

Scott Sterling es un personaje de ficción creado por los productores de este video, pero perfectamente puede representar a aquellos que hacemos algún apostolado o incluso quienes ni siquiera lo hacen formalmente sino que solo son buenas personas. Es una experiencia humana: sentir que muchas veces la vida se ríe en nuestras caras pues, aunque hacemos esfuerzos por hacer las cosas bien (y de hecho las hacemos bien), algunas veces nos va mal y lo pasamos pésimo.
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Quizás muchos de nosotros nos sentimos como Scott al ofrecernos con todo gusto para asumir responsabilidades, poner nuestro esfuerzo (incluso corriendo riesgos) y nuestros resultados son buenos o al menos aceptables, pero en el proceso lo pasamos mal, es incómodo, sufrimos, recibimos varios pelotazos en la cara (y aunque finalmente todo salga bien) no se siente bien haber jugado con todo el corazón.
¿Por qué pasa esto a quienes hacemos apostolado y servimos a Dios? Muchas veces me he encontrado con apóstoles que anhelan su vida anterior, pues parecía que sufrían menos.
Una de esas creencias que pasa casi desapercibida es que, si hago las cosas bien, me tiene que ir bien, me lo merezco y Dios me bendice; en cambio si hago las cosas mal, pues me tiene que ir mal, me lo merezco, Dios se enfada y no me bendice. Eso no es muy cristiano que digamos, de hecho se llama «Karma». Ciertamente Dios es justo, pero no aplica la ley de las compensaciones ni ninguna de esas cosas; nadie cumple con los méritos, solo Jesús, por lo tanto si somos buenos; Dios nos ama, y si somos malos; Dios nos ama también, pues ama a todos, se lo merezcan o no.
Entonces aquí es donde la cosa se pone incómoda, pues la sensación es que muchas veces la vida se ríe en nuestras caras y, aunque hacemos esfuerzos por hacer las cosas bien, nos va mal. Además vemos a nuestro lado a personas que no hacen ningún esfuerzo por ser rectos, íntegros, esforzados, honestos y buscar el bien común, pero les va de lujo.
Les cuento la historia de Asaf, quien era un salmista, es decir, al igual que tu y yo, ponía sus dones al servicio de Dios y de sus hermanos, pero en un momento empezó a mirar para el lado y se dio cuenta que recibía pelotazos en la cara todo el tiempo. A los de al lado no les pasaba nada, de hecho lo pasaban fantástico y no eran ni la mitad de buenos que él. Tan mal lo pasa que escribe un salmo al respecto:
«Que bueno es Dios para Israel, el Señor para los limpios de corazón. Por poco extravían mis pies, casi resbalan mis pasos, celoso como estaba de los perversos, al ver prosperar a los malvados» (Salmo 73, 1-3).
Lo mejor de este salmo y del problema que enfrenta Asaf, es que comienza su locución con la conclusión a la que ha llegado después de su experiencia, es decir, empieza la historia contando el final: Dios es bueno con los limpios de corazón.
Los sufrimientos de Asaf se relacionan con la envidia y la pena que siente al ver a pecadores prosperando y que les va bien en la vida, mientras él, intentando vivir en santidad, humildad y obediencia no le iba del todo bien. Es decir, atajando todos los penales y haciendo a su equipo ganar, no se siente ganador, la pasa horrible. De hecho llega a decir:
«Entonces, ¿en vano me mantuve puro de corazón y lavé mis manos en señal de inocencia? Porque yo era golpead todo el día y cada mañana soportaba mi castigo» (Salmo 73, 13).
Afortunadamente para él y para nosotros (que tenemos este salmo para animarnos) encontró respuestas y las escribió:
«Hasta que entré en el santuario de Dios, y acabé entendiendo su destino» (Salmo 73, 17).
Asaf comprende que el camino que sigue (aunque parece angosto y difícil de caminar) conduce al mejor de los lugares. Servimos a Dios por amor a él y a nuestros hermanos, no por una recompensa, no para que nos vaya bien, no para salir ilesos, siempre es por amor y solo en su presencia y junto a él recibiremos consuelo y estaremos en paz a pesar de los golpes. «La vida cristiana es un camino. Es como recorrer un sendero que sube por un monte, o sea que no siempre es fácil, pero subir es algo bellísimo, en compañía de Jesús, que guía nuestra escalada» (Benedicto XVI, Encuentro Mundial de las Familias, Milán 2012).
Te garantizo el pelotazo, el dolor, las magulladuras y algunas costras; pero te garantizo también que cada uno de ellos, con el tiempo, se convertirán en un testimonio que podrás contar con una sonrisa, al mirar hacia atrás y ver como Dios ha actuado en tu vida.
Finalmente Scott Sterling se vuelve a poner de pie, tal como lo hizo Asaf y como lo tenemos que hacer tu y yo, se remplanteó, de hecho cambió de deporte y llegó a ser el jugador estrella del equipo, pero sea lo que sea que haga, siguió recibiendo pelotazos. Es que donde sea que vayas, si buscas hacer el bien, servir a los demás y buscar a Dios, habrán pelotas que esquivar.
«Quién no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad» (San Agustín).
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