Ticket to Paradise

Tengo una relación de amor/odio con las películas románticas. Por un lado, me gustan todas las películas que tocan el tema del enamoramiento / romance / matrimonio por una «deformación profesional». Supongo que así como los psicólogos deben amar / odiar los thrillers psicológicos, yo disfruto cuando las películas muestran las primeras fases del enamoramiento. Pero detesto que casi todas las películas románticas terminan con la boda.

Parece que la gente de Hollywood considera que una vez casados, ya la vida no tiene la alegría, el brillo y la «chispa» que muestran los novios hasta el momento de casarse. Y si bien puede parecer que en cierto modo es cierto, y es necesario que pase esa fase de «enajenación mental» que llamamos enamoramiento, eso no quiere decir que una vez terminada la luna de miel, decaiga el romance, el interés, la chispa, etc.

Por eso fui a ver (acompañado de mi señora esposa, por supuesto) «Ticket to Paradise» la última película de Julia Roberts y George Clooney con un poco de curiosidad: la trama es sencilla: unos padres divorciados (y que a duras penas se toleran) deben unirse para tratar de convencer a su hija de que no se case con un muchacho que conoció en las antípodas de su lugar y su cultura y que no tire por la borda la carrera de abogada que acaba de terminar.

A continuación te dejo el trailer de la película «Ticket to Paradise», y luego conversamos.

(Alerta de Spoiler: puedes ver la película y leer los siguientes párrafos luego).

Algunas sorpresas: de las buenas…

Como dije, las películas románticas tienen un componente que me gusta mucho y un poco de fantasía con glitter que es falso de toda falsedad. Por eso encontrarme en medio de una comedia romántica como «Ticket to Paradise» un bastante buen alegato en función de un amor maduro y estable, especialmente una reconciliación de divorciados, me hizo querer comentarte esta película.

Primero las buenas sorpresas: la comedia es divertida, la química entre Clooney y Roberts (que personifican a Georgia y David Cotton) ya es conocida, y la aprovechan y juegan actoralmente con maestría para mantener la comedia chispeante, divertida y entretenida hasta el final.

El planteo de la película parece que fuera sencillamente arruinar la planeada boda de la hija. Pero en el planeamiento y la ejecución de ese plan «tan sencillo» y con un nuevo objetivo en común que encuentran como padres de su hija Lily, comienzan a ver en contraste su relación arruinada y a compararla con la ideal (y con glitter) de su hija y Gede, el muchacho indonesio de quien Lily se enamora.

Como toda comedia de enredos, y con dos actores de la talla de Roberts y Clooney, la diversión está asegurada. Y no faltan los enredos, con la familia tan tradicional de Indonesia de Gede, los absolutos malcriados que son los occidentales quedan en evidencia una y mil veces.

Si a eso sumamos un «noviecito» del personaje de Julia Roberts que decide aparecer en mitad de la película y que es un tonto absoluto, y el contraste de los chicos, que se toman muy en serio su matrimonio, hacen un combo perfecto para la diversión.

 …y de las malas

Naturalmente que en este juego de contrastes, parece nuevamente que los chicos son los que enseñan a los adultos a cómo comportarse. Comprensible: en una pareja de malcriados como Georgia y David, Lily y Gede parecen adultos súper responsables. Pero ya hemos visto decenas de películas de Hollywood que cuestionan la autoridad de los padres (y de cualquier autoridad, para ser más exactos) como para no ver la trampa.

Por una parte, los intereses y consejos de los padres no son desatinados. No se puede conocer a una persona y decidir casarse y quedarse a vivir del otro lado del mundo en poco más de un mes. Las prevenciones para una chica inexperta que por primera vez sale del nido no me parecen para nada desatinadas.

También está claro que los padres quieren evitarle a su hija que cometa los errores que ellos mismos cometieron. Y teniendo como modelo el matrimonio de sus padres, la misma Lily debería ser más cauta al momento de tomar una decisión tan importante.

Hace no más de cuatro o cinco generaciones, los padres eran quienes decidían con quién había de casarse sus hijos, y ese arreglo hoy nos parece impensable, pero partía de una verdad grande como una casa: se buscaba comunidad de valores (lo permanente) antes que de sentimientos (lo cambiante), porque si se tenía una comunidad de valores, los sentimientos podrían ir y venir tranquilamente que en lo importante, los esposos iban a estar de acuerdo.

En «Ticket to Paradise», una niña (a todos los efectos prácticos es una niña) es sacada de su ámbito de seguridad, y trasladada a una nueva cultura, un nuevo idioma, un nuevo país, y se enamora (cosa que está muy bien, insisto que el amor romántico no tiene nada de malo) de un muchacho que parece tener todos los buenos atributos de un hombre íntegro, y decide, de buenas a primeras, casarse y pasar el resto de su vida con este muchacho.

¿Y qué tiene de malo enamorarse y querer casarse?

Nada, por favor, entiéndeme bien: el enamoramiento es una fase del amor, y es una de las fases más bonitas, interesantes y divertidas. Pero el proceso del enamoramiento lleva entre 12 y 18 meses para pasar, y poder adentrarse en las otras fases del amor, que nos van a llevar a tomar una decisión madura y formar una relación que pueda perdurar en el tiempo.

Como casi toda película hollywoodense romántica, en «Ticket to Paradise» parece que los chicos tienen sexo casi desde el primer encuentro. Si bien no está explícitamente mostrado, está suficientemente insinuado como para darse cuenta que sucede.

Y aquí es donde empieza a crujir el encuentro de culturas. Indonesia es una cultura con una fortísima tradición conservadora. La religión mayoritaria en la Isla de Bali es la Hinduísta Balinesa, que es una cultura religiosa extraordinariamente conservadora, incluso para los estándares indonesios, mayoritariamente musulmanes practicantes. Dudo mucho que Lily haya sido recibida tan abiertamente por una familia tradicional balinesa.

Y las razones son evidentes: las relaciones sexuales prematrimoniales, por puro placer, son consideradas «adharma» (no éticas) en la tradición balinesa. La familia de Gede parece una familia que respeta las tradiciones religiosas y culturales, y todos los episodios relacionados con Lily y Gede durmiendo juntos bajo el mismo techo que los padres de Gede son como mínimo impensables.

¿Qué tienen de malo las relaciones sexuales?

Bueno, en principio eso que te comenté hace unos párrafos: cuando las relaciones se vuelven físicas, quedan ahí. Y el amor no puede crecer, no puede madurar ni puede llegar a convertirse en un amor de compromiso.

Habitualmente, cuando las relaciones sexuales tienen sólo el objetivo de obtener placer, las relaciones comienzan a crujir: el fuerte interés sexual del hombre hace que pierda interés en todas las otras partes de la relación (la amistad, la conversación, la compañía, etc.) y que la mujer comience a sentirse usada y objetificada.

Estamos hechos para la intimidad. Somos animales racionales, pero también somos animales familiares, y nuestros sistemas endocrinos están preparados para la convivencia a largo plazo. Si bien tenemos una tendencia a tener relaciones sexuales muy fuerte, también tenemos una necesidad de intimidad y conexión que no están presente en el resto de los animales.

Esa necesidad de conexión e intimidad se traducen fisiológicamente en nuestro cerebro en hormonas: la vasopresina mayormente en el hombre y la oxitocina mayormente en la mujer.

Ambas hormonas son responsables de la vinculación de pareja durante el apareamiento, para formar parejas estables. Sin embargo, cuando nos unimos y luego nos separamos, nos volvemos a unir y luego nos volvemos a separar, dañamos nuestra capacidad de vincularnos fuertemente con la siguiente persona.

Con cada pareja con la que tenemos sexo casual, impulsivo o desordenado, perdemos nuestra capacidad de vincularnos en una relación de largo plazo. Es como una cinta adhesiva que pegamos en distintas superficies y luego sacamos y volvemos a pegar: cada vez que sucede, estamos restando la capacidad de adherirse de la cinta, o nuestra capacidad de vincularnos para una relación de largo alcance.

¿Qué elementos apostólicos podemos encontrar en la película?

Sin embargo, como señalé más arriba, la película «Ticket to Paradise» tiene algunos hallazgos y algunos elementos apostólicos que pueden servirnos tanto para reforzar nuestro propio matrimonio como para no caer en los mismos errores que los protagonistas o incluso para hablar con nuestros hijos al respecto.

Y te voy a señalar sólo 4 de los que me parecieron más rescatables de la relación de Georgia y David, que me parece que pueden servir incluso como base para un buen diálogo conyugal. Al final agrego un quinto que no está en la trama de la película, pero sí tiene que estar en la trama de nuestra» película.

1. Tener un proyecto común

Desde que Lily había crecido, Georgia se convirtió en madre y se olvidó de su rol de esposa. David se concentró en su carrera y abandonó a Lily y a Georgia. Nuestro matrimonio no se agota en la crianza de los hijos, aun cuando pueda parecer la principal ocupación cuando los hijos aparecen. Tenemos que pensar que el matrimonio tiene como fin primario la santificación de los cónyuges y la crianza de los hijos (de haberlos). Pero tenemos que tener sueños compartidos, tenemos que tener un proyecto de vida, un plan que nos llene de ilusiones, algo que sea completamente nuestro. Los hijos crecen y se van, y está bien que así sea. Así que tenemos que pensar en qué es lo que Dios quiso cuando nos puso juntos.

2. Tener las conversaciones difíciles

Cuando accidentalmente Georgia y David se quedan a pasar la noche solos en una isla perdida en el archipiélago balinés, se permiten tener esas conversaciones que se debían. Y las conversaciones, en lugar de girar sobre acusaciones y sobre qué fue lo que hicieron mal, surgen precisamente sobre cómo dejaron que el amor se fuera enfriando. Y allí comienzan a descubrir que se separaron porque no tuvieron el coraje y la entereza de asumir las conversaciones difíciles, las conversaciones en las que podrían haber puesto en común sus sueños y necesidades, y las cosas que los unían, en lugar de las cosas que los separaban.

3. Buscar oportunidades para renovar el amor

El amor requiere reinventarse constantemente. Decir que una pareja se separa porque «desapareció el amor» tiene tanto sentido como decir que vamos a cambiar de auto porque se acabó el combustible. Al amor hay que cuidarlo, alimentarlo, buscarle espacios y momentos para que vuelva a crecer, podarlo y cuidarlo como una planta delicada. Georgia y David lo vuelven a encontrar pasando unas vacaciones que se debían en un lugar paradisíaco. Pero no hace falta ir a Bali para reencontrar el amor, basta saber buscarlo para poder encontrarlo: el que busca, encuentra.

4. Saber que vamos a tener crisis

Todos los matrimonios tienen crisis, y muchas de esas crisis es necesario que sucedan para que el amor crezca y madure. Las crisis nos asustan porque nos exigen cambios. Muchas veces esos cambios son abruptos y difíciles, pero como dice el Papa Francisco, «el mejor vino es el que está por venir». Sin esas crisis, no podríamos afrontar las malas. Nos comprometimos a amarnos en salud y en enfermedad, en riqueza y en pobreza, «para las duras y las maduras». Pero cuando vienen las dificultades no queremos que nada cambie, y rompemos nuestras relaciones por aferrarnos a una ilusión. En el caso de Georgia y David, no supieron adaptarse a la crisis del nacimiento de los hijos. Asumieron el rol de esposos y padres en simultáneo, con todo lo que ello implica.

5. Recurrir a la Fuente de la Gracia

Obviamente que la película no dice mucho sobre la gracia santificante. Pero siendo el matrimonio cristiano un Sacramento, para que sea un signo sensible y eficaz de la gracia, debemos recurrir a la fuente de todas las gracias, que es la Eucaristía. Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Así que el matrimonio tiene que ser un matrimonio eucarístico para ser un matrimonio indestructible. Que sea nuestra Misa, dominical, frecuente o diaria, la verdadera fuerza de nuestro matrimonio. Volvamos al confesionario con frecuencia, especialmente confesando aquellos pecados que pueden dañar a nuestro matrimonio, y siendo buenos perdonadores de nuestro cónyuge. El camino al Cielo pasa por nuestro Matrimonio, que es a la vez fuente de gracia y cruz.

La película «Ticket to Paradise» es una peliculita romántica como tantas otras a las que la mentalidad y cultura hollywoodense nos tiene acostumbrados. Pero aun en medio de estas películas «melosas» y románticas se puede encontrar algunas perlas de sabiduría, que creo importante resaltar. Si vemos esta película en familia, especialmente si tenemos hijos de la edad de Lily o un poco menores (es una película para mayores de 13 de acuerdo a la clasificación americana, pero creo que es para mayores) podemos traer a colación algunos de estos temas que te comenté, o los que ustedes como padres vean que son relevantes para la formación de sus hijos, de acuerdo a su madurez. ¡Y también obviamente para renovar los votos conyugales y fortalecer el matrimonio propio!