

Creo que la genialidad de este video es la metáfora que podemos construir entre la vida de Frederick Pennyhouse y nuestra propia vida. No se necesita estar solo para estar solo. La soledad nos llega mas bien cuando decidimos tener un mundo aparte, cuando no dejamos que los demás entren en nuestra vida con toda su riqueza existencial sino bajo ciertas condiciones, mutilando este o tal vez esta otra característica del prójimo que me incomoda, que me hace sentir mal, que me confronta conmigo mismo, etc. En el fondo lo que hacemos es lo mismo que hizo Frederick Pennyhouse con sus muñecos de trapo. Seguramente ninguno de ellos lo criticó, lo insultó, se peleó con él o dejo de cumplir la más mínima de sus órdenes. Relacionarse con un muñeco de trapo es fácil y del mismo modo podemos decir que vivir en soledad, al menos los primeros días, es fácil también.
El problema es la foto que se desliza fuera de ese libro. Esa foto es la nostalgia de haber experimentado alguna vez la realidad con todos sus colores, una realidad viva, agresiva, intensa, emocionante, LA REALIDAD!. Aunque pueda ser difícil verlo a primera vista, los muñecos de trapo tienen algo engañoso, NO TIENEN VIDA! (vaya ironía!). Un mundo creado en base a ellos jamás podrá saciar la sed de Realidad que yace en el corazón del hombre. Ni siquiera quiero hablar del anhelo de amar, hablo simplemente de algo tan básico como realidad, verdad, vida.
«La soledad es muy hermosa… cuando se tiene junto a alguien a quien decírselo» dijo alguna vez Gustavo. A. Bécquer y la frase me parece casi clarividente. Todos los filósofos que exaltaron la soledad como una condición humana sublime pueden pasar por el ojo de la aguja del poeta español y quedar perfectamente enhebrados; empezando por supuesto por Schopenhauer, Nietzsche y Sartre (paladines de la soledad, o mejor dicho, de la soledad comunicada). El camino no tiene salida, ni para los filosofos ni para todos los Pennyhouse (que somos nosotros), necesitamos de los demás!. Pero no solo eso, necesitamos dejar que los demás sean los demás, necesitamos dejarlos entrar en nuestras vidas sin poner condiciones. En el fondo anhelamos exponer el corazón para ver si nos toca ser amados incondicionalmente… y eso solo puede provenir de una amistad o una relación donde uno permite que el otro sea libre, sea frágil, sea misericordioso, sea él mismo con todas sus consecuencias, incluso al punto de traicionarnos (qué gran ejemplo es el Señor Jesús que abrió su corazón incluso a Judas). En la vida de los Pennyhouse no hay amor ni traición, no hay riesgo ni victoria. Hay solo una cómoda butaca llamada soledad, desde ahí tarde o temprano se contempla la vida buena con lágrimas… pero hay esperanza… un grito de auxílio…
Un mensaje en una botella… «Me he dado cuenta que ya no quiero estar solo»…
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