Desde hace algunos años, países europeos (pensando que era lo mejor para la humanidad), han tomado decisiones políticas y sociales cuyos resultados no han sido los mejores. El que me toca comentar hoy es el que, en mi humilde opinión, resume a todos y les da un marco de coherencia interna. Europa está (aproximadamente desde el final de la Segunda Guerra Mundial) descristianizándose. No es solo que esté haciéndose una sociedad “secular”, sino que está embarcada en un proceso de erradicación total de todo aquello que esté relacionado con el cristianismo. La independencia y el individualismo, son muestra de ello.

El video que hoy es uno de los coletazos de la descristianización de Suecia. Muchos estudios aseguran que es uno de los países con menos adeptos religiosos del mundo y con un alto grado de ateísmo: entre 46 y 85 % de los suecos no creen en un Dios. Suecia es uno de los países con mayor índice de desarrollo humano del mundo, ubicándose en el puesto 14. ¿Cómo puede un país con tan alto índice de desarrollo humano convertirse en una sociedad de misántropos?

Precisamente el desarrollo humano tiene que ver mucho con esto. La política estatal de desarrollo, llamada en sueco “Statsindividualism”, comenzó en los años 60 y 70 y estableció el objetivo del «estado de bienestar» no en la familia o en el trabajo como en casi todas las sociedades occidentales, sino en el individuo.

¿En qué consiste entonces «La teoría sueca del amor»? En que cualquier relación humana auténtica debe basarse en el principio de la independencia de las personas. El individualismo sueco ha sido llevado a límites de paroxismo, hasta el punto que (según denuncia el video) los suecos pueden pasar décadas sin ver a sus padres o una persona llevar muerta dos años sin que nadie se entere. Esta independencia, cercana a un autismo voluntario, me recuerda la frase del Génesis, luego de que Caín mate a Abel:

«Entonces el Señor dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano? Y El le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra» (Gn 4, 9-10).

Como decía G. K. Chesterton, «el error es una verdad que se ha vuelto loca». En este caso, se ha llevado la idea del individualismo hasta la locura. Este nace en la edad media, atado a la idea de que el alma humana es individual y la salvación es por tanto individual. El liberalismo toma esta idea y la propone como el ideal de la “libertad individual” considerando al individuo primordial, como persona única y en ejercicio de su plena libertad, por encima de los aspectos colectivos.

Pero cuando la verdad se vuelve loca y cuando el individualismo se toma como la norma según la cual se han de regir todas las relaciones humanas, pasa lo que pasó en Suecia: la soledad, la tristeza, la alienación, la locura que produce este aislamiento narcisista hace que se demuestre, por reducción al absurdo, que la independencia no puede ser nunca el valor más elevado de una sociedad.

Cuando veía el trailer del documental, recordaba un libro de Dominique Lapierre. «La ciudad de la alegría» en el que se retrata el panorama totalmente opuesto a esta locura: un barrio bajo de Calcuta, donde un sacerdote católico ejerce su apostolado de misericordia. El protagonista de la historia, Hasari Pal, es un conductor de Rickshaw (carrito para transportar personas) que le enseña a un médico americano descreído el secreto de la alegría: el estar dispuestos a ayudar a los demás, no importa el grado de miseria en el que uno viva. «Hay mayor alegría en dar que en recibir» (Hch, 20, 35)

Estamos buscando nuestra felicidad en nosotros mismos, o en los demás. También podríamos proponernos como propósito, una ayuda concreta a alguien necesitado, teniendo presentes las obras de misericordia corporales: visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar a los presos o enterrar a los difuntos.