Para quienes hacemos apostolado desde hace tiempo, algunas veces se nos hace difícil recuperar la consciencia de qué es lo que realmente estamos haciendo. No es lo mismo para quienes comienzan. Estos llenos de entusiasmo, ganas, inseguridades y temores, son cuidadosos con cada paso que dan (pues saben que hacer apostolado y servir a los demás es una gran responsabilidad).

La costumbre nos hace perder la motivación y nos convierte en funcionarios de oficina que «cumplen» con su labor pero no van más allá. Estamos constantemente actualizándonos y leyendo lo que el Papa y la Iglesia nos van entregando y llenamos nuestra cabeza con las cosas de las que debiera estar lleno nuestro corazón.

Te invito a ponerte en el lugar del conductor del «taxi moto». Tú y tu equipo de trabajo pastoral son ese conductor, haciendo el trabajo de rutina, llevando cosas de aquí para allá, preparando las reuniones semanalmente, buscando los últimos y divertidos videos que publica la gente de Catholic-link o algún otro sitio similar. De pronto, entre los quehaceres de siempre miras hacia atrás y te das cuenta de quién es a quién estás llevando de pasajero: Jesús. Ahí es cuando tomas el peso de que luego de haber tenido tu propio encuentro personal con Jesús, has sido enviado y Él siempre ha estado junto a ti en este viaje, no hay de otra forma, todos los bautizados tienen el mismo envío misionero.



Nunca olvidemos quién es «El Pasajero» que motiva nuestro viaje

No transportas cualquier cosa, no llevas un montón de libros y manuales o un calendario lleno de Santos que celebrar, sino que vas con el Hijo de Dios y Él ha confiado en que tú eres capaz de llevarlo a cada rincón del planeta en tu «taxi moto» que sabemos –no es un modelo de lujo– pero cumple con su objetivo: es capaz de hacerlo bien, por eso Jesús –casi sin preguntar– se ha convertido en tu pasajero.

Tómate un minuto antes de seguir leyendo, pero no mires hacia el asiento de atrás, sino que mira en tu historia de apóstol y recuerda esas veces en que sentiste la adrenalina de saber que llevas a Jesús como pasajero y que debes hacerlo bien, no por temor, sino por amor, porque tienes conciencia de lo importante que es que Él llegue a un destino, que sea transportando íntegramente y que sigas siendo su taxista para los próximos viajes. Deseo compartir contigo algunas ideas que es necesario volver a reflexionar para mantener siempre esa motivación y pasión por llevar a Jesús:

1. Lo llevamos a Él

Quien debe llegar a los corazones de las personas es Jesús. La buena noticia (Evangelio) consiste en que Dios nos ama y envía a su hijo para darnos vida, Él es la buena nueva. No vaya a ser que te enredes entre tanta cosa que dejes al pasajero principal sin llegar a su destino. De nada sirve que tú llegues bien, que llegue bien la doctrina y la materia teórica si no logran encontrar a Jesús y tú eres el encargado de comunicarlo a los demás. Eso debe apasionarte: ser un facilitador para los demás de un encuentro personal con Jesús.

El Papa Francisco nos dice «el centro es siempre Jesús» e insistió, si Jesús no está en el centro, «se comienza un camino que no se sabe cómo termina».

2. Con Él a bordo podemos más

Tener conciencia de que vamos con Él nos llena de fe y nuestra forma de conducir (hacer apostolado) debería cambiar. Esos temores e inseguridades son reemplazados por la fe y la esperanza de que lo que hacemos, si lo hacemos con amor, con oración y con una recta intención, será acompañado por la gracia de Dios. Somos capacitados por el Espíritu Santo cuando Jesús va a bordo. Así como el taxista conducía temerariamente sorteando los mayores obstáculos, quien hace apostolado es un valiente misionero que va hacia delante con el fin de llevar a Jesús a destino. Como diría el Papa Francisco: «pateen para adelante, juéguenla adelante siempre. No «balconeen» la vida, métanse en ella como hizo Jesús».

3. La persecución no detiene la marcha

Casi al final del video vemos las consecuencias de haber conducido de forma temeraria: El «taxi moto» se desarma. El apostolado viene de la mano con la persecución y Jesús nos lo advierte (Cf Mateo 10, 16-23) pero como nos enseña el Papa Francisco: «la fuerza del bautismo empuja a los cristianos al coraje de anunciar a Cristo, incluso sin seguridades, incluso en medio de las persecuciones».

4. Los costos del viaje

Quienes hacemos apostolado también pagamos costos. Poco tiempo libre (sobre todo para la familia y el descanso), persecución espiritual y social (incluso familiar por mencionar algunos), pero sabemos que Jesús no nos desampara cuando gastamos nuestra vida por Él. No obstante, como apóstoles responsables, tampoco se trata de dejar todo abandonado a su suerte porque somos los encargados de llevar a Jesús, sino que cuidamos de nuestra familia, de nuestro trabajo, de nuestros estudios y de nuestro descanso, y si en algún momento los costos del viaje son demasiado elevados, debemos mirar a Jesús y confiar en que Él no nos dejará solos.

Tú que haces apostolado y que acompañas a otros apóstoles: ¡Ánimo!, nunca olvides que es a Jesús a quien llevas de pasajero y has sido llamado a transportarlo con tu propia vida hacia todos los corazones posibles para que experimenten el amor y la paz que tú también has experimentado. Este trabajo es el mejor trabajo que pudiera existir y San Felipe Neri lo expresa así:

«Quien quiera algo que no sea Cristo, no sabe lo que quiere; quien pida algo que no sea Cristo, no sabe lo que pide; quien no trabaje por Cristo, no sabe lo que hace».

Comparte con nosotros tu testimonio de pasión Jesús a través del apostolado que realizas y cuéntanos:  ¿alguna vez has perdido la pasión por llevar a Jesús a cada rincón del mundo? ¿Las pruebas te desaniman a tal punto de caer en la rutina o incluso dejar de hacer apostolado?


Te dejamos una bonita frase para profundizar en lo que hemos hablado.