

Hace aproximadamente un mes, tras un viaje por trabajo a Ámsterdam, tomé algunos días de vacaciones y visité la ciudad de Barcelona. Mientras paseaba por esa hermosa ciudad, un día por la noche llegué a la Plaza Sant Jaume y me topé con un enorme letrero que colgaba del Ayuntamiento (o Municipio como le llamamos en Sudamérica), que decía: «Refugees Welcome». Antes había leído noticias y visto reportajes, pero por primera vez pensé: «esto de los refugiados es real, ¡hay un conflicto muy reak que está pasando ahora!». Entendí que hay realidades dolorosas y muy duras que requieren de nuestra atención y preocupación (esto lo confirmé cuando encontré varias de ellos pidiendo limosna en las calles).
El video que te presento busca mostrarnos la realidad de millones de niños que están huyendo de sus hogares debido a los conflictos y a la inestabilidad en sus países de origen, particularmente en Oriente Medio. Huyen solos o con sus familias, buscando un lugar seguro, una vida en paz. Necesitan muchas cosas: estabilidad, protección, apoyo, alimentación, ropa, pero sobre todo, que les permitan ser niños.
Con el slogan «Un pequeño acto de humanidad puede hacer la diferencia», unicef, que si bien es cierto en ciertos temas puede generar controversia y críticas, viene promoviendo esta campaña. No son los únicos, la Iglesia y muchas otras organizaciones se han puesto a trabajar en serio por los refugiados buscando garantizar que se dé una respuesta a esta crisis, poniendo los derechos y necesidades de todos los niños en primer lugar, buscando que se respete su dignidad y que se amplíen los servicios humanitarios para ellos.
«Ellos son nuestros refugiados. Pero tantos los consideran excluidos, ¡son nuestros hermanos! Un cristiano no excluye a nadie, da lugar a todos» (Papa Francisco).
Hagamos el ejercicio de pensar que podrían ser nuestros propios niños, ¡ellos podrían estar cruzando en balsa un océano que les roba la niñez y la vida misma! Como nos dice el Papa, son nuestros hermanos y hay que actuar, al menos desde la lejanía con la preocupación y con la oración.
¿Qué hacer desde el lugar donde vivimos?
Rezar: La oración es poderosa. Preocuparnos por tener siempre presentes en nuestras plegarias diarias a nuestros hermanos refugiados y en especial a los niños que pasan por esta situación. Hay que ser capaces de ponernos en sus zapatos.
Comunicar: Es importante no ser indiferentes. Hay que compartir lo que leemos y vemos con respecto a los refugiados, obviamente sin caer en el amarillismo de cierta prensa. Ya sea verbalmente, o en nuestras redes sociales. Podemos buscar medios confiables que nos informen de lo que está ocurriendo. Por ejemplo algunos son: Amigos de Irak y S.O.S. Cristianos en Siria.
Ser generosos: La generosidad nunca está demás. Si tenemos las posibilidades, podemos realizar alguna donación con alguna institución que destina recursos a ayudar a los refugiados. Algunas pueden ser «Ayuda a la Iglesia Necesitada» o «Cáritas».
Vencer el mal con el bien: San Pablo dijo esta frase y tuvo mucha razón. En tiempos donde pareciera que el mal va ganando cada vez más terreno con tantas guerras y violencia, es importante que desde nuestro propio hogar, en nuestras acciones del día a día, hagamos un esfuerzo por realizar acciones de bien que ayuden a ir «sumando». Vivir la caridad con los que nos rodean puede ser un buen comienzo. De hecho no podemos pretender ayudar a personas que están tan lejos, si primero no ayudamos a quienes están a nuestro alrededor (y en especial a los más necesitados).
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