tristeza del corazón

Hace poco más de un mes que tuve que renunciar a mi trabajo y empezaron varios procesos de dudas, cambios y discernir diferentes opciones en mi vida: «¿Qué trabajo tendré que hacer?», «¿Tendría que ahorrar más?», «¿Será posible quedarme en esta ciudad?», «¿Seguiré con el mismo grupo de amigos?». Todas las preguntas que podía hacerme, me las hice. 

Un fin de semana de puente (feriado) pude quedarme en casa sola, todos habían salido. Pensé que era una buena oportunidad para estar sola, pensar, descansar. ¡Pero no podía descansar! ¿Te ha pasado?

Me puse a ver la tele, salí a caminar, volví para cocinar y comer, intenté ver series en Netflix, comía otra vez… una especie de ansiedad que se iba haciendo más evidente mientras pasaba el tiempo.

Hasta que decidí escuchar música. Esos días solo había escuchado música católica, pero ya quería escuchar algo diferente, así que di play a una canción recomendada de YouTube.

De pronto me sentí mucho mejor. ¿Qué me había pasado? Esta canción de Karol G «Mientras me curo del cora», sobre la tristeza del corazón, fue como un regalo de Dios que me ayudó a escucharme y parar un poco todo.

Te comparto la letra.

«Hace tiempo que no estoy en mi mejor momento…»

«Está bien no sentirse bien, no es delito…». Cuando escuché esta parte de la canción, algo en mí descansó. Hay algo sanador en aceptar la enfermedad. En decirme «Sí, mereces descansar y sanar».

Así como al reconocer que nos duele el cuerpo y descansamos, nos quedamos en casa, pedimos un tiempo para no usarlo mucho y recuperarnos… así también el corazón, la mente y el espíritu necesitan que reconozcamos la tristeza o cuando están como «enfermos» o demasiado cansados. ¿Qué podría ser?

Por duelos (por fallecimientos, pero también por muchos cambios que exigieron de nosotros sacrificios o renuncias fuertes a nuestro tiempo, expectativas, opiniones, metas), nuevas relaciones, ofensas (aunque sean pequeñas, pero que nos hirieron profundamente), «fracasos», poner exceso de atención a los demás o al trabajo y que nos desgastaron.

«Pero yo mejoro de a poquito…»

Me venía esa imagen del Jesús que es delicado y suave, como un alfarero, como una abuela, como un médico. A veces, por sentir que la mejora no llegará pronto, decidimos ignorar que nos sentimos mal. Seguimos con la vida como si todo estuviera «bien» o «normal».

Quizá hoy no veo la mejora, pero está sucediendo, de poco a poco el buen Dios trabaja por sanarnos y restaurar nuestras fuerzas.

No saldremos como antes, sino con nuevas certezas, con nuevas fuerzas, con conocimientos que antes no teníamos sobre nosotros, la vida, Dios, los demás. ¡Jesús en Ti confío!

«Estoy viva, más na’ necesito»

Me di cuenta de que en esta etapa de frustraciones, incertidumbres, tristeza me había olvidado de agradecer de corazón lo que me da Dios estos días y de disfrutarlo y celebrarlo.

Podemos cantar, quedar para platicar con un amigo, mirar el atardecer juntos, bailar… cosas que son gratis y nos dan vida.

Quizá no todo va como hubiéramos esperado, pero Dios no nos abandona, nos tiene siempre en sus manos y sigue dándonos regalos que nos anuncian su amor en detalles.

«Yo me sano con tu compañía, esa paz que me das en otro no la encuentro»

En momentos de «desolación» como diría san Ignacio, podemos cuestionarnos si Jesús está. El enemigo nos convence de que estamos solos y por eso nos pasan cosas «malas».

Pero es Jesús quien nos está acompañado en esos momentos de dudas, de duelos, de pérdidas. Nos acompaña y encamina hacia nuevos comienzos.

Que no son las mil series de Netflix acostados en un sofá, las 80 comidas en restaurantes interesantes, los 90 «amigos» de nuestras redes sociales con quienes hablamos sin generar un vínculo real o las 3 maestrías lo que nos traerán la calma.

Es sentirlo a Él, consolándonos, descansándonos. Es lo que nos hará restaurar nuestras fuerzas y encontrar paz en medio de la tormenta. Como los discípulos en la barca mientras Jesús duerme.