Este video es muy conmovedor. Distintos hombres ven fotografías de diversas mujeres y muestran signos sensibles de amor cuando se enfrentan a aquellas que son significativas en sus vidas. Una hermana, una madre, una hija o una esposa, hacen que se les acelere el corazón y que registren una visible conmoción interior. A esa conmoción la llamamos amor.

Pero no todo es tan sencillo cuando se trata de los hombres y el amor. ¿Qué es lo que nos atrae realmente de una mujer? ¿Qué hace que nos fijemos en ella? ¿Qué es lo que provoca que después de mucho tiempo sigamos viéndola y nos cause esa conmoción?

Los psicólogos reconocen siete etapas en el enamoramiento masculino que nos llevan a evaluar a la mujer desde distintos ángulos. Voy a ir combinando esa visión “psicologista” del amor con lo expuesto en «Los cuatro amores», de C.S. Lewis, que me parece un libro clave sobre el tema.

1. Apreciación

Los hombres somos primariamente visuales. La belleza nos entra por los ojos. Además, vemos las cosas por partes y eso incluye a cómo vemos a las mujeres. En el plano de los instintos, los hombres vamos a sentirnos atraídos, inicialmente, por unas caderas amplias (y unos senos grandes. Así de brutal como suena. Somos algo animales.

Instintivamente, nos sentimos atraídos por las mujeres “voluptuosas”, es decir, por aquellas que van a garantizarnos descendencia. El instinto sexual nos impulsa a eso. Y nuestro modo de ver “sectorizado” hace que nos enamoremos de ciertas partes de la anatomía femenina, ¡pero más adelante tendremos que casarnos con la mujer entera, no solamente con aquello que nos atrajo instintivamente! Y es que no solo somos medio animales: somos más que animales racionales, pero no siempre seguimos nuestros instintos sumados a nuestra racionalidad, moderando nuestros impulsos con las virtudes de la templanza, la fortaleza, la prudencia, etc.

Entonces, si bien nuestra primera reacción es casi puramente instintiva, luego comienza un proceso de reafirmación de ese «amor a primera vista» que nos hace fijarnos en distintos aspectos de esa mujer que nos atrajo con tanta fuerza al principio.

2. Infatuación

Si la mujer en la que pusimos nuestra mirada nos corresponde o al menos nos da una señal de que no le desagradamos del todo, pasamos a la etapa de la “Infatuación”. La infatuación es difícil de definir. No es puramente lujuria, tampoco es formalmente estar enamorados, la infatuación tiene más que ver con nuestra autoestima y es la que nos lleva a cometer tonterías para conquistar a una chica. Es la etapa en la que, si fuéramos gorilas, nos golpearíamos el pecho y exhibiríamos nuestros músculos. Como no lo podemos hacer, por esa chica subiríamos al monte más alto, cruzaríamos los océanos nadando y le traeríamos las flores más exóticas del universo, solo por capturar su atención. Lewis identifica a este primer impulso con el amor “Eros”, que no es necesaria ni puramente erótico, pero se le parece bastante.

3. Atracción

Si la chica nos presta atención, por pequeña que sea, comenzamos a trabajar en conquistarla. Aquí tratamos por todos los medios de conseguir la reciprocidad en la atracción. Si la chica de nuestros sueños nos corresponde, ¡bingo!, comenzamos el cortejo. En esta etapa todavía no estamos ni remotamente enamorados, tal vez un poco, pero todavía nada que nos vaya a romper el corazón.

4. Impresión

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En esta etapa comenzamos a halagarla y lentamente el amor de “eros”, que era dominante en las tres primeras etapas, comienza a ser reemplazado por el amor de “philia”, es decir, el amor de amistad. Comenzamos a abrirnos en la relación y a construir intimidad. En esta etapa nos convertimos en lo mejor que podemos ser: nuestro interés es conquistar a esa chica para una relación de largo plazo, y nos convertimos en los perfectos caballeros: atentos, graciosos, dulces, románticos. Muchas mujeres consideran esto como la “prueba de amor” y se rinden a sus pies. Pero no todo está tan claro para los chicos. Así como los hombres tenemos que ir con cuidado y despacio con la sexualidad para no amedrentar a las chicas, las mujeres tienen que comprender que en los sentimientos nosotros tenemos nuestros tiempos que son totalmente diferentes a los de ellas.

5. Convicción

Recién en esta etapa los hombres comenzamos a desarrollar nuestros sentimientos duraderos. Pero están incipientes y no son tan duraderos todavía. Si en este momento nuestra enamorada nos echa de su vida, sufriremos un tiempo, pero probablemente no demasiado. El factor clave en esta etapa es el tiempo. Si el tiempo pasa y la relación continúa por buenos carriles, el hombre va a pasar a la siguiente etapa. Esta etapa es la de la obsesión por el ser amado, y el amor comienza a espiritualizarse, a hacerse menos “urgente” la pasión y más presente el afecto. En esta etapa se comienza a afirmar el amor de “afecto”, que nos va a llevar a una relación más estable. 

6. Reafirmación

Esta etapa ocurre cuando estamos convencidos que es ella y que vale la pena el esfuerzo de formar una pareja para siempre. Aquí es donde todos los amores confluyen, porque sigue estando el eros, el amor de afecto es también constante y tenemos una buena relación de amistad con nuestra compañera, y de todos modos, sentimos que falta “algo”. Aún cuando en ese momento es indefinido, creemos que hay que pasar a “otra etapa” y generalmente nos casamos. En nuestra alma tenemos un vacío del tamaño de Dios y el amor que nos falta, es el amor de “ágape”. Ágape se traduce al latín como “cáritas”: es el amor que toma la dimensión sobrenatural.

7. Compromiso

Es el amor que vamos a encontrar en el matrimonio si dejamos actuar a la Gracia de Dios. Esta es una de las razones por las que Cristo compara el amor de los esposos con el amor de Él mismo con la Iglesia. El matrimonio se convierte en el refugio ideal para el amor, allí podremos amar a nuestro cónyuge y a nuestros hijos en plenitud, en la experiencia completa del ágape, que es el mismo amor que Dios tiene por sus creaturas. Por eso, cuanto más nos acerquemos como esposos a Dios, tanto más cerca estaremos de nuestro cónyuge.

¡Todos los amores confluyen en el amor conyugal! Y de allí se vuelcan a los demás amores. Por esta razón es que a hombres maduros y crecidos ya no los conmueve una “cara bonita” solamente, sino que sus afectos familiares les provocan esa conmoción interior que conocemos como amor.  El corazón acelera realmente sus pulsaciones, sentimos que el corazón se “ablanda” o se “abandona” en presencia del amado.

¿Esto quiere decir que los consagrados y los religiosos no van a experimentar este amor? ¡Pues claro que sí! En ellos, el amor de “eros” está sublimado hacia el amor a Dios y a la Iglesia. De ese modo, los religiosos llegan a instancias superiores de unión con Dios que los casados. Curiosamente, Santa Teresa de Jesús llamaba al más alto grado de la vida mística “Desposorio Espiritual” y en el Antiguo Testamento se menciona al pueblo de Israel como la Esposa de Dios.

Como vimos, el hombre tiene un proceso mucho más complejo que la mujer para el enamoramiento y por eso es clave saber esperar para que todo este proceso tenga lugar para que el hombre pueda llegar a un compromiso completo. Desde el punto de vista psicológico, los hombres necesitamos mucho más tiempo que las mujeres para madurar un amor que dure, y es una gran tarea de las mujeres ayudarnos a madurar ese amor sea para siempre. La espera la castidad tiene una importancia fundamental para que los hombres podamos descubrir el verdadero amor.


Para revisar en nuestro matrimonio o pareja:

¿En qué etapa del amor estamos? ¿Cómo podemos seguir creciendo en el amor? ¿Tenemos presente a Dios en nuestra relación o es un invitado casual?.