

El día de hoy les traemos un video preparado por «Life Teen», un grupo que busca fortalecer la fe católica y la vida cristiana en los jóvenes. Este nos muestra un recorrido por la vida sacramental desde la óptica de un sacerdote, que aproximándose al final de su vida terrena –momento en el que está siendo asistido con la Unción de los enfermos– rememora la presencia de los sacramentos a lo largo de su existencia.
El video me pareció muy especial porque el mensaje que transmite lo hace a través de imágenes que hablan por sí mismas, que remiten a aspectos esenciales de cada sacramento. Es similar a lo que sucede cuando estamos frente a ellos, que no alcanzamos a tener todos los elementos para explicarlos y entenderlos racionalmente, sino que mediante signos y símbolos ellos nos remiten a una realidad de fe.
«Los Sacramentos no son apariencias, no son ritos, sino que son la fuerza de Cristo… los Sacramentos nos impulsan a ser misioneros, y el compromiso apostólico de llevar el Evangelio a todo ambiente, incluso a los más hostiles, constituye el fruto más auténtico de una asidua vida sacramental, en cuanto que es participación en la iniciativa salvífica de Dios, que quiere donar a todos la salvación…por ello es importante recibir la Comunión, es importante que los niños estén bautizados pronto, que estén confirmados, porque los Sacramentos son la presencia de Jesucristo en nosotros, una presencia que nos ayuda. Es importante, cuando nos sentimos pecadores, acercarnos al sacramento de la Reconciliación. ¿Tú sabes a quién te encontrarás en el sacramento de la Reconciliación? ¡Encontrarás a Jesús que te perdona! Es Jesús quien te espera allí; y éste es un Sacramento que hace crecer a toda la Iglesia» (Papa Francisco. Audiencia, noviembre 6 de 2013).
Es bueno aproximarnos a la vida cristiana como un camino. Los que hemos recibido el hermoso don de la fe, los que nos hemos encontrado con el Señor en algún momento de nuestra vida, nos introducimos en un peregrinar, en un itinerario de viaje en el que visualizamos un inicio y nos dirigimos a una meta, en el que reconocemos que necesitamos distintos elementos que acompañen nuestro tránsito, en el que sabemos que necesitamos una guía (una hoja de ruta para saber bien por dónde avanzar) y en el que descubrimos que podemos tener dificultades, podemos estar confundidos y sin fuerzas, e incluso a veces sentimos miedo de enfrentar obstáculos que puedan aparecer.
De manera analógica es nuestra vida cristiana: iniciamos un recorrido recibiendo la gracia de la fe por el don del bautismo, iniciamos un peregrinar en el que poco a poco vamos avanzando. A veces podemos percibir que el camino supera nuestras capacidades y fuerzas (además sentimos lo frágiles y débiles que somos), sin embargo, es muy consolador saber que contamos con otros que nos acompañan, hermanos en la fe que nos alientan y más aún sabemos que contamos con la presencia del Señor que no nos abandona, y que dentro de las muchas bendiciones que nos ofrece nos da su compañía y su gracia a través de los sacramentos.
Sabemos que seguir los senderos del Señor puede resultar arduo y difícil, pero no por ello son imposibles de recorrer ni mucho menos caminos de infelicidad. Las exigencias siempre estarán, pero se harán más llevaderas de la mano del Señor que nos ofrece hacernos el camino más liviano. ¿Quién no ha experimentado que cuando se encuentra confundido, débil y desanimado encuentra el consuelo y el aliento que necesita en el Señor que lo acoge en la Eucaristía o que le ofrece su misericordia en el sacramento de la reconciliación? ¿No es Él quien nos dice «venid a mí los cansados y agobiados que yo os daré consuelo» (Mt 11,28)? O como le dice a San Pablo en medio de sus dificultades: «mi Gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza» (2 Cor 12,9). ¡Cuánto nos renueva encontrarnos cara a cara con Cristo en sus sacramentos!
En los tiempos en los que vivimos es frecuente encontrar que la aproximación a los sacramentos es reductiva, superficial y que se les resta valor. Para algunos quizá lo más importante sea la celebración o el tener una ocasión para invitar a grandes fiestas; quizás otros lo hagan con poca consciencia de lo que implica y lo realicen por seguir simplemente una tradición o costumbre familiar. La rutina también se presenta como un obstáculo para contemplar el inmenso valor que tienen los sacramentos. No permitamos decirnos frases como: «la misa es lo mismo de todos los domingos», «no importa, hago algo malo y luego me confieso», «voy a misa solo en fechas importantes», «no necesito la confesión, no he hecho nada grave», «¡para que la unción, está enfermo, no agonizando!». Puede sucedernos. Vivimos en medio de una cultura superficial, vacía, que no ve más allá de lo aparente, que se queda en lo ritual y no contempla con reverencia los misterios de la fe. Por ello los invito a que nos renovemos en la contemplación de los sacramentos, reconozcamos lo bendecidos que somos al recibirlos y comuniquemos a otros la alegría que genera vivir la vida sacramental, a través de la cual permanecemos en la presencia del Señor, el mejor compañero de viaje que podemos tener.