Existen padres que se apasionan y desean impregnar de esa pasión todo lo que les rodea incluyendo a sus hijos. Padres que están seguros que su camino es “el camino” a seguir y confían en que esa opción dará felicidad a sus hijos. Padres que intentan a toda costa el poder guiar a sus hijos por el “lado luminoso de la fuerza”.

En “católicolandia” es común la discusión por querer llevar a los niños a las reuniones de catequesis o a misa, por dar un ejemplo. Este primer video nos lo grafica ampliamente: un padre apasionado por la historia de la guerra de las galaxias se empeña desde el nacimiento de su hija el inculcarle esta misma pasión, año a año, incansablemente, hasta que en un momento ve la huella de su “trabajo” en la hija y se siente orgulloso, la reconoce como suya.

Entonces nos podríamos preguntar: ¿Está mal adoptar los gustos de los padres? ¿Está bien forzar a los hijos a que hagan lo que nosotros, como padres, hacemos? Pensarás que es un chiste, pero sinceramente podría responderte: Ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario.

Es que cada situación es particular e inédita, por lo que los elementos a considerar siempre son variados y no podemos hacer una norma al respecto, pero sí podemos discernir algunos factores que nos podrán ayudar a estar presentes y acompañar a jóvenes que están descubriendo su vocación y a esos padres que no saben muy bien cómo orientar a sus hijos.

Para quienes trabajamos con jóvenes, el escucharles hablar acerca de su vocación y de sus ideas sobre cómo llevar adelante sus vidas es algo común y muy importante para ellos, pues gran parte de la adolescencia se la gastan descubriendo quiénes son, para qué fueron creados y qué camino deben tomar para ser realmente felices.

Dentro de esas conversaciones hay un factor que tiende a repetirse como una constante: la fuerte influencia de los padres al momento de tomar decisiones fundamentales: por ejemplo, una carrera universitaria.

Ahora vean el siguiente video:

Hay algunos muchachos que requieren un apoyo particular, porque en sus contextos familiares no están dadas las condiciones para que puedan desarrollarse. Como el gigante del video. Ya sea por los conflictos personales, por vulnerabilidades socioeconómicas u otro tipo de situaciones.

La verdad es que algunos jóvenes se encuentran a la deriva y la opción más segura para poder descubrir la vocación a la que han sido llamados, es salir de su contexto. Pero, ¿de qué manera? Tal vez tratando incansablemente de encontrar un lugar en dónde poder ser ellos mismos.

Sin una guía, sin un conocimiento. Lastimosamente esto termina en que una y otra vez se hacen daño y también hacen daño a quienes los rodean. Parece que nunca pudieran encajar.

No es que la intención de los padres sea abandonar o dejar a la deriva a sus hijos (salvado algunas lamentables excepciones), pero hay ocasiones en que las particularidades del contexto y del propio joven pueden hacen difícil que este siga la ruta trazada por su familia (si es que la hay), y así lograr realizarse como persona y vivir la vocación a la que ha sido llamado por Dios.

A veces las «dimensiones» del hogar no son lo suficientemente amplias o sólidas (como la casa del video), para acoger los sueños y los anhelos que estos jóvenes tienen, o la familia no está preparada para acoger algunas vocaciones particulares (cosa común sobre todo en aquellos con vocaciones a la vida religiosa o a carreras relacionadas con el arte).

Es por eso que queremos ayudarte a con una lista de elementos que es importante considerar al momento de discernir. No son respuestas ni soluciones, sino que son ingredientes que debes tener presentes al momento de preparar la mezcla para construir una casa a la «medida».

1. La valoración de la familia sobre la ocupación y el trabajo

Hay padres para los que el trabajo y el desarrollo profesional son un tema impostergable y no transan al respecto. He visto jóvenes a los que sus padres les dicen: «Primero terminas tu carrera universitaria y luego haces lo que quieras».

¿Esta visión aplica para todas las vocaciones? ¿Un joven con un llamado a la vida religiosa debiera tener esta carga? ¿Todos los jóvenes están llamados a ser profesionales?

2. La historia familiar y sus expectativas

Canada Island

Hay padres que sienten una fuerte responsabilidad por proveer a sus hijos de todo lo que ellos no tuvieron. Eso incluye sobre todo la formación académica.

Por otra parte, hay familias con una fuerte carga hereditaria en la que el abuelo, el padre, los tíos y hermanos comparten la profesión (médicos, abogados, ingenieros, etc.) por lo que las decisiones de los jóvenes vienen pre-resueltas de antemano, como si estuvieran predestinados a ser una cosa u otra.

¿Qué tan feliz será ese joven al seguir los pasos de su padre y sus abuelos? ¿Qué tan feliz serán esos padres y abuelos al ver a ese joven seguir sus pasos de mala gana? ¿Cuánto conozco a mi hijo, sus gustos, sus talentos?

3. Las expectativas de renta y prosperidad del mismo joven

Esa decisión basada meramente en lo estadístico y objetivo: ¿cuánto voy a ganar trabajando en eso?, ¿qué auto podré comprar?, ¿en qué barrio podré comprar mi casa o apartamento?

Por su parte, los padres se sienten orgullosos cuando el hijo llega montado sobre su auto cero kilómetros o publica fotografías de sus vacaciones en paraísos tropicales; cosas que puede financiar gracias a su próspera profesión.

Si bien Dios no quiere que pasemos precariedades económicas, es  importante preguntarse: ¿soy realmente feliz teniendo cosas? ¿Estoy siendo quien Dios quiere que sea y viviendo lo que Él tenía pensado para mi?

4. Abrir el abanico de posibilidades

Para un grupo grande de jóvenes y sus familias, el discernimiento de la vocación está sujeto meramente a la elección de la carrera universitaria y por ende a la profesión. Pocos son los que se hacen realmente la pregunta vocacional.

¿Dios habrá pensado en mí como una persona con familia? ¿Dios quiere hijos para mi? ¿Dios me habrá dado estas características para ofrecerlas en la vida consagrada?

Pareciera ser que la gran mayoría descarta estas preguntas y casi automáticamente asume que debe casarse, tener hijos, comprarse un auto, una casa y solo les falta resolver qué harán de lunes a viernes para poder financiar todo eso.

Puede que de esta manera tu hijo se convierta en el gigante que una y otra vez intenta encajar en algo, y no puede.

5. Las características personales

young

Quizás no sean gigantes musculosos, pero hay características propias de los muchachos que no  siempre coinciden del todo con las expectativas familiares.

¿Causará una decepción en la familia el que ese joven opte por un camino diferente al esperado por todos? ¿Esos padres se sentirán traicionados si la construcción de la vida se hace de forma diferente, con materiales de otra calidad, con otras dimensiones y en un lugar geográfico distinto? ¿Cuán preocupados están por la genuina felicidad de su hijo?

6. Esperar el tiempo necesario

Convertirse en Jedi no es una cosa de un día para el otro, así como tampoco lo es construir una casa con cimientos sólidos. Para los fanáticos de Star Wars es claro que hacen falta siete películas para conocer del desarrollo de una historia de forma íntegra.

A veces hay que acompañar en la paciencia a padres y sus hijos, apoyarles en el proceso de negación y luego de reconciliación mutua. Hay días en que todos están de acuerdo en casa hasta para decidir qué ver en televisión. Otros días en cambio nadie desea salir de su habitación.

Esperar el tiempo prudente y dar espacios para mirar, pensar, rezar es importante, y al momento de tomar decisiones siempre consultar: ¿Trae paz a tu corazón?, y a los padres: ¿Estás feliz de ver a tu hija decidir así? Y a los hijos:

¿Crees que tus padres al verte sentirán orgullo y tranquilidad por el camino que estás tomando al punto de decir: yo soy tu padre? ¿Qué pasa si esto no sucede?

Hay un pasaje que San Pablo nos ofrece y que de seguro muchos jóvenes querrán imprimir en gigante para pegarlo en un lugar visible de la casa: 

«Padres, no irriten a sus hijos, al contrario, eduquenlos, corrigiendolos y aconsejandoles, según el espíritu del Señor» (Efesios 6, 4). Pero el mismo San Pablo, un versículo antes dice a los hijos: «hijos, obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es lo justo…» (Efesios 6, 3).

Acompañemos a padres e hijos, ayudemos a cuestionarse y conversar con Dios estas cosas, pues es el creador, quien nos ha diseñado y quien nos ha llamado. Él sabe mejor que cualquiera cuál es el lugar donde seremos felices.

No tenemos fórmulas ni respuestas secretas sobre cómo elegir la vocación, pero nuestra oración, el conocimiento de nuestros hijos y el apoyo de seguro harán el proceso más llevadero y de alguna manera, más claro.