

¿Qué es lo más importante en la vida? Por impulso, y de acuerdo a nuestra formación y cultura, las respuestas irán inundando nuestro pensamiento. Creo que independientemente de nuestro lugar de procedencia y formación particular el anhelo del ser humano por ser feliz es la constante.
Hace unos días las redes sociales se conmovieron con la contundente lección de humanidad que el entrenador del club de baloncesto más prestigioso de Lituania, el «Zalgiris Kaunas», le dio a un periodista que en una rueda de prensa increpaba al entrenador la ausencia de su jugador estrella, el brasileño Augusto Lima, en la semifinal del campeonato. El jugador se había ausentado para asistir al nacimiento de su hijo.
Sarunas Jasikevicius, con una notable tranquilidad y firmeza se dirige al periodista y le da una lección que jamás olvidará. En Catholic Link nos preguntamos de dónde viene esta firmeza y convicción que denotan una calidad humana digna de reconocimiento. La historia del origen de Jasikevicius merece ser contada. Su madre, Rita, pertenecía a la selección soviética de Handball, camino a los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976 descubrió que estaba embarazada y al comunicárselo a su entrenador, en nombre de continuar con su prometedora carrera deportiva, éste le sugirió que abortara.
Rita, no abortó, quería ser madre. Jamás pudo asistir a una Olimpiada, jamás la volvieron a convocar para la selección, pero frecuentemente bromeaba con su hijo: «me debes unos Juegos Olímpicos», deuda que Sarunas “pagó” cuando llevó a su madre a Sidney 2000 y pudo ver a su hijo colgarse la medalla de bronce.
A veces el prestigio, la necesidad de éxito y triunfo nos nublan la vista y nos apartan de lo que verdaderamente importa en esta vida. Es simbólico que haya sido un “entrenador”, aquel que forma y acompaña, el que nos recuerde hacia dónde mirar.
«El gravísimo deber de transmitir la vida humana ha sido siempre para los esposos, colaboradores libres y responsables de Dios Creador, fuente de grandes alegrías aunque algunas veces acompañadas de no pocas dificultades y angustias» (S.S. Pablo VI – Carta Encíclica Humanae Vitae).
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