como el alcohol hace efecto en Mark razón por la que resulta extraído de sus vivencias (por la comisión de “lost nights”). El video critica como consumir alcohol puede privarte de disfrutar del “aquí y ahora” que es tanto mejor.

Además de los enajenantes externos (como el alcohol y otras sustancias parecidas) existen varias situaciones que pueden terminar alejarnos de nuestra realidad. Entre estas circunstancias podemos encontrar: miedos, ideas fijas, querer controlarlo todo, prejuicios… etc. El peligro es el mismo, estos “enajenantes internos” nos alejan de vivir en el presente y lo que nos ofrece.  

El presente guarda muchos designios para un cristiano. En efecto, el hombre y Dios se encuentran en el presente, en mi el “ahora”. Es a través del tiempo y de la medida en que vamos desarrollando nuestra vida por medio de hitos concretos y constantes, que el Señor muestra su misericordia, amor y verdad.

A mi alrededor veo que existe una tendencia a leer la realidad y la vida como un grupo de eventos espontáneos y aleatorios carentes de sentido. La perspectiva cristiana de lo que es la vida y del tiempo de la vida tiene como punto de partida la Providencia Divina. Desde esta perspectiva, las circunstancias y características de nuestra vida pasan de ser eventos independientes a ser circunstancias queridas (o al menos permitidas) por Alguien que nos quiere y procura nuestro bien. Recordemos aquella frase de la Carta a los Romanos: «todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios» (Romanos 8,28).

Se trata de aceptar las circunstancias de la vida en cada momento por que ellas esconden una llamada concreta, el Señor nos invita a vivir un actitud, a vivir un bien. He ahí la importancia de vivir y aprovechar el momento presente, aprender a vivir un día tras otro, dar un paso cada vez, sin saber imperativamente cuál será el siguiente. Teniendo la confianza de no exigir respuestas definitivas a largo plazo, sino aceptar que las luces se den a veces “solo por hoy”.

Aceptar el desarrollo del tiempo a lo largo de nuestra vida, y enfrentar cada momento entendido como una llamada concreta de Dios, devuelve el sentido de lo que se vive. Se pasa de tener la sensación de que todo es absurdo, caótico, a comprender que hoy existe una llamada a la que puedo responder.

¿Te identificas con esta reflexión? Nos gustaría saber lo que piensas 🙂