

La vocación, un tema que suscita tantos sentimientos, a veces tan fácil de discernir y otras tan complicado. Te compartimos un cortometraje llamado «New Year’s Eve», presentado por «AFI Conservatory» y dirigido por Hao Zheng.
Toca, a través de una historia breve y profunda ambientada en la lejana China, la realidad de los propios ideales de vida y la necesidad de una libertad auténtica y una gran valentía para perseguirlos a pesar de las dificultades.
Xiaoyu es un joven con poco más de dieciocho años que ha decidido asistir a la escuela de Kung Fu para dedicarse a ser un luchador. Por la celebración del año nuevo chino, hace un largo viaje y llega a la celebración familiar en una camioneta en cuya radio un locutor desea una cálida celebración.
Se detiene en la puerta y acaricia su medalla obtenida en una competencia de su escuela, la limpia, sonríe, se esperanza con mostrarla para ser valorado, aceptado y felicitado. Pero antes de entrar, la esconde bajo el abrigo, como intuyendo que eso no ocurrirá y tendrá que mantener su pasión y vocación escondida, solitaria, incomprendida, sin poder ser compartida.
La vocación que brota y grita desde el corazón y la reacción de los demás
El saludo de su madre es preocupado, pero parco. Se preocupa por el frío y por una cicatriz que le descubre, pero esconde en sus gestos la insatisfacción por la decisión de su hijo. Le gustaría que él tuviera una mejor situación económica que la que ella pudo alcanzar y el camino del Kung Fu no parece ser el indicado para eso.
Entre los familiares que asisten, está un primo que cumple con el prototipo opuesto. Estudia en la universidad, tiene buenas calificaciones, es bueno en inglés y está esperando la posibilidad de viajar a Estados Unidos y conseguir un buen trabajo.
Es el orgullo y la esperanza de la familia, pero parece carecer de algunas cualidades esenciales como el respeto y la reverencia para escuchar a su primo. Este le cuenta emocionado sobre su vida en la escuela de Kung Fu, lo difícil que es levantarse temprano y entrenar a distintas horas del día. Pero él no lo atiende porque está ensimismado sin abandonar la pantalla de su celular.
¿Qué es lo que nos atrae de nuestra vocación?
En la celebración se manifiesta un contraste en el que es interesante ahondar. Xiayou, por un lado, se experimenta atraído por los valores y los ideales del Kung Fu: el silencio, la disciplina, el valor, la lealtad, la pasión, el cuidado, el dominio de uno mismo. La valentía, la reverencia, el sentido épico, el perfeccionamiento, el honor, el legado, la tradición, las motivaciones intrínsecas.
Por otro lado, está la familia en la que, por ejemplo, la madre hace un brindis deseando salud y felicidad entendidas como sinónimo de éxito monetario. Puede expresarle sus sentimientos al primo con futuro prometedor pero no sabe qué decirle a su hijo porque no le encuentra sentido a lo que hace. Luego le pregunta en la cocina si la medalla obtenida le significó recibir dinero como si en eso residiera su valor: en su utilidad.
Se realiza una inflexión en la celebración cuando los tíos, ya un poco tomados, le piden que haga una demostración de Kung Fu ante ellos. Cada vez más absorto del bullicio y los comentarios intrascendentes, él ingresa en un estado de concentración en el que se enfoca únicamente en realizar su arte de la mejor manera para que, especialmente, lo vea su madre y lo comprenda un poco más.
Cuando finalmente otros comprenden nuestra vocación
La madre no despega la mirada de su hijo y llega a conmoverse con la pasión con la que él hace su performance. Mirándolo vislumbra aquel secreto, para ella difícil de comprender, que mueve a su hijo a llevar ese estilo de vida poco convencional: su vocación.
Luego de ese momento intenso, de fragilidad, vulnerabilidad y sinceridad al mostrarles lo más querido para él, sale a pensar y a tomar respirar aire puro, como hastiado de la superficialidad familiar. Estando solo bajo el firmamento, su madre se acerca para, finalmente, poder tener esa conversación difícil, pero necesaria.
¿Cuánto pesa en tu vida el qué dirán?
¿Cuántas veces dejamos de perseguir nuestros ideales por el peso que tiene el qué dirán?, ¿cuántas veces nuestras vidas se terminan escribiendo según un guión que no se corresponde con aquel que dicta nuestro interior?
¿Con qué frecuencia terminamos asfixiados por llenarnos solamente de actividades útiles, que reportan ganancias, pero descuidamos el alimento del espíritu?, ¿cuántas veces nuestros logros no nos realizan?
Este cortometraje nos puede servir como aliento para vivir nuestra vida, la única que tenemos, luchando por realizar aquello a lo cuál nos experimentamos llamados desde lo más profundo de nuestro corazón.
«Que viajes miles de millas y sigas siempre tu propia estrella»
Como dicen en la radio del auto que lleva de vuelta al joven del cortometraje: «Que viajes miles de millas y sigas siempre tu propia estrella». No se trata de caer en romanticismos e idealismos inmaduros.
Sabemos que en el camino pueden haber obstáculos y limitaciones que nos impidan lograr algunas metas, pero sabemos que como hijos de Dios nada ni nadie nos pueden impedir vivir aquella vocación que sirve de marco y debiera dar sentido a todas nuestras aspiraciones.
A nuestras metas, proyectos e, incluso, fracasos en la vida: la santidad, ser la mejor versión de nosotros mismos, aquella que sueña Dios.
0 comentarios