«The Kiosk» es un cortometraje que nos cuestiona y nos hace pensar en que todos hemos sido alguna vez esta mujer. Nos hemos levantado día tras día, siguiendo la misma rutina, rodeándonos de los personajes que viven a diario intensos dolores, inmersos en una constante lucha contra sus problemas y sus complejos. Hemos olvidado que en el otro hay un infinito universo colmado de dudas, inseguridades, temores y miedos, y hemos observado a quienes nos rodean sin inmutarnos. A veces incluso, tras ignorar al otro, estiramos la mano solo para alcanzar aquellas cosas que desde nuestros egoísmos deseamos. Vivimos en un prolongado letargo, aplazando sueños mientras seguimos acostumbrados al monótono vacío de nuestra cotidianidad. Terminamos el día bajo una atmósfera densa, con una calma efímera, y mientras intentamos conciliar el sueño, pensamos con nostalgia en aquellos sueños constantemente aplazados.

Vivimos sin ensuciarnos, nos contentamos un poco con sonreír, dar un consejo fútil y una palmadita suave en el hombro, fingiendo timidez, intentando complacer a todos, sin involucrarnos demasiado con el dolor ajeno y los miedos de los otros, con tal de no incomodarnos. Sin embargo, seguir aplazando sueños por vivir en el límite del ensimismamiento y la eterna comodidad, termina por agobiarnos.

Tras consolar al otro desde lo básico y autocomplacernos con inútiles detalles en búsqueda del olvido del aparente fracaso de nuestros sueños, terminamos rotos sobre el pavimento. Pero después de caer, y de recoger uno a uno nuestros pedazos rotos, seguimos caminando. Esa caída, y la obligada y abrupta salida de nuestras comodidades, son la puerta de salida para cumplir aquellos sueños que han sido aplazados.

Terminar con los conformismos, romper las barreras impuestas por los temores humanos, ver al otro desde su vulnerabilidad, y demostrar interés real por ayudarlo, nos enseñan un poco que al salir de nuestros propios esquemas podemos evitar la mala costumbre de aplazar nuestros sueños.

Escrito por María Antonia González.