

En los últimos años vemos como las historias de los superhéroes se vuelven más populares, constantemente se están produciendo nuevas series, películas ynos hemos venido acostumbrando a que estos personajes hagan parte de la vida cotidiana. Vamos teniendo entonces un paradigma de cómo tiene que ser un héroe, de aquellos que nos muestran en el cine: los casi todo poderosos e invencibles, capaces por sí mismos de enfrentar terribles males y calamidades, los que pocas veces se muestran débiles y que finalmente en su gran mayoría resultan triunfadores y salvando al mundo del mal.
Ser un héroe, como ellos, nos plantea entonces, que salgamos de la realidad y vivamos en un mundo de ficción, una realidad paralela en la cual uno pueda tener poderes para vencer todos los males y problemas que se le presenten. Sin embargo, nosotros hemos de recordar que, en nuestra realidad, aquí como la vivimos, somos seres humanos de carne y hueso, que no somos omnipotentes, que no tenemos capacidades extraordinarias, que muchas veces nos caemos, que con frecuencia nos sentimos débiles, atribulados, que somos frágiles. Entonces, parecería imposible ser un héroe.
¿No resulta paradójico que en este video se nos invite a ser héroes? ¿Cómo lograrlo? Definitivamente se deben considerar otros criterios. La forma de ser un verdadero súperhéroes como aquí se nos propone es ser de aquellas personas «que han descubierto su misión en el mundo y a pesar de las dificultades tiene el valor de cumplirla».
Este video se ha hecho como en años anteriores con ocasión del Domingo dedicado a las misiones en la Iglesia. Y de manera creativa nos quiere enseñar que aquel que asume la misión propia, entendida desde una perspectiva de fe, será un verdadero héroe. Quiero aprovechar para compartir algunas reflexiones que me surgieron a partir de esta enseñanza:
1. Mi misión es valiosa y buena, porque es querida por Dios
He escuchado ocasionalmente como algunos sueñan con grandes misiones, en África, en pueblos lejanos, con expectativas de remediar males físicos y espirituales; pensando que de esta manera la misión es más grande y valiosa. Paradójicamente, estas mismas personas pasan de largo, con indiferencia, ante las necesidades que tienen las personas que los circundan. Las pequeñas misiones que tenemos muy cerca nuestro, aquel que muchas veces pasa inadvertido, alguien de mi familia, algún amigo. No porque parezca pequeña esta tarea, quiere decir que sea menos valiosa. Así dice el mensaje principal de esta campaña: «No hay misión pequeña, si el amor es grande».
Recordemos que la lógica para evaluarlo no pueden ser los criterios del mundo, por ejemplo, decir que algo es mejor si es más eficiente, exitoso, popular, visible, etc. Es sencillamente valioso y bueno si es que es así querido por Dios.
Tampoco es recomendable compararse con otros, pensando que la misión y tarea más buena y más significativa es la del otro y no la mía. Mi misión es buena, porque es un regalo personal de Dios. Dios nos ha dado la vida, nos ha puesto distintas circunstancias en ella, que quizá no nos gusten en un principio o no las entendamos, las comparemos con las de otros y nos resulten difíciles de aceptar; pero Dios no se equivoca, quiere lo mejor de nosotros, nos da a cada uno una misión, porque nos necesita, necesita de nuestras manos, de nuestra generosidad.
2. La primera misión es la de abrir el corazón
Lo fundamental antes que nada es abrir el corazón, salir de nuestro propio yo; hacer este ejercicio, todos los días, hasta que se nos convierta en un hábito, como quien ejercita un músculo de su cuerpo. El músculo del corazón se ejercita amando, con pequeños detalles, con gestos, en lo sencillo. Así seremos capaces de amar cada día más y nuestro amor trascienderá fronteras.
Una que empezó con cosas pequeñas y terminó transformando grandes realidades fue una monjita baja en estatura, frágil de salud, sin muchas aparentes capacidades, la Madre Teresa de Calcuta. Ella decía alguna vez que quizá «No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor» y lo más valioso en una obra es el amor que pongamos en ella. El amor es la fuerza capaz de revolucionar al mundo.
3. En la misión, no estamos solos
Tal vez muchos superhéroes han sido capaces solos (me refiero a los de la ficción) quizá se bastasen con sus poderes. Al mirar nuestras limitaciones puede entrarnos la duda y la desconfianza si es que seremos capaces de emprender la misión y la aventura que se nos presenta en la vida. Ciertamente encontramos no pocas dificultades, nos damos cuenta de que cuesta. Quizá con nuestras solas fuerzas no será suficiente. El aliciente es que no estamos solos, tenemos la gran ayuda de un Superhéroe, que nos acompaña desde arriba. No olvidemos que: «Todo lo puedo en aquel que me conforta» (Flp 4,13). En la misión de la vida vamos con Dios, quien nos encomienda la tarea y no nos abandona.
Otra Frase que puede servir:
«Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible» (San Francisco de Asís)
Y por último una propuesta:
Te invito a que en un momento te pongas en presencia de Dios, y en un ambiente de silencio y oración, reconozcas la misión o misiones que te ha encomendado. No necesariamente pienses en lo más grande y extraordinario, sino en lo sencillo y cotidiano. Tu familia, tu estudio, tu trabajo o profesión, tus amigos, compañeros, etc. Agradece a Dios este regalo que te ha dado, pues Él ha pensado en ti, te ha escogido de manera personal, te ha pensado para esta misión. Él te necesita para ella, te invita a esta gran aventura, en la cual si asumes serás un auténtico héroe, uno de verdad, que está llamado a dejar una gran huella en el mundo.
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