Este video tiene dos posibles lecturas. La primaria es que es un video que nos ayuda a ver los posibles peligros a los que pueden exponerse nuestros hijos, Internet y las redes sociales tienen asociados muchos riesgos potenciales, uno de los cuales es la exposición a asaltos sexuales o al secuestro. Todos peligros reales, todos para preocuparse y ocuparse como padres de la seguridad de nuestros hijos… pero hay una reflexión secundaria en este videoNo me malinterpreten. No digo que no sea efectivo, ni que sea un mal video, ni siquiera cuestiono las intenciones del creador, que presumo que son altruistas y que ayudan a despertar las conciencias de los padres. Este video nos ayuda a distinguir la diferencia entre educar y adiestrar.  ¿Por qué? El video nos abre los ojos sobre lo que significa amedrentar, dispararle a un pez en un barril, querer educar a través de la ley del menor esfuerzo, y con violencia a los hijos. Los tres padres protagonistas del video hacen un flaco favor a sus hijas. Lo que hacen es como dejar un arma cargada al alcance de los niños y luego retarlos por haberla usado. El Papa Francisco dijo en la audiencia general del 20 de Mayo de 2015:

«Si la educación familiar recobra su protagonismo, muchas cosas cambiarán para bien. Es hora de que los padres y las madres regresen de su exilio y se impliquen plenamente en la educación de sus hijos».

Aparentemente, los padres que retrata el video están «implicados» en la educación de sus hijas, pero solo en apariencia. Para comenzar, una nena de 12 a 14 años no puede tener acceso a internet sin control por parte de sus padres. Las niñas son todavía niñas y como tales tienen una sensación de omnipotencia, que significa que, por más que les advirtamos de los peligros y digan en su mente «a mí no me va a pasar», están expuestas. En segundo lugar, una vez que les enseñaron “la lección” (que ellos permitieron) ¡Las retan a gritos delante de extraños! Supongamos que hayan querido enseñar algo a sus hijas: una vez finalizada la lección, la reacción de los padres debería haber sido compasiva, comprensiva, y fundamentalmente darse cuenta de que ellos fueron los que fallaron como padres al darle una responsabilidad a su hija que no estaba lista para llevar adelante sola.

En la difícil tarea de educar, los padres tenemos que ser conscientes de que los niños no nacen sabiendo, que muchas veces son “inconscientes” porque todavía no tienen la conciencia formada y que es nuestra responsabilidad llevarlos a ser adultos responsables. Eso no es cuestión de un día, ni es cuestión de decirlo y esperar resultados inmediatos y siempre positivos. Como dijo el Papa, los padres tenemos que “volver del exilio” e “implicarnos plenamente”.

¿Y cómo nos implicamos plenamente? Nos contesta el Papa en la misma catequesis:

«Si vosotros padres decís a los hijos: «Subamos por aquella escalera» y los tomáis de la mano y paso a paso los hacéis subir, las cosas irán bien. Pero si vosotros decís: «¡Vamos, sube!» — «Pero no puedo» — «¡Sigue!», esto se llama exasperar a los hijos, pedir a los hijos lo que no son capaces de hacer. Por ello, la relación entre padres e hijos debe ser de una sabiduría y un equilibrio muy grande. Hijos, obedeced a los padres, esto quiere Dios. Y vosotros padres, no exasperéis a los hijos, pidiéndoles cosas que no pueden hacer. Y esto hay que hacerlo para que los hijos crezcan en la responsabilidad de sí mismo y de los demás».

Es de enorme importancia ir haciendo crecer a los niños en las responsabilidades, mediante la confianza. Tenemos que confiar en ellos, pero al mismo tiempo vigilar su crecimiento, y ayudarlos a sentir confianza en sí mismos, brindándoles un ambiente controlado donde su responsabilidad personal sea cada vez mayor.

Finalmente para hacer un examen personal, podríamos preguntarnos: ¿Confío en mis hijos, o en mis alumnos?, ¿les brindo un ambiente amoroso de responsabilidad controlado?, ¿les ayudo a generar confianza en sí mismos?, ¿Soy paciente y amoroso en la corrección de las faltas que puedan cometer en ese crecimiento?