Estamos habituados a ver en las películas americanas, un modelo de liderazgo que a veces puede parecer confuso, porque está teñido de voluntarismo y de «creer en uno mismo».

El video que vemos hoy muestra un tipo muy diferente de liderazgo: aquí un verdadero líder, el entrenador, que tiene un jugador rebelde, Brock, que en lugar de asumir el rol que se espera de él, es indisciplinado y genera malas actitudes en el equipo.

El entrenador decide entonces darle una lección: tiene que castigar a Brock, pero el castigo no tiene como único objetivo reafirmar su autoridad: va a enseñarle una valiosa lección y va a mostrarle al equipo el líder que tiene. Esa es una primera nota característica del liderazgo positivo: no busca envanecerse en los propios logros, sino que busca suscitar nuevos líderes, que tomen la posta en el futuro. En el caso de un equipo de Fútbol Americano, lo importante es el equipo y no las individualidades.

El entrenador les propone hacer lo que a primera vista es un castigo: ¿No son muchas 30 o 50 yardas para el «gateo mortal»? Si fuera para mí, que soy un ratón de biblioteca, 3 yardas serían demasiado. Pero no para un atleta. Y para que Brock no desfallezca del esfuerzo enorme que tiene que enfrentar, el entrenador le venda los ojos. Luego le pide que dé «lo mejor que pueda», y varias veces reitera la consigna.

Curiosamente, allí me vino un recuerdo al liderazgo de Nuestro Señor cuando le pregunta a Pedro tres veces «¿Me amas?» Lo mismo que el entrenador que está buscando que el líder recupere su liderazgo, Jesús estaba buscando que Pedro olvidara su triple negación y asumiera el papel de líder de los apóstoles.

Y allí comienza el momento más emotivo de la escena: en medio de las risas y las burlas de sus compañeros de equipo, Brock comienza a llevar a Jeremy a lo largo de 10, 20, 30 yardas… Hay dos cosas hermosas que van sucediendo: el único que cree en Brock es el entrenador, y por ello lo acompaña a lo largo de todo el reto, animándolo a que dé lo mejor de sí.

A medida que Brock avanza, las burlas de sus compañeros de equipo comienzan a trocarse en un silencioso respeto. Allí radica la genialidad del entrenador: no solo corrige a Brock, sino que, la enseñanza que lo lleva a abandonar sus actitudes infantiles, es una lección para todo el equipo.

El estar «ciego» de sus avances le permitió a Brock superarse. Él creía que podía hacer las 50 yardas sin un hombre en sus espaldas. El entrenador creía que sí podía hacerlas con un hombre de 70 libras en sus espaldas, y finalmente termina atravesando todo el campo (100 yardas) con un hombre de 75 libras a sus espaldas. (Esos son los pesos en la versión en inglés). ¿Qué nos enseña esto? Lo que dice Jeremías: «Maldito el hombre que confía en el hombre». Cuando no confiamos en nuestras fuerzas, pero ponemos nuestra confianza en Dios y no estamos constantemente evaluando nuestros avances, ¡Todo es posible!

Hay otra posible lectura que se me ocurre: El entrenador representa a Dios. El campo de juego es nuestra vida, y Jeremy representa a nuestra cruz cotidiana. Si centramos nuestra mirada en la cruz, caemos por su peso, pero si centramos nuestra vista en la meta es totalmente llevadera.

Si centramos la vista en nuestras propias fuerzas, podemos caer en una confianza excesiva e injustificada. Pero si escuchamos al «entrenador» y damos cada paso en la dirección que Él nos indica, un paso por vez, dando lo mejor que podemos, ¡lograremos grandes cosas! ¡incluso por encima de nuestras expectativas y deseos!

Este video también nos puede hacer reflexionar en nuestro estilo de liderazgo. Ya sea que seamos padres de familia, sacerdotes, religiosos o catequistas: ¿Qué estilo de liderazgo tengo con mis hijos, alumnos o subalternos? ¿Es un liderazgo motivador? ¿Sé ver en mis dirigidos los Dones que Dios les regaló? ¿Sé potenciarlos y llevarlos a su mejor expresión?