

Ya habíamos dicho que ni príncipe azul, ni san José, pues esos estereotipos son idealizaciones poco aterrizadas y, más que ayudarnos en el discernimiento, convierten el asunto de la vida en pareja y la vocación a la familia en un proceso de admisión y selección imposible de pasar. Es así que nuestras expectativas son tan altas que nadie las puede cumplir y terminamos frustrados, amargados, y finalmente, resignados.
Les soy sincero, después de ese primer artículo, muchos comentarios positivos llegaron (realmente muchos) haciendo alusión a que para un número no despreciable de jóvenes comprometidas, activas en su fe y que realizan diferentes apostolados, es un verdadero “tema” esto de la búsqueda de novio y que muchas veces, esperando al principe azul, descartaban a priori a todos los demás muchachos de su entorno por no estar a la altura de sus expectativas. Pero también, una cantidad no menor se manifestó en contra de estas ideas, haciendo alusión a que se estaba quitando todo el valor a los ideales cristianos, que el artículo era una invitación a la mediocridad, a conformarse con poco y no aspirar a las cosas grandes que Dios puede hacer con nosotros; que «en el texto habían más males que bienes» (cita textual de un mail que recibí).
No voy a hacer una defensa del texto, porque no es mi punto, pero sí quiero exponer la idea con un poco más de detalle, pues al parecer es un tema mucho más relevante de lo que imaginé y un video nos ayudará para comprender el asunto.
El video nos aporta un matiz sumamente importante, si bien esto del príncipe azul es una fantasía a la que ningún hombre puede aspirar a lograr (pues somos humanos, frágiles y limitados y pocos descendemos de linajes reales) el video nos invita a mirar que dentro de cada uno hay un príncipe azul en potencia. Tenemos un lado príncipe, es decir, somos potencialmente buenos. ¿Y cómo no, si todos hemos sido creados a imagen de Dios?
Es textual cuando el protagonista del spot defiende las virtudes ignoradas del enamorado: «nunca me manda flores… pero te da la razón aunque a veces no la tengas», «trabaja todo el día… pero se sale de sus reuniones para responder tus mensajes y no dejarte “visto”». Quizás no es el ideal, pero tiene mucho de bueno, de abnegado, de preocupado, de amoroso; en el fondo tiene su lado príncipe y todos lo tenemos. No solo se trata de mirar la mitad medio llena del vaso o conformarse con las pocas cosas buenas que pueda ofrecer un pretendiente o novio. Se trata más bien de amar como Dios ama, en donde las condiciones para amar no tienen que ver con méritos a cumplir, sino con dignidad ganada en base a una relación de esfuerzo y entrega sincera, aún con errores y limitaciones. Por eso te invito a que desarrollemos estas ideas un poco más.
1. Lo ideal y lo real, ¿qué es mejor?
Si lo amas y si es la persona correcta para ti, debes preguntarte: ¿lo amo por lo que es o por lo que podría llegar a ser? ¿Y qué pasa si nunca es aquello que espero que sea? La invitación es a amar lo que realmente tiene, lo que hace por ti, lo que sacrifica, aunque sea algo pequeño, aunque para el resto del mundo no tenga real relevancia.
Sin lugar a dudas es un buen camino el alimentar los sueños y las expectativas, es un buen camino proponerse ideales altos e intentar alcanzarlos tanto en el plano personal como en pareja, pero no es para nada un buen camino el inflar un globo de ilusiones con aire y sin hechos reales. Ámalo y acéptalo por lo que hace, no por lo que tú esperas que haga, sino vas a vivir constantemente decepcionada de que no está a la altura de lo que tu esperas de él. Sinceramente, nadie quiere vivir decepcionado y nadie quiere vivir decepcionando, será incómodo para tí y para él.
¿Te has puesto a mirar con detención y amor sus virtudes, sus esfuerzos, sus luchas y sacrificios por ti? Siempre hay algo de real, algo que sí está ocurriendo ahora, cosas que sí está haciendo por ti y que pasan frente a tus ojos sin que lo notes porque estás esperando que se comporte como el príncipe azul. La invitación es a poner la mirada en lo ya está haciendo por ti y descubrirás si realmente hay razones para entregar tu corazón.
2. Valorar el progreso, el desarrollo personal y los aciertos
Le llamamos “mirar con perspectiva”, cuando nos alejamos de las situaciones, los lugares, las personas y los contemplamos intentando tener un plano más amplio de lo que estamos mirando. Si solo miras que esta semana le pediste que pasara a comprar algo y lo olvidó, claramente es un cretino irresponsable que no se merece una sola migaja de tu amor; pero si miras la relación en toda su extensión, e incluso desde antes de que fueran pareja o amigos, quizás vas a descubrir que el camino recorrido, si ha sido hacia adelante, no estancados, no en retroceso y no dando vueltas en círculos. Es el mismo ejercicio al que están invitados los matrimonios cuando el camino se vuelve cuesta arriba y la relación se desgasta. Se invita a mirar el primer amor, las promesas y votos matrimoniales, mirar aquello que los unió y que esa sea la razón para mantenerse juntos.
No obstante tú, que estás de novia o con algún pretendiente cerca y enfrentada a una relación de pareja seria, con miras a “algo más”, puedes usar esto como una forma de discernir. Es decir, si notas que no hay avance con el pasar de las semanas y meses, ni modo, habrá que aprender a decir que no. Pero si mirando con perspectiva descubres que es un hombre que se ha esforzado por avanzar y crecer para ti, considera eso al momento de discernir, de amar y de construir tu relación.
Da un par de pasos hacia atrás y contempla.
3. Tu también tienes tu lado de princesa
Aunque habíamos dicho que ninguno de nosotros es de una familia real (pero si alguno de ustedes lo es, me avisa… ¡que orgullo sería! jajaja) por lo tanto, más que buscar príncipes azules y princesas en zapatos de cristal, lo que debemos hacer es abrir el corazón al otro, conocerlo y aprender a amarlo, tanto en el plano de las relaciones de pareja como en el de las amistades e incluso en las relaciones de trabajo.
Los que somos cristianos y en particular, los que somos católicos, al ser bautizados nos convertimos en sacerdotes, profetas y reyes. Esa “realeza” la obtenemos al ser hijos adoptivos de Dios, el Rey de reyes y Señor de señores, herederos del Reino de los Cielos, en donde una habitación espera por nosotros. Por lo tanto sí tenemos algo de príncipes y de princesas. En nuestro ADN espiritual hay genes que nos asemejan a Dios, por lo tanto, visto así, somos príncipes y princesas en potencia, pero debemos remar para llegar a nuestro destino. No es magia.
Finalmente te invitamos a que al momento de construir tus relaciones, de abrirte a la vida en pareja, a la vocación al matrimonio, consideres que las ideas de falsa perfección nos podrían alejar de aquello que Dios más quiere: amar nuestras fragilidades y que nos acompañemos mutuamente como Jesús mismo lo hizo, pues Él no escogió a los perfectos, sino a quienes estaban dispuestos a hacer ese camino y amar a toda costa.
Te compartimos además algunos recursos sobre noviazgo y relaciones que seguro te serán de mucha utilidad a tí y a los jóvenes de tu comunidad:
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