esperanza

Eso de que la esperanza es lo último que se pierde resulta difícil practicarlo cuando las cosas se ponen feas en nuestra vida o en la vida de los demás. Puede que al final de todo terminemos esperando, pero en el momento –la mayoría de las veces− la vemos negra y nos abraza un sentimiento de profunda tristeza. ¿Por qué la vida de los hombres parece a veces construida de modo tan cruel? ¿Por qué nuestra vida pasa por tantas pruebas y momentos difíciles? Son preguntas importantes y es bueno dirigirlas a Dios −ojo, dirigirlas a Él, no contra Él− exigiéndole una suerte mejor, un mundo mejor, molestándonos con Él porque nos deja solos o porque no hace nada etc… y no permitirnos conversar con Él y preguntarle cuál es nuestro papel en todo esto, para qué pasan todas estas cosas.

Muchas veces me preguntan si está mal ser cristiano y ponerse triste, bajonearse un poco. Yo digo que no. Porque aunque tengamos fe o seamos ateos, la pregunta sobre el sufrimiento en nuestra vida no tiene respuesta. Nunca sabremos por qué han sucedido así las cosas. “La vida del hombre y su destino —nos guste o no— se realiza entre nieblas”, como decía un amigo escritor, “y no hay fe que pueda dar explicaciones tranquilizadoras o lógicas. Tener fe es, en no pocas ocasiones, asumir ese riesgo de la ceguera y entrar simplemente en el amor «a pesar de todo». Un creyente tiene con frecuencia que coger la realidad con las dos manos y marchar cuesta arriba de sus oscuridades, con el mismo jadeante esfuerzo de los que no creen. Dios es amor, no morfina o silogismos matemáticamente explicables”. –terminaba diciendo−.

El videoclip nos habla precisamente de eso. El mensaje es claro: «Siempre hay algo más que lo que estamos viviendo» y esto depende –en muy buena parte– de nosotros y no de Dios.

¿De qué nos sirve pasarnos la vida exigiéndole a Dios que baje a tapar los agujeros que nuestras injusticias? ¿Nos hemos puesto a pensar qué, tal vez, lo que le deberíamos pedir es que tape los huecos de nuestra esperanza? Pedirle que sostenga nuestro coraje para resolver los problemas, que nos ayude a parar de preguntarnos y el por qué y buscar el para qué… y cuando es necesario, pedirle la fuerza para asumir serenamente y con humildad la derrota si ésta fuera imprescindible.

«El hombre —todo hombre— se muere a la puerta de la felicidad. O va cruzando pequeñas puertas de pequeñas felicidades, pero sin terminar nunca de cruzar la de la dicha completa. Soñar que una mañana nos encontraremos asentados en la alegría total, cruzada la gran puerta llena de luz y macetas floridas, es pedir algo que no existe en nuestra condición (…) Caminar hacia la felicidad tal vez sea la única manera de tenerla que es posible en el hombre. ¡Y poca alma tendría quién se sintiera siempre lleno y saciado! Porque es como una casa que nunca se termina de construir. Y que sólo podrá construir el propio propietario» (José Martín Descalzo).

¿Y Dios? Dios está presente en esas cosas que nos pasan para educarnos, está presente en el coraje del que vive, en la lucha diaria por mantener la esperanza. Él es quien sostiene nuestros esfuerzos y los abre a un mañana nuevo donde las cosas buenas también pasan, no porque son perfectas, sino porque cuando pasan, comprendemos un poco más para qué han sucedido así… como le pasó a Nick Vujicic, el cantante del videoclip de hoy.

Dios no es un ángel que pone ladrillos mientras nosotros descansamos. Para creer en Él y tener esperanza es imprescindible empezar por creer en nosotros mismos, creer en nuestro trabajo, en nuestro amor. Y es así que, cuando tenemos fe y esperanza, la suerte llega más puntual y más clara a nuestra vida.