Hace tres meses tengo la misma rutina, me levanto, me arreglo y salgo al trabajo. Queda aproximadamente a una hora y media de mi hogar así que hago uso diariamente del mismo transporte urbano. Con el pasar de los días me empece a dar cuenta de varios patrones en el comportamiento y aspecto de las personas. Lo que salta a la vista es que a todos les hace falta sueño, todos van cabeceando en sus sillas o incluso de pie, unos convierten el hombro del vecino en almohada, otros se apoyan en el marco de la ventana y golpean su cabeza cada vez que hay un sobre salto. En la mañana la gran mayoría va fresco, oliendo bien y con el traje de oficina bien puesto, pero en la noche es distinto, la gente tiene prisa por escapar del trabajo y llegar a casa, empujan, se molestan y tienen cara de cansados… pero algo pasa cuando cae la tarde, parece que de regreso a casa todos desahogan sus penas con el que tienen al lado, con los amigos de la oficina, con algún familiar o por el teléfono. En un día de esos en los que hay tanta gente en el bus (que a duras penas te puedes agarrar de un tubo que tiene 50 manos más), me di a la tarea de escuchar, y entonces me enteré de mil historias: unas de amor, otras de engaño, otras de aventura… pero la gran mayoría estaban relacionadas con el trabajo: quejas constantes, hablar mal del jefe, criticar a los compañeros, renegar de la paga, del mal trato, del horario o de las labores extra que les ponen. Parece que nadie está satisfecho con lo que hace.



Este video nos hace recordar 3 cosas fundamentales:

1. Lo importante no es hacer los que amamos, sino hacer nuestro trabajo con amor

No importa si la paga no alcanza para complacer ciertos caprichos, no importa si hace frío o calor, si llueve o relampaguea; no importa si nos ofrecen un mejor puesto, no importa nada porque hay amor en lo que hacemos. Desempeñar con verdadero gusto nuestro trabajo es la mayor recompensa.

Maria de la Luz, una mujer de 85 años, va todos los días al mismo lugar a vender sus nopalitos. ¿Quién iba a imaginar que una mujer de su edad, que debería estar descansado o gozando de sus años en un ambiente tranquilo junto a su familia iba a preferir no vender todos sus productos a cambio de serle fiel a sus clientes? ¿Por quë una mujer como ella rechaza la oportunidad de tener un día libre? La respuesta está en el amor, en la felicidad que le brinda su trabajo. Algunos pensarán: ¿que alegría va a encontrar esta pobre mujer con un trabajo como este? Lo que sucede es que (a veces) no comprendemos de donde brota la felicidad del otro. Desconocemos el motivo por el que esa persona sigue luchando o no tenemos idea de que tal vez ese trabajo es lo único con lo que cuenta esa persona, lo único que sabe hacer. Tal vez esta mujer no tiene familia y sus clientes sean su mayor regalo; tal vez a esta mujer nadie la espera en casa después de una larga jornada de trabajo y disfrute del servicio que le presta a los demás y de eso se trate su vida, de servir sin esperar nada a cambio.

2. «La felicidad no es un app que se puede bajar del celular»

Una frase que hace pocos días el Papa Francisco le dijo a los jóvenes y que es bastante cierta. Millones de personas al rededor del mundo gozan de salarios extraordinarios pero a cambio no tiene vida, no pueden compartir tiempo con su familia, no le pueden dar a sus hijos el beso de buenas noches, no conocen los gustos de su esposa, no pueden disfrutar de una cena tranquilos, no se enamoran, no bailan, no cantan y hasta olvidaron reír; algunos solo respiran trabajo y dejan que la vida se les pase, así sin mas. Qué amargo es pensar que se nos pueden ir los años perdiéndolo todo a cambio de nada. Nos hemos inventado la palabra «estres», nuestros abuelos jamás dijeron: ¡oh, qué estresado me tiene este trabajo! Somos nosotros quienes a diario exigimos más de la cuenta, más dinero, más carros, más ropa, más casas, ¡más más y más de lo que solo se puede obtener con dinero! y, ¿qué hay de eso que el dinero no puede comprar? ¿Qué sería de la vida de María si algún día no le permiten trabajar más?, ¿sería feliz?

3. Lo importante es amar, servir y ser agradecidos

Esta humilde señora nos da una lección, nos hace mirar nuestra vida desde otro ángulo. Si cada mañana cuando suena el despertador quieres morir de pereza, si te da dolor de estómago llegar a la oficina, si te acostumbraste a los insultos de tu jefe, si cuentas las horas para terminar la jornada, si la única hora feliz del día es la del almuerzo o si no sonríes ni por equivocación, ¿adivina que? Hay algo que esta mal –no en lo que haces probablemente– sino en cómo lo haces. Pero no es tan grave porque ninguno de nosotros es un árbol, plantado y sembrado por siempre en el mismo lugar, podemos tomar decisiones, correr riesgos, equivocarnos, triunfar, fracasar y volver a intentarlo. Lo importante aquí es amar en lo que hacemos, servir y ser agradecidos. El trabajo no se tiene que convertir en el dolor de cabeza de cada domingo en la noche, el lunes no tiene que ser sinónimo de tortura, al contrario, cada día debemos estar dispuestos a hacer lo que María de la Luz hizo: ser capaces de poner en un segundo plano el dinero por amor a lo que hacemos, por amor al servicio.


Les dejamos otro artículo que complementa esta reflexión. Esperamos que les sea muy útil en su apostolado 🙂