

A partir de 1987, y tras un minucioso análisis del ADNmitocondrial (de hombres actuales de diferentes regiones geográficas) se comprueba que el hombre moderno racialmente indiferenciado, el Homo sapiens sapiens, había aparecido hace unos 200.000 años y solamente en África, de donde había pasado al resto del mundo habitado para ocupar el lugar de sus predecesores sin mezclarse con ellos. En este periodo reciente se desarrollaron los rasgos faciales; de forma que todas las razas vivientes en la actualidad tendrían un único origen en una población africana de hace esos 200.000 años. Apoya esta visión el hecho de que se han encontrado fósiles en Sudáfrica y África oriental con rasgos modernos, a los que se atribuye una antigüedad superior a 120.000 o 130.000 años y que se consideran los «modernos» más antiguos.
De esto trata este interesante experimento social que, desde un dato biológico, nos permite analizar lo que nos une como seres humanos. ¡No dejemos de verlo y de leer los comentarios de nuestros blogueros asociados!
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Luis Javier Moxó
Autor del blog: Echad vuestras redes



Un poco de saliva puede hacernos ver (puede ser desagradable, pero curioso y hasta evangélico también), como ciegos que somos tantas veces, en nuestra parcialidad y prejuicios, la realidad que nos constituye, la familia de dónde venimos, nuestros orígenes.
Yo, Luis Javier Moxó, puedo saber (porque lo tengo en mi árbol genealógico) que desciendo de un tal «Moxó y Berenguer» que en el año 1356 fue nombrado «Caballero Generoso» por el rey Pedro IV el Ceremonioso. Pero el resultado del análisis de ADN a partir de mi saliva puede ir mucho más allá, porque indica mi genealogía más remota: pueblo de origen (por ejemplo, celta, germano, vikingo, judío, etc.) y mi región de origen (por ejemplo, Europa Occidental, Escandinavia o Oriente Próximo.). Asimismo puedo tener, por ejemplo, gráficos, animaciones e instrucciones para mis investigaciones sobre mi origen y mis ancestros más lejanos.
Esto no queda solamente ahí, porque puedo conocer datos sobre mi «haplogrupo», es decir la gran rama del árbol genealógico del Homo Sapiens a la que pertenezco. Cada haplogrupo incluye a personas de perfiles genéticos similares al mío que comparten un antepasado común. Tenemos una «Eva mitocondrial» (madre originaria) y un «Adán del cromosoma Y» (padre originario). La «Eva mitocondrial”» sería la mujer que ha transmitido su ADN mitocondrial a todas las mujeres vivientes hoy en día. Ella es, por así decir, la madre originaria de todos los seres humanos por la pura línea materna. Dicen que vivió hace unos 175.000 años, en África. El «Adán del cromosoma Y» no sería el padre originario de todos los seres humanos, sino el último varón historiográficamente emparentado con todos los varones vivientes a lo largo de una línea ininterrumpida de descendientes exclusivamente masculinos. Según estimaciones recientes, este hombre vivió también en África hace unos 60.000 ó 90.000 años.
Por eso, a lo que me remite realmente este corto es a nuestra familia común, que somos no tanto primos (como dice el vídeo) sino más bien hermanos, hijos del mismo Dios, emparentados en el origen y en nuestro destino. De nosotros, cada día, depende vivir el presente de la forma más respetuosa posible con nuestra realidad, derribando todo racismo y xenofobia de nuestro corazón, que grita fraternidad, que pide hacerse uno con quien me parece extranjero. Toda una lección de humanidad.
Néstor Mora
Autor de blog: Eclesias TIC



El ser humano puede presentar muchas variantes genéticas, que dan lugar que los aspectos exteriores de nuestro cuerpo se diferencien. Las pruebas de ADN son interesantes, pero realmente son intrascendentes aunque nos sorprendan unos resultados que nos ligan a determinados espacios geográficos y culturales. El ser humano tiene un sustrato material que proviene de la mezcla de muchos antepasados, pero, ¿eso nos hace diferentes o iguales a los demás? Cada uno de nosotros es único y lleva consigo mucho más que el ADN que condicionan sus caracteres externos. Pero por esa misma razón, nuestra naturaleza es fundamentalmente la misma. Somos seres humanos, diversos en manifestación externa pero iguales en naturaleza interior. ¿A qué nos lleva esto?
¿Por qué solemos pensar que nadie puede entendernos y discernir lo que nos sucede? ¿No compartimos la misma naturaleza? Esa terrible frase: ¿Quién eres tú para juzgarme? que se escucha cuando alguien rechaza visceralmente nuestra ayuda, se basa en que nadie puede entender lo que le pasa a otro ser humano. ¿Cómo podemos convertir la diversidad que nos enriquece en una muralla que nos separa? Evidentemente el diablo, el gran separador, nos hace creernos diferentes, incomprendidos, incapaces de vernos reflejados en los demás. Sin capacidad de comprender a los demás, toda misericordia es imposible, toda caridad es simple apariencia. Es cierto, cada uno es único en un 1% y esto no nos hace diferentes, sino iguales en la diversidad.
Pilar V. Padial
Autora del blog: ¡Vive celebra la vida!



Tengo que confesar que me han sorprendido mucho las reacciones de los protagonistas del vídeo: ¿De veras importa tanto nuestro mapa genético y su procedencia? A mí me es bastante indiferente o quizá me despierta un poquito de curiosidad y nada más. En primer lugar, poco dice de mí mi genética, sino lo que hago con ella. Observemos que Jesús quiso que conociéramos su genealogía (Mt 1, 1-16) que no es especialmente selecta, en ella hay santos y prostitutas. Él es Dios y se hizo uno de nosotros, sin privilegios. En segundo lugar, es algo que yo no he decidido ni puedo cambiar. Ni siquiera si se me transmitió una enfermedad genética. Como cualquier otra realidad fuera de mi arbitrio, lo que importa es lo que hago con ella: ponerla al servicio de Dios. Finalmente, si se pudiera escoger, lo ideal según los genetistas es el mestizaje ya que produce individuos más sanos. Bien conocidas son las sagas de enfermos en las casas reales o en los pueblos aislados a causa de la endogamia. Nuestra verdadera familia es la que nos hace a todos hermanos y eso es lo que de veras importa.
Carlos Romero Villarroel
Autor del blog: El blog de CarlosRomeroV



Después de ver este video el primer pensamiento que se me vino a la mente fue: «pero, ¡qué tontos somos!». A lo largo de nuestra vida cerramos nuestro pensamiento con tantas ideas prejuiciosas que nos impiden valorar la riqueza del que piensa distinto y de quien es diferente a nosotros. Vivimos en un tiempo en el que los fundamentalismos están llevando a que reine el temor: basta con ver los noticieros para encontrar casi solo noticias de delincuencia, asesinatos, terrorismo, violencia. Esos hechos de violencia extrema manifiestan la falta de tolerancia que existe en nuestro mundo, pero no son los únicos. En mi experiencia como tuitero he podido ver cómo muchas personas se expresan con un odio tan grande hacia otros. De hecho, han sido varias las ocasiones en que he sido atacado por decir que creo en Dios. Burlarse del otro y ofenderlo pareciera ser algo que no tiene gravedad. Cada uno se dice dueño de la verdad y lo que piensa el otro definitivamente no importa. Basta con volver a la actitud de las personas que participaron en el proyecto «The DNA Journey»: estaban totalmente seguros de sus orígenes e, incluso, algunos expresaron ser mejores que los demás por pertenecer a una «raza». Ahí está, creo, la causa de la intolerancia y violencia que se vive hoy en el mundo ¿Qué hacer ante esta situación que debiera preocuparnos? Partir por casa y hacer como dice el vídeo: «un mundo abierto empieza por una mente abierta». Detente un momento y piensa en lo que te impide reconocer al otro como alguien igual a ti en dignidad y en derechos, como miembros de una misma familia. Anunciar que todos somos hijos de un mismo Padre es la misión de nosotros, los cristianos, que hemos sido salvados por su Hijo, Cristo, el Señor. Llevar al mundo esa noticia, siempre con una actitud de respeto y tolerancia ante las creencias de los otros, puede ayudarnos a cambiar esa actitud ¡Seamos misioneros del amor y la misericordia de Dios! Así podremos ayudar a sanar el mundo de tanta violencia y odio que existe en los corazones de quienes no se han sentido amados por Dios, el Padre de todos.
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