

Este cortometraje, «El otro par», está inspirado en una anécdota que le sucedió a Mahatma Gandhi. El video no solo es conmovedor por el mensaje de amor que transmite, sino porque nos invita a reflexionar en nuestras propias actitudes.
Observamos una escena cotidiana, en un lugar común, frecuentado por personas del corriente, una escena ante la cual uno puede rutinizarse sabiendo que quizá todos los días es lo mismo: esperar en la estación el próximo tren cuando el reloj marque la hora indicada para su salida, esperar en el asiento de siempre, hacer fila para entrar al vagón, escoger el mejor asiento y disponerse para el viaje. Sin embargo, con una mirada reverente y atenta podemos captar una imagen que suele ser desapercibida, la necesidad de un pobre niño de la calle a quien se le ha roto su sandalia y que intenta repararla para no andar descalzo.
De manera contrastante aparece ante sus ojos un niño que porta unos zapatos que vislumbran belleza y limpieza. Ciertamente captan la atención del pobre niño y lejos de tener en su rostro una mirada envidiosa, él se deleita contemplando lo hermosos que son estos zapatos. Cuando el niño al subirse al tren pierde su zapato, vemos como aquel que no tenía con que caminar sale presuroso a devolvérselo antes que quedárselo. En una actitud profundamente noble y honrada pone su empeño en correr para que sea recuperado por su dueño. Finalmente, su esfuerzo “frustrado” recoge una recompensa: le es regalado el otro zapato.
Este corto nos hace ver el valor que tiene la sencillez de la vida cotidiana. Lo veo en dos aspectos:
1. Vivir el amor en lo sencillo de lo cotidiano
Tal vez nos quedamos esperando que sucedan cosas grandes y extraordinarias en nuestra vida, esperamos y esperamos y quizá no llegan cómo las queremos y es así como dejamos pasar el valor que tiene lo cotidiano, nos perdemos de los detalles, de lo valioso de las personas que nos rodean. Por ejemplo, podemos estar motivados a vivir el amor o la misericordia (como se nos invita en este año de manera especial) y nos quedamos aguardando una gran obra, una gran oportunidad, mientras que hay tantos a nuestro alrededor, cotidianamente con quienes podemos vivirla, con pequeños detalles y gestos que cambian la vida: un gesto, un abrazo, una muestra de cariño. Y creo que de este video podemos rescatar que a pesar que el gesto es muy generoso y grandioso, se da en un momento sencillo, no preparado, no mega organizado y no por ello es menos valioso.
2. Tener un corazón sencillo
No es solo la situación y la ocasión de lo que se trata, sino de la disposición en el interior, de la sencillez de nuestro corazón, de la capacidad de habernos desprendido no sólo de lo externo que no es esencial, sino de actitudes, pensamientos, sentimientos que llevan a que nuestro corazón no encontremos lo fundamental. El niño que encontró el zapato no tiene intenciones malas, no se apega a lo material, él reconoce que si bien le hace falta no es lo más importante. El que pierde su zapato también expresa su desprendimiento, valorando más entregar su otro zapato para ayudar a la necesidad del otro. Las actitudes de ambos son fruto de un corazón sencillo.
Para terminar les cuento que cuando Gandhi perdió su zapato, él mencionó a alguien que le preguntó sobre el zapato que dejaba: «El pobre hombre que encuentre el zapato tendido en la pista tendrá ahora un par que puede usar», mostrando así el gran corazón que tenía.
«La santidad no consiste en tal o cual práctica, sino en una disposición del corazón (del alma) que nos hace humildes y pequeños en los brazos de Dios» (Santa Teresita de Lisieux).
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