

Lugares de ensueño, vacaciones y una oportunidad de experimentar nuevas aventuras con toda la familia. Es eso en lo que pensarías si te dicen que estás a punto de hacer «el viaje de tu vida» junto a tu familia. Sin embargo, para millones de emigrantes y refugiados, ese viaje se ha convertido en una verdadera odisea.
El video que presentamos a continuación es una iniciativa de Unicef, una organización que aunque en ciertos temas resulta un tanto controversial, ha lanzado una muy buena y poderosa campaña llamada: «El viaje de su vida». El objetivo es llamar nuestra atención y hacer que el mundo se dé cuenta de la verdadera tragedia que viven día a día millones de personas, entre ellos muchos niños.
Como consta en la página oficial de Unicef, solo en el 2015, 250 millones de niños alrededor del mundo han estado expuestos a la violencia y a la miseria por vivir en zonas de conflicto. De éstos, 30 millones han tenido que dejar sus casas y emigrar, soportando frío, enfermedades y exponiéndose a más violencia y explotación. De la guerra en Siria, y desde el 2015 hasta marzo de este año, ya van casi 300 mil niños que han empezado su viaje a Europa, y como dice en el video, muchos de ellos… solos.
Quisiera hacer una pausa en este punto para que nos detengamos a pensar por un momento en la magnitud de estas guerras. Pensar en lo que significa en la vida de personas –que como tú o como yo–, tenían una casa, un trabajo, iban al colegio o a la universidad, salían con amigos los fines de semana, tenían una vida como la nuestra… La única diferencia es que en sus países se desató la guerra, que en Siria por lo menos, ya tiene 5 años.
Es importante tener presente que más que números son personas de las que estamos hablando. ¿De verdad nos hemos percatado? Personalmente, no era consciente de que eran tantos los afectados (y solo estamos hablando de niños). Y es que claro, por lo menos una vez a la semana escuchamos una noticia relacionada al terrorismo en Siria, Irak o África. Nos enteramos de atentados perpetrados principalmente por el ISIS, Boko Haram, entre otros, y bueno, vemos la noticia, nos sorprende un poco y luego, nos olvidamos. Pasan los días y parece que desarrolláramos costras en el alma, muchas de las noticias ya no nos conmueven. Tiene que ser algo verdaderamente trágico, sangriento o violento para que llame la atención de las redes sociales.
Es justamente por esto que el sábado 16 de abril, el Papa decidió viajar a Lesbos, la isla griega que se ha convertido en uno de los principales puertos de arribo de tantos refugiados. De acuerdo a ACI prensa, el padre Leone Kiskinis, único párroco católico de la isla, dijo: «Es un viaje de testimonio a todo el mundo de que los migrantes, antes de ser un número en un campo de acogida, son personas que tienen una historia, tienen sus sueños, tienen un nombre. Por tanto, son personas que necesitan ser tratadas con dignidad, por personas humanas».
Es necesario despertar nuestras conciencias anestesiadas por la propia rutina y ver que hay una crisis humanitaria que está sucediendo en este momento. La pregunta clave aquí es: ¿Como cristianos qué estamos llamados a hacer?, ¿cuál debe ser nuestra respuesta?
A propósito de estas interrogantes, la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2016, que fue celebrada en enero de este año, tuvo como tema principal: «Emigrantes y refugiados nos interpelan: La respuesta del Evangelio de la misericordia». En esta Jornada, nuestro Papa explicó:
«Más que en tiempos pasados, hoy el Evangelio de la misericordia interpela las conciencias, impide que se habitúen al sufrimiento del otro e indica caminos de respuesta que se fundan en las virtudes teologales de la fe, de la esperanza y de la caridad, desplegándose en las obras de misericordia espirituales y corporales.
(…)La indiferencia y el silencio abren el camino a la complicidad cuanto vemos como espectadores a los muertos por sofocamiento, penurias, violencias y naufragios. Sea de grandes o pequeñas dimensiones, siempre son tragedias cuando se pierde “aunque sea” sólo una vida.
(…)La revelación bíblica anima a la acogida del extranjero, motivándola con la certeza de que haciendo eso se abren las puertas a Dios, y en el rostro del otro se manifiestan los rasgos de Jesucristo. Muchas instituciones, asociaciones, movimientos, grupos comprometidos, organismos diocesanos, nacionales e internacionales viven el asombro y la alegría de la fiesta del encuentro, del intercambio y de la solidaridad. Ellos han reconocido la voz de Jesucristo: “Mira, que estoy a la puerta y llamo” (Ap 3,20). (…)En la raíz del Evangelio de la misericordia, el encuentro y la acogida del otro se entrecruzan con el encuentro y la acogida de Dios: Acoger al otro es acoger a Dios en persona».
En resumen, la respuesta es: Compasión y misericordia. Pero, ¿cómo se traduce esto a acciones concretas? El padre Luis Montes, sacerdote argentino a cargo de una misión religiosa en Irak, propone 4 formas prácticas que podemos hacer desde nuestras casas. Para ir al texto completo, haz click aquí.
1. Oración: Como cristianos, debemos haber entendido ya que lo más poderoso es la oración y si es de intercesión, mejor. Como decía Madre Angélica, fundadora de EWTN, antes de amar al prójimo, hay que amar a Dios. Hay que vivir con Dios en nuestro corazón primero. Nadie puede dar lo que no tiene.
2. Difundir lo que está ocurriendo en Medio Oriente: Como decía el Papa Francisco, no hablar de estos temas, ser indiferentes o guardar silencio es ser cómplices de la situación.
Ellos tienen páginas oficiales en Facebook a las que te puedes unir y puedas saber qué es lo que pasa de primera mano: Amigos de Irak y S.O.S. Cristianos en Siria.
3. Ayuda económica: Puedes visitar los links mencionados arriba para mayor información o ir a la página web de « Ayuda a la Iglesia Necesitada» o «Ayuda a la Iglesia que Sufre» de tu país.
4. Vivir la caridad en casa: Suena a broma, pero lo cierto es que no podemos pretender ayudar a personas que están a miles de kilómetros de nosotros si no podemos ayudar a los que están a nuestro alrededor: El que es fiel en lo poco, es fiel también en lo mucho (Lc 16, 10).
«El odio que hay en el corazón de gente como el Estado Islámico no es una cosa de la noche a la mañana. Es gente que ha estado cediendo y albergando el mal en sus corazones. Tienes que pensar ‘¿voy a hablar mal de un vecino? Bueno, no lo hago por los cristianos perseguidos. Y en mi casa, me piden un favor, pues lo hago por los cristianos perseguidos» (Padre Luis Montes).
Los refugiados no son números sino personas con rostros, nombres e historias, y deben ser tratados como tales.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) 16 de abril de 2016
Para terminar, comparto una breve reflexión del Papa Francisco durante su encuentro con refugiados en Italia en el 2013:
«De este lugar de acogida, de encuentro y de servicio quisiera entonces que surgiera una pregunta para todos, […]: ¿me inclino hacia quien pasa dificultades o, en cambio, me da miedo ensuciarme las manos? ¿Estoy encerrado en mí mismo, en mis cosas, o me doy cuenta de quién necesita ayuda? ¿Me sirvo sólo a mí mismo o sé servir a los demás como Cristo vino para servir hasta dar su vida? ¿Miro a los ojos a los que piden justicia o los dirijo hacia otro lado, para no mirarlos? La caridad que deja al pobre como está no es suficiente. La misericordia verdadera, la que Dios nos da y nos enseña, pide la justicia, pide que el pobre encuentre el camino para no seguir siéndolo».
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