Danielle Rose es una cantante católica que se ha dedicado a interpretar música misionera. En su activismo a favor de la cultura de la vida realizó este video clip de la canción «Little Flower» en el año 2013 que intenta llamar la atención sobre la política de restricción de la natalidad que se desarrolla en China.

¿Qué sucede en el aquel país asiático? En el año 1979, el Estado chino impulsó la Política de Planificación Familiar, popularmente conocida como “política de Hijo Único”. Esta decisión fue tomada  con el objetivo de contrarrestar el aumento demográfico e impuso que las familias solo podrían tener un hijo. Para obtener resultado, esta medida combinó la persuasión, la coacción y la aplicación de sanciones.

Así, se elaboró un conjunto de recompensas en función del cumplimiento o incumplimiento de la norma, como vacaciones pagas, y una serie de beneficios económico o ventajas sociales (cuidados sanitarios gratuitos, preferencias para el hijo a nivel educativo y laboral, preferencia en la asignación de viviendas o terrenos, etc.).

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Si las familias tenían un segundo hijo debían devolver todos los beneficios disfrutados. Además, se le imponían sanciones económicas que incluían multas elevadas o la reducción del salario de los padres para compensar los gastos sociales producidos al Estado. Como estas medidas no fueron suficientes, se recurrió a la presión del Estado sobre las parejas, imponiendo la obligación a las mujeres de esterilizarse tras un segundo hijo u obligándolas a efectuar abortos forzosos.

En el año 2015 el Estado Chino introdujo una modificación en la legislación que permite a las parejas tener hasta dos hijos.

¿Cuáles fueron los resultados de estas políticas después de 35 años? Envejecimiento de la población, desbalance demográfico en la cantidad de varones por sobre la cantidad de mujeres, esterilizaciones y abortos forzados y selectivos, abandono de bebés (sobre todo mujeres), tráfico de niñas e infanticidio. Por citar algunas cifras, se calcula que la campaña sanitaria de 1982-1983 llevó a la esterilización de más de 25 millones de personas y más de 26 millones de abortos.

Esta realidad nos lleva a preguntarnos: más allá de estos resultados nefastos que violan múltiples derechos (a la vida, a la integridad física, a la libertad religiosa, del niño, etc.), ¿es lícita la intromisión del Estado en cuestiones de familia?

La familia es la “célula primera y vital de la sociedad” («Apostolicam actuositatem» 11) no solo por su función procreativa, que es condición de la existencia de la sociedad y el Estado, sino porque que es el lugar primario de relaciones interpersonales que constituyen al sujeto como persona.  La política de “Hijo Único” o la de dos hijos en la actualidad suponen considerar a los seres humanos como medio para el Estado y no como un fin en sí mismo, y por tanto, una negación de la dignidad de la persona. La familia posee derechos anteriores e inviolables que tienen legitimación en la naturaleza humana y no en el reconocimiento del Estado que debe atenerse al principio de subsidiaridad (CIC : 2211). Es el Estado el que debe estar al servicio de las personas y nunca al revés.

Como católicos no nos oponemos a los esfuerzos de los gobiernos en el establecimiento de políticas de población. Pero las decisiones en relación al tamaño de la familia deben ser una decisión de los padres sin presiones del Estado y en sintonía con sus creencias. Los esposos deben tener en cuenta sus responsabilidades para con Dios, para consigo mismos, con los hijos que ya tengan y la comunidad o sociedad a la que pertenecen.

*Si te interesa profundizar en este tema puedes consultar: «La planificación familiar en China: la política de un solo hijo por familia» de Lie Tan Pan, «¡No más niños! Análisis y balance de la política china del hijo único treinta años después de su implantación» de Daniel Gomá, www.vidahumana.org y el compendio de la Doctrina Social de la Iglesia del CELAM.