Dominique es un médico general, padre de familia, de origen francés que nos cuenta cómo ejerce su profesión en los suburbios de París. Quisiera resaltar, dentro de las muchas enseñanzas de la vida de este médico, tres que me parecen importantes: no solo para los profesionales de la salud o los que están en contacto con enfermos, sino para cualquiera que quiera vivir su vida cristiana.

«En esta Jornada Mundial del Enfermo podemos pedir a Jesús misericordioso por la intercesión de María, Madre suya y nuestra, que nos conceda esta disponibilidad para servir a los necesitados, y concretamente a nuestros hermanos enfermos. A veces este servicio puede resultar duro, pesado, pero estamos seguros de que el Señor no dejará de transformar nuestro esfuerzo humano en algo divino. También nosotros podemos ser manos, brazos, corazones que ayudan a Dios a realizar sus prodigios, con frecuencia escondidos» (Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Enfermo 2016).

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1. Estamos llamados a ser testigos de la misericordia

La práctica de la misericordia es una invitación para todos, pues el amor es lo que da sentido a nuestra vida. No se requiere ser un profesional muy preparado o tener una ocasión (como este médico que está en contacto diario con enfermos). Se necesita un corazón convencido, dispuesto y abierto a los demás. Un corazón que quiera testimoniar el Amor de Cristo a los más necesitados y que se abra al otro como si este fuera el mismo Cristo. Un corazón que quiera vivir la caridad. Requiere que abramos los ojos, miremos a nuestro alrededor y todos los días –estoy seguro–, tendremos a quién atender, consolar y servir. Empezando por nuestros familiares, amigos, vecinos y compañeros de trabajo; para luego ir  a las periferias, a los lejanos, a los que no conozco, incluso a los que me es más difícil amar.


2. La oración, es el oxígeno que nos alienta

Cotidianamente tenemos la experiencia que el tiempo no alcanza, que estamos llenos de trabajo y de actividades. ¿Quién piensa en tener un tiempo para rezar?, ¿en qué momento? ¡Con tanto que hay por hacer! A veces quisiéramos rezar más. Dominique, en este sentido, resulta ejemplar: siendo médico y teniendo que atender tantas situaciones destina un momento de su día para encontrarse con el Señor, para estar solas con Él, para darle gracias, pedirle por sus enfermos y ofrecerle su trabajo. Él sabe que sin el Señor sus esfuerzos son vanos. Es la Gracia de Dios la que sostiene nuestros trabajos, es la que nos alienta y da fuerza. Seamos creativos para buscar un espacio, para buscarlo en la Palabra, en los sacramentos. Quien nos lo  ha dado todo, ¿no merece un poco de nuestra atención?


3. Santidad en la vida cotidiana.

Estamos acostumbrados a deslumbrarnos con los ejemplos de grandes santos que han hecho cosas extraordinarias. Pensamos que la santidad es solo para algunos, que es para un pequeño grupo de elegidos. Sin embargo recordemos que Dios nos ha llamado a todos. Lo más importante es que vivamos lo que nos corresponde con coherencia, con fidelidad, con amor y siendo fieles a las enseñanzas del Evangelio. ¡Hay tantos santos de lo ordinario! Empecemos poco a poco a hacer el bien lo ordinario y descubriremos que estamos haciendo cosas extraordinarias. Contamos con la ayuda de Dios, solo debemos permitir que Él nos guíe. Dejemos que Dios haga fructificar la semilla que sembramos.

Un pequeño compartir

Solo quiero invitarlos a tener la esperanza de que vivir como el Señor nos propone es posible. Aunque tengamos que hacerlo  en medio del mundo, en medio de las dificultades y de un ritmo acelerado. La misericordia es posible solo con el Señor. Como consagrado y médico tengo a veces esta experiencia (cumpliendo un horario muy exigente, día y noche a veces). Una de las cosas que más me inquieta es ¿cómo resistir a este ritmo? Y definitivamente he encontrado siempre un consuelo y un aliento en la Gracia del Señor. No es que tenga un montón de tiempo libre para rezar, pero lo que si tengo claro es que necesito un espacio para hacerlo. A veces me doy mis escapadas a la capilla del hospital y le doy gracias a Dios por darme la oportunidad de estar allí sirviendo; a veces le digo que me cuesta y que es difícil y que necesito su ayuda; a veces le pido por mis pacientes para que los ayude, los conforte y a mí me oriente para poderlos consolar. Este es mi oxígeno, es mi motor, el Señor es quien me ha sostenido y me sostiene todos los días.


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