valor del trabajo

¿Te gusta tu trabajo? Según las estadísticas, es más probable que digas que no. Aún más, el 85% de los que lean este art​​ículo «no están satisfechos con su trabajo y no se sienten comprometidos». Para muchos, su trabajo se ha convertido en un castigo. 

Hemos pasado del mandamiento de Dios de cuidar y labrar el jardín de Edén a trabajar con desgana.  ¿Por qué me siento tan infeliz en mi trabajo? ¿Acaso estoy en la empresa equivocada? ¿O es por qué no estoy haciendo lo que me apasiona? 

Para ayudarte a reflexionar sobre el valor del trabajo, te comparto el siguiente video realizado por ISArt Digit

Con este artículo quiero ayudarte a ver que tu trabajo, sin importar lo pequeño que parezca, puede convertirse en camino de santidad y sobre la importancia que tienen tus dones.

El valor del trabajo: imitando a Jesús durante su vida oculta

Al leer los pasajes sobre milagros, de las conversiones o de las astutas respuestas de Jesús a los Fariseos, se nos olvida que El Mesías pasó la mayor parte de su vida, 30 años, trabajando como un carpintero humilde. Si Dios trabajó todo ese tiempo es porque debe tener algo de bueno. Y sí que lo tiene. 

El trabajo es el medio por el que participamos en la salvación: Dios ya nos ha salvado en la cruz, a todos, pero nos ofrece que participemos en ella cada día y en cada momento. Sin importar en qué trabajemos (a menos que vaya contra Sus mandamientos), el lugar o el puesto, podemos ser parte de la Salvación. 

Puede ser que muchas veces no veamos ninguna conversión o milagro en nuestros compañeros, pero te aseguro que Dios convierte esas pláticas que tuviste o los ángelus que rezaste en la oficina en frutos inimaginables, al igual que transforma el pan y vino en su Cuerpo y Sangre.

Durante el ofertorio, cuando ofrecemos a Jesús el pan y la vid, «el fruto de nuestro trabajo», Él está reconociendo la importancia y el valor que tienen y te está invitando a transformar la tierra con Él.

Los dos días más importantes de nuestra vida

Steve Harvey, un presentador y motivador, explica que son: el día en que nacemos y el día en que descubrimos por qué. Y creo que tiene razón. Qué puede ser más importante que saber para qué nacimos, para qué nos creó Dios y qué misión tiene para nosotros.

Con esta misión, también nos da los dones y carismas necesarios para cumplirla, por ejemplo, el don de gentes, liderazgo, la habilidad de hablar en público, de dibujar… Incluso puede ser que tu don sea contar chistes, ¿por qué no? Si con ellos también puedes acercar a los demás a Jesús.

Los dones los podemos descubrir con sencillez: es lo que nos encanta hacer, lo que haríamos gratis y lo que hacemos muy bien. No tiene por qué ser algo que hagamos en la oficina, puede ser en nuestra casa, en la parroquia o por las redes.

Si aún eres joven te recomiendo que lleves este tema a tu oración. Si quieres puedes rezar con el siguiente pasaje, «¡Aquí estoy yo! Envíame a mí» (Isa 6:8). Y ponte a trabajar, porque la voluntad de Dios actúa a través de nuestras acciones.

Por otro lado, para los que no tienen la posibilidad de cambiar de trabajo o profesión con tanta facilidad, recuerden que Jesús le dijo a Pedro que lo haría pescador de hombres y no carpintero, no le cambió de profesión. Si eres profesor, empresario, vendedor… y si lo haces por amor y entrega, estás participando en el proceso de la salvación, igual que Pedro lo hizo cuando pescaba.

La luz del mundo

«Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo» (Mt 5, 14-16).

Dios quiere que manifestemos nuestros dones, quiere que brillemos, no nos quiere escondidos en una cueva, casa u oficina. Nos dio estos regalos para usarlos, para alumbrar a los hombres, para dar frutos y acercar a los demás a Él.

Hacerlos brillar nos hace bien a nosotros y a los demás en el ambiente que Dios nos ponga, en donde sea, en cualquier situación.