
Desde hace un par de años, se ha ido acuñando un concepto que al mismo tiempo es un oficio: «Influencers». Se trata de personas mediáticas que tienen credibilidad en temas concretos, por lo que las marcas y empresas las utilizan para influenciar a su potencial público en la toma de decisiones. Es común ver a deportistas recomendando bebidas hidratantes que te harán mejorar tu rendimiento físico o a bellas modelos explicando los beneficios de alguna loción que te hará ver diez años más jóven. La estrategia es buena, funciona y nosotros, los consumidores, nos dejamos influenciar.
Eso está bien. Recibir consejos de gente que sabe de lo que habla es, de hecho, una muestra de humildad y de amor al prójimo. La Biblia nos enseña que: «El necio considera recto su camino, el sabio escucha los consejos» (Proverbios 12,15). por lo tanto, dejarse aconsejar está bien, y si se trata del consejo de alguien que sabe, pues tanto mejor. No es tan grave el problema cuando se trata de escoger la bebida que tomaremos luego de jugar un partido de fútbol con los amigos o la crema que nos pondremos para intentar hacer desaparecer las arrugas, pero sí lo es cuando lo que quieren hacer es influenciarnos para tomar decisiones importantes, de esas que no solo nos afectan personalmente, sino que afectan el bien común, afectan a mi prójimo y a la sociedad en general.
Hace unas semanas, salió un video que irónicamente se ríe de una campaña publicada a raíz de las elecciones en Estados Unidos, en donde actores famosos, de esos que protagonizan las taquilleras películas hollywoodenses, no solo informan sobre las elecciones presidenciales, sino que invitan a los ciudadanos norteamericanos a tomar una preferencia de voto.
No estamos proponiendo una opción política y oponiéndonos a otra, ni tampoco estamos invitando a tomar acciones al respecto, simplemente los invitamos a preguntarse: ¿Por qué escuchamos ese tipo de voces mediáticas y las aceptamos como válidas?
Seguro que en nuestros países también ocurre lo mismo: famosos de dudosa reputación, de esos que se exhiben en los “reality shows” y ese tipo de programas, aparecen en estelares de la televisión, revistas y diarios, dando sus opiniones, y nosotros no sólo les damos vitrina, sino que las aceptamos y nos dejamos influenciar.
El Señor sabía que algo así nos podía ocurrir como humanidad, como sociedad y como personas y por eso nos previno hace varios cientos de años, diciéndonos: «No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto» (Romanos 12, 2). Construir nuestras sociedades considerando las opiniones de cualquiera, solo por el hecho de tener un espacio visible en los medios de comunicación, es un riesgo. ¿Por qué la voz de un actor es más válida que la de un catequista?, ¿por qué el conductor de un programa de televisión estelar tiene más credibilidad que mi párroco?, ¿qué puede saber sobre lo que me conviene a mí y a mi familia una modelo soltera que vive bien acomodada y que disfruta de la fama y la fortuna?.
Entonces la invitación es a escuchar consejos, pero de la voz de los que realmente pueden aportar cosas relevantes; la invitación es a abrir el corazón humildemente y aceptar la palabra de los que más saben, poniendo esas ideas en oración, discerniendo a conciencia lo que es bueno y conveniente para que nuestros países caminen hacia Jesús, construyendo justicia, paz y bien para todos.
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