amigos verdaderos

Durante una de esas sobremesas típicas de la Navidad, decidimos jugar en familia a un juego muy interesante que nos planteaba diferentes cuestiones para conocernos mejor. En una de las rondas me tocó decir quién era mi mejor amiga y por qué.

Me tomé unos segundos para responder, pero enseguida surgió un nombre: «Estela, porque con ella puedo ser 100% yo misma», contesté. Me salió casi sin pensarlo y me encantó verbalizarlo.

Y, después de aquella tarde, la llamé y se lo conté. Porque no nos vemos con frecuencia, pero cuando nos vemos parece que el tiempo no ha pasado. Existe entre las dos una sintonía y una conexión que están por encima de todo. Ese juego me hizo sentirme afortunada y agradecida. Y quise que lo supiera.

Al poco tiempo, me llega este anuncio de Ruavieja y me vuelve a transportar al refugio de la amistad, al espacio seguro y reconstituyente que es conectar con amigos verdaderos. 

Sí, sé que la finalidad del anuncio es comprar y servirte una copa de licor de hierbas. Pero también se pueden descubrir mensajes ocultos en un comercial.

Y créanme que la copa de Ruavieja pasó rápidamente a un segundo plano cuando empecé a seguir la canción y las ideas que se desprenden de ella. ¿Lo vemos?

He empezado hablando de un tiempo de sobremesa, y seguro que muchos de los mejores momentos de sus vidas han tenido lugar alrededor de ella. La alimentación o el refrigerio es un hecho muy ligado a la experiencia religiosa, espiritual y cultural de nuestras sociedades.

Y los tiempos que nos han tocado vivir dan buena cuenta de ello cuando nos hemos visto obligados a prescindir de estas reuniones o pequeños encuentros para compartir el alimento, también la Eucaristía. En esos espacios se comparten, además, la charla consciente, la convivencia acogedora y la fraternidad llena de esperanza.

Alrededor de la mesa hemos encontrado frecuentemente una ocasión propicia para establecer lazos de parentesco artificial entre los que participan. Repasando los Evangelios llegamos frecuentemente a esos espacios sociales en los que Jesús se integraba en la mesa para acercarse al ser humano y encontrarse con él.

Jesús nos muestra cómo son los verdaderos amigos

En la mesa de Jesús abundaban la amistad y la caridad. Han llegado hasta nosotros muchos detalles de estos encuentros y a través de ellos puedo imaginar una mesa colmada de verdad y consejo. ¡Qué de cosas le explicaría y cuantas preguntas le haría!

Seguro que sus respuestas me harían reflexionar y sus consejos me ayudarían a cambiar la perspectiva de mi realidad, para verlo todo desde el prisma de su amor. Igual espero de los amigos verdaderos.

Por eso nombré enseguida a Estela, porque es una amiga que no me adula, sino que me quiere. Y querer implica cuestionarme a veces, animarme otras y acompañarme siempre, pese a la distancia.

Jesús no quiso privarse de la noble experiencia de la amistad, entendiéndola como una experiencia enriquecedora y humanizadora. Yo espero que la relación que establezca con mis amigos y amigas me ayuden a ser mejor.

Un amigo no busca cambiarte. Te acepta y te comprende, pero te impulsa a alcanzar la mejor versión de ti mismo. Sus dones hacen equipo con los tuyos, juntos, en comunión, el camino de la vida resulta más hermoso y edificante.

¡No a la amistad muda!

Amar de verdad a alguien (¿cómo se ama si no?) supone implicarse en su camino. Querer lo mejor para esa persona supone, muchas veces, sentarte a su lado y con absoluta delicadeza ofrecerle tu perspectiva para ayudarle o hacerle caer en su error.

San Ambrosio escribe en el siglo IV:

«Si descubres algún defecto en el amigo, corrígele en secreto […] Las correcciones, en efecto, hacen bien y son de más provecho que una amistad muda. Si el amigo se siente ofendido, corrígelo igualmente; insiste sin temor, aunque el sabor amargo de la corrección le disguste. Está escrito en el libro de los Proverbios que las heridas de un amigo son más tolerables que los besos de los aduladores (Pr 27, 6)»

Bien me ha corregido mi amiga a lo largo de los años. No siempre he reaccionado bien. No siempre he estado de acuerdo con sus observaciones. Pero todas estas circunstancias me han demostrado su implicación y compromiso con nuestra amistad. En los tiempos que corren, esto es extraordinario.

Las correcciones son de difícil digestión. Dicen que un sorbito de licor de hierbas ayuda a rebajar el empacho, aunque en la amistad el mejor digestivo es la ternura. Ese es el ingrediente que no debe faltar nunca sobre la mesa.