

Hace pocos días Dove lanzó este video. Su nombre es «Dove Real Beauty Scketches» (bosquejos de auténtica belleza) y en menos de diez días ha sido visto por más de 20 millones de personas. A grandes rasgos el video nos presenta una idea ingeniosa para ayudar a un grupo de mujeres a descubrir que son más bellas de lo que piensan. Esto que no parece algo del otro mundo tiene un detalle que lo hace especial. La producción toma la belleza física de las participantes como una excusa para ir más adentro, hacia la belleza interior y la percepción que tenemos de nosotros mismos. Desde un punto de vista apostólico este video puede dar pie a muchas reflexiones sobre la auténtica belleza y el rol que juegan los demás, especialmente Dios, en el itinerario interior hacia su descubrimiento.
Elementos apostólicos:
1. ¿Qué percepción sobre nosotros mismos deberíamos tener? La respuesta es sencilla: la correcta. Una percepción negativa nos afecta tanto como una percepción superficialmente positiva. Es cierto que el video nos muestra el caso de mujeres muy críticas consigo mismas pero debemos tomar en cuenta que también existen personas cerradas a la posibilidad de ver las cosas malas en la propia vida.
2. Una famosa herramienta en la psicología cognitiva, la ventana de Johari, nos dice que el conocimiento personal es como una ventana con cuatro espacios: en el primero se encuentran las partes de mí mismo que yo y los demás vemos (color de pelo, anécdotas compartidas, etc.), en la segunda aquellas que sólo yo puedo percibir (Pensamientos o sentimientos privados), en la tercera aparecen las partes de mí que los demás conocen pero yo no (Algún rasgo de mi personalidad por ejemplo) y en el último espacio está aquella parte de mi vida que ni yo ni los demás conocemos; en cristiano podríamos decir: que solo Dios conoce. Estas cuatro zonas están en constante interacción y poseen distintas medidas dependiendo del grado de conocimiento y de apertura que tenga la persona (pensando apostólicamente puede ser interesante pedir que los participantes dibujen las medidas de su ventana y luego la compartan).
La ventana de Johari nos ayuda a descubrir una cosa fundamental. Una visión adecuada de nosotros mismos necesita de la cooperación de los demás y – dándole un sentido católico – de Dios. Por eso la virtud de la humildad se vuelve tan importante en el itinerario de conocimiento personal. Esta nos ayuda a comprender dos cosas: primero que el modo como yo me juzgo puede no ser del todo preciso, que puedo estar viciado por una interpretación demasiado negativa de mis «lunares y cicatrices» como de una visión demasiado triunfalista de mi «nariz respingada y ojos verdes». Y en segundo lugar que lo que ven los demás puede ser un terreno fecundo para ganar una visión más objetiva de mí mismo.
3. Sin embargo, es cierto que el juicio de los demás no necesariamente es el más justo. Muchas personas podrían juzgarnos movidos por prejuicios o modos equivocados de aproximarse a nuestra realidad. Ante esto, a pesar de que nosotros debemos hacer el esfuerzo por descubrir lo que haya de verdad en este tipo de críticas, creo que la mirada más confiable es siempre la del amor. Escuchar a las personas que nos aman y quieren lo mejor para nosotros es fundamental. ¿Ellos no se equivocan? ¡Claro que sí! Pero si nos preguntamos por la razón de su amor descubriremos que ese amor no depende de capacidades, errores, aciertos, pecados o virtudes que podamos tener. El amor auténtico conoce algo que va más allá de todo eso y llega al corazón de mi identidad. Nuestra madre, por ejemplo, nos ama por lo que nosotros somos y su amor no tiene condiciones. En este sentido el juicio que brota del amor tiene algo de misterioso y de profundamente auténtico porque se basa en una mirada que llega hasta el fondo de mi identidad. Y aunque persista en ellos la posibilidad del error – porque somos humanos -, deben siempre ser tomados en cuenta.
4. Algo parecido e infinitamente distinto ocurre con Dios. Parecido porque la mirada del Señor no es otra que la mirada del Amor. Infinitamente distinto porque es una mirada que me abarca completamente y en la cual no existe posibilidad de error. Infinitamente distinto también porque Dios no conoce solamente la verdad sobre mi situación actual sino que conoce el proyecto de vida para el cual fui pensado: mi vocación, mi llamado. El Señor con su Gracia constantemente busca el modo de llevarme hacia la persona que estoy llamada a ser. Pero ¿en qué consiste este llamado? Si Dios pudiera describir el bosquejo que tiene en mente para cada uno de nosotros ese sería la santidad.
«La Santidad es la auténtica belleza que Dios ha querido derramar en el mundo…»
Es cierto, por otro lado, que nuestro retrato actual muchas veces dista bastante del bosquejo santo que Dios ha trazado para nosotros; sin embargo, el proyecto de Dios siempre está ahí y su ayuda para realizarlo también. Por eso el modo como un cristiano ve a sí mismo no puede estar nunca alejado de la Esperanza. Todos mis pecados y mis defectos no cancelan el Auxilio Divino ni la posibilidad, siempre latente, de ser santo.
Preguntas para el dialogo:
¿Cuánto quiero vivir la belleza de vida que Dios desde toda la eternidad me ha llamado irradiar? ¿Lo escucho? ¿El ideal de belleza que quiero conquistar es distinto al de la santidad? ¿Siento que mi retrato actual no puede alcanzar los estándares que Dios me propone? ¿Por qué? ¿Me dejo ayudar por las personas que me aman? ¿Me acepto como soy?
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