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Tomado del blog 60 estadios, de Religión en Libertad: Comienzo que una cita que puede darnos muchas luces sobre el paralelo que quiero hacer con este video: «Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno (…) y el mundo conozca que Tú me has enviado» (Jn 17, 22-23). Este ha sido el fervoroso deseo que Jesús elevó al Padre antes de ascender a los cielos y veladamente es también la receta apostólica más potente que haya jamás existido: la unidad.

El video de hoy es una ejemplo muy concreto de cómo la unidad impacta, cala, toca, eleva, maravilla y cuestiona a quien se encuentra con ella. Basta con ver los rostros y las expresiones de los improvisados espectadores para darnos cuenta que están viviendo un momento inolvidable.

Algo así pasa cuando la Iglesia es fiel a su vocación y entra en escena. En un mundo quebrado por divisiones y anestesiado de individualismo, la sinfonía de la fe compartida y vivida con un mismo corazón no puede sino resquebrajar los muros de indiferencia que el mundo le ha construido a Dios. Jesús dice: «…y el mundo conozca que Tú me has enviado» porque la unidad es un signo de la presencia de Dios en el mundo. Quien nos ve unidos – en el amor, en la esperanza y en la fe – atisba el rostro de Dios y queda deslumbrado.

Si la unidad es un signo de la presencia de Dios en la Iglesia, su contrario, la división, es un signo de los embustes del demonio. ¡Qué tristeza produce ver una Iglesia dividida! (especialmente ante este hermoso llamado a la unidad) Hijos de la Iglesia que prefieren auto definirse «progresistas», «liberales», «tradicionalistas» o «conservadores», antes que católicos, no construyen la Iglesia; porque en el corazón de Cristo las facciones, los partidos y los lobbys siempre fueron cosa del Cesar, nunca de Dios (Mt 22, 21).

El mundo anda lejos de Dios por muchos motivos. Podemos mencionar el secularismo, la racionalidad instrumental, el hedonismo, etc. Todas estas razones son ciertas y describen muy bien la realidad que vivimos; sin embargo, el mundo también está alejado de Dios porque nosotros nos hemos quedado dormidos, de lo contrario el Papa Francisco no nos invitaría constantemente a salir de nuestras «zonas de confort», a entrar en las periferias de la existencia, a hacer lío… tal vez una de las cosas más lindas del video es que la orquesta se arma en un lugar totalmente inesperado: en el medio de la gente. ¿Cuándo se ha visto una orquesta sinfónica en el centro de una plaza pública? Es algo extraño. Pero en el caso de la Iglesia no debería serlo. Nuestra vocación es misionera, no hemos nacido para ser una Iglesia de salón ni de museo, ¡somos un pueblo peregrino por naturaleza! Y si el mundo se ha acostumbrado a vernos ensimismados y distantes, pues hemos reflejado una imagen equivocada que es preciso modificar.

Por último, me pregunto, ¿podemos armar un verdadero lío, una santa trifulca evangélica, si no golpeamos como un solo puño? Imposible. Del mismo modo, ¿puede una orquesta interpretar una sinfonía como la del video sin un director a la cabeza? Imposible. Cristo es la cabeza de la Iglesia y es Cristo la trabazón de su cuerpo místico (no hay miseria humana que pueda disolver esta unión, eso está claro); sin embargo, conociendo nuestra debilidad, Dios ha querido darnos «un principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles» (Lumen Gentium 23), hablamos del Vicario de Cristo, del sucesor de Pedro, ante el cual todos los partidismos inútiles deberían sustituirse por una humilde obediencia y confianza filial.

Sólo en el amor y la obediencia al Magisterio de la Iglesia y al Vicario de Cristo podemos alcanzar la unidad querida por Cristo para su Iglesia. Y sólo así, siendo uno como Jesús y el Padre son uno, seremos capaces de cooperar activa y efectivamente con la Gracia de Dios en la transformación del corazón del ser humano.