

A pesar de que el video busca ser gracioso, trata de hacerlo con una crítica de fondo, lo cual me parece interesante especialmente porque puede sernos útil para generar un diálogo muy actual sobre lo que vivimos como jóvenes.
Como un primer punto, me vino una pregunta a la mente después de ver el video: ¿Cuál es el miedo que se refleja en la protagonista? Después de estar pensándolo, me vinieron dos a la mente que se complementan mutuamente. En primer lugar, el miedo a la soledad. Como vemos en el video, la chica es incapaz de quedarse sola. Hace poco, hice una encuesta en una confirmación con jóvenes de 16 años. Una de las preguntas era: ¿cuál es tu mayor miedo? El 90% aproximadamente puso la soledad. Y es que, efectivamente, las personas tienen un hambre de encuentro muy grande que muchas veces se desvía en encuentros vacíos.
Desde que nace, el ser humano se encuentra en relación con los demás, ya sea como hijo o hermanos, después, como padre o madre, como amigo (a), abuelo, etc. Nace en relación con la sociedad y eso marca nuestra personalidad, pero jamás la determina. Y aquí me quiero detener un segundo. Este video me hace ver una idea equivocada que está de fondo: «Yo soy lo que los demás piensen de mí» «Yo soy lo que la sociedad finalmente cree de mí». Es como si los demás impusieran quien soy yo, o que yo lo crea así. Por eso, me pareció muy interesante este miedo a la soledad porque creo que es reflejo de una carencia o deformidad en las relaciones de la cultura de hoy, no hay relaciones que sostengan nuestra existencia, por eso muchas veces, hay una incapacidad de quedarse en silencio consigo mismo. El hombre no solo es un ser para el encuentro, sino está en encuentro. Esa diferencia es muy importante. El hombre empieza existiendo por un diálogo. Dios llama al hombre a la existencia y el hombre responde a este llamado existiendo. Todo nuestro ser se enmarca en esta relación con un Dios que es Persona. Desde esa existencia, estamos constantemente respondiendo su llamado, ya sea que «sí» o que «no». Pero de la amistad con Él no nos podemos separar, a menos que nosotros le digamos un «no» para siempre. Esta es, por así decirlo, la relación fundamental que la de sentido a nuestro existencia. Por otro lado, hay una relación que también se ha olvidado, que es la relación con uno mismo. ¿No les ha pasado que a veces dialogan con nadie? Decimos cosas que no van dirigidos a ninguna personas fuera de nosotros, sino que quedan en nuestro interior. Uno es capaz de tener un diálogo muy auténtico con uno mismo, escucharse a sí mismo y responderse también.
¿A qué voy con todo esto? Yo creo, y esta es una opinión muy personal, que más que miedo a la soledad, hay un miedo a relacionarse auténticamente. Lo vemos por ejemplo, en las redes sociales. Solo basta mirar las conversaciones «súper profundas» de nuestro chat para darnos cuenta de ello. Las redes sociales son buenas, son un instrumento para un primer momento de relación, pero no pueden ser el fin en sí mismo. A veces, nos camuflamos detrás, como si éstas fueran anestesias que calmen (aunque sea por unos instantes) el hambre de comunión tan intensa que uno tiene. Pensemos qué distinto es preguntarle a alguien frente a frente ¿Cómo está? a hacerlo a través del chat. Es abismalmente distinto. Por eso, podemos tener un millón de amigos en las redes sociales, como Roberto Carlos quiso tener, pero ¿cuántos amigos tenemos en serio? ¿Que nos conocen, que quieren nuestra felicidad, que nos corrigen, que se comprometen, que nos alientan, que nos escuchan y se conmueven con nuestros problemas, que se alegran con nuestras alegrías, etc?
Aquí viene mi tesis para terminar: Yo creo que tenemos miedo a relacionarnos de verdad con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con todo lo creado. Es más fácil relacionarse superficialmente, pero relacionarse de verdad, requiere entrega. Para encontrarnos, se necesita salir hacia afuera de nuestro «mundito», hacia Dios y hacia los demás y sólo así nos encontramos a nosotros mismos de verdad, el auténtico universo interior. No balconear la vida, sino entrar a fondo en ella, como lo hizo Jesús como nos dijo el Papa Francisco en la JMJ en el 2013. Y agrego esto: Entrar en la vida de Dios, de nosotros mismos y de las demás a fondo. Sólo amando podremos descubrir quiénes somos y nuestra vida tendrá esa solidez, esa seguridad, esa permanencia que tanto buscamos. A eso, pienso, que se refiere el Papa Francisco, cuando nos insiste en crear una «cultura del encuentro», lo contrario a una cultura individualista y egocéntrica como lo vemos en la exageración triste de la protagonista del video.
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